Caro Quintero: fin del desaguisado
Tras casi una década prófugo, ayer el capo Rafael Caro Quintero fue detenido mediante un operativo de fuerzas federales en la comunidad de San Simón, municipio de Choix, Sinaloa, limítrofe con los estados de Sonora y Chihuahua. De acuerdo con la Secretaría de Marina, su localización y captura fue posible gracias a “trabajos de campo y gabinete” que se venían efectuando desde 2013, y el Ministerio Público federal informó que es cuestión de horas para que sea entregado en extradición a autoridades estadunidenses.
La detención de quien está considerado entre los máximos cabecillas históricos del narcotráfico en México y Latinoamérica pone fin a un bochornoso episodio para la justicia. Debe recordarse que Caro Quintero permaneció preso desde 1985, cuando fue aprehendido en Costa Rica después de que Washington lo señalara por el homicidio de su agente encubierto Enrique Camarena Salazar, hasta 2013, año en que obtuvo la libertad, gracias a una serie de sentencias judiciales: durante tres lustros, un tribunal federal con sede en Jalisco le concedió amparos directos que le permitieron pasar de cárceles de alta seguridad a una de mediana y, finalmente, dejó sin efecto los fallos que se le habían impuesto por delitos contra la salud y por los homicidios de cuatro personas (incluido Camarena) con el argumento de que lo había juzgado una autoridad incompetente. Se le absolvió en una causa más y se le condenó a 15 años en otra, pero como ya había pasado 28 años en prisión, se le liberó antes de cumplir su condena original de 40 años. Días después de que un amparo lo sacara de la cárcel, se emitió una nueva orden de captura con base en una solicitud enviada por el gobierno de Estados Unidos.
Es de destacar que, pese a que el líder criminal se encontraba en la lista de los más buscados por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) estadunidense, y de la cuantiosa recompensa que dicha agencia ofrecía por información que llevase a su captura (20 millones de dólares, 20 veces más que por la siguiente persona en esa relación), fueron instancias mexicanas las que dieron con su paradero y lograron su detención.
Asimismo, debe tenerse en cuenta que, a partir de la acusación por el asesinato del agente de la agencia antidrogas de Washington (DEA), en el imaginario popular y en la cultura de masas se ha construido una imagen de Caro Quintero que no necesariamente corresponde con la realidad y que puede interferir con la impartición de justicia para quien se convirtió en una de las figuras más reconocibles y célebres del crimen organizado. El mismo caso del homicidio de Kiki Camarena hizo que el capo fuera sistemáticamente demonizado por las autoridades y los medios estadunidenses, por lo cual cabe esperar que el proceso legal que habrá de afrontar en ese país se corresponda con la búsqueda de justicia y no con una suerte de venganza o espectáculo.