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Opinión

Candidaturas y campañas: frustraciones y retrocesos

Por: José Zavala Álvarez*

Hoy vamos a elecciones generales después de meses intensos de abrumadoras y crispantes campañas, lo de precampañas es simple y llanamente un sofisma, también después de las “no campañas”, es decir, todas esas campañas previas a las que la totalidad de las camarillas partidistas dieron rienda suelta utilizando eufemismos para burlar la institucionalidad electoral que intencionalmente diseñaron y aprobaron.

Bajo examen honesto, los procesos de obtención de candidaturas no representaron avance alguno en legitimidad, todo lo contrario, resultaron una persistente simulación, un fraude a la autenticidad. Respecto de las campañas, abundaron quienes ayunos de mérito social y de ideario político comprometido socialmente, echaron mano de la incontenible y cosmética mercadotecnia electoral.

La participación de nuevas generaciones en la política ha resultado, hasta ahora, estéril para sacudir nuestro sistema político electoral de todo ese volumen de mañas y chicanadas que ahí se anidan, nuestras/os jóvenes políticas/os han tirado por la borda la expectativa de cambio que podrían haber generado, les ha ganado el apetito por los cargos y recursos públicos, las convencionales prácticas de nuestra nueva-vieja clase política sigue gozando de cabal salud.

Fuimos testigos de fantasmales encuestas que terminaron canceladas por designaciones directas
al estilo de la vieja escuela, pero que también desataron desenfrenadas y costosísimas propagandas espectaculares para justificar eventuales investiduras. Vimos cancelaciones de contratos por candidaturas “sigladas” que obligó a correr a la tienda del enemigo para comprar curul, luego recular para pagar una postulación a un escaño al mercader pseudo verde con la esperanza de entrar perdiendo mediante la incautación engañosa de votos al partido de la delantera. Con pena ajena observamos a furibundos antiobradoristas que llenaban de vulgares anatemas al presidente, exdirectivos públicos azules y tricolores, recibir candidaturas del obradorismo con el auspicio de quien, con alma azul desde la cuna, pero embozada en piel morena, ocupa la titularidad del ejecutivo estatal. Nos dimos cuenta de las maniobras de quien ocupó fugazmente el más alto cargo del gobierno estatal para comprar la franquicia de otro membrete partidista, que también parasita a la cuatroté, y seguir poniendo mayoritariamente a sus adláteres como candidatos y hacer la guerra a quien le diagnosticó toxicidad. Los procesos de entrega de candidaturas en Baja California no derivan de ejercicios abiertos y equitativos en los partidos, menos de conexión alguna con la población civil, prácticamente la totalidad son resultado de transacciones de prostíbulo y designaciones arbitrarias sin ningún recato.

En franco retroceso político (un antecedente útil puede leerse en un artículo publicado en 2010 en la Revista Legislativa de Estudios Sociales de la cámara federal de diputados: “Reforma político- electoral en Baja California: cinco frustrantes legislaturas”.) quedaron canceladas aquellas leyes locales que el dicho popular llamó “ley antichapulín” y “Ley gandalla”, para referirse a la condena pública contra quienes sin terminar el periodo de un cargo de elección saltaban a otro y a quienes no dejaban su cargo público, que les significa ventaja promocional y de recursos, para hacer campaña por otro, hoy, sin escrúpulo alguno, nuestra novel-vieja clase política ventajosamente se “agandalla” postulaciones para reelección tras reelección y para ir de un cargo a otro, empeñándose en integrarse, o asociarse, con el partido al que le favorece masivamente la inercia electoral, no importa el posicionamiento ideológico por reivindicaciones sociales, al fin y al cabo ya obtenido el cargo les resulta fácil desertar o “vender caro su aventurero amor”.

Las campañas persistieron dominadas por el dinero, de cualquier origen, público y privado, fastuosos gastos en propaganda tan espectacular como fatua, insustancial en pronunciamientos y compromisos sociales, los medios electrónicos y las plataformas de redes sociales fueron inundadas de actuaciones de farándula, algunas creativas, otras francamente ridículas. Fuimos víctimas de operaciones fraudulentas de compra-venta de directorios telefónicos, mi teléfono móvil fue asediado delincuencialmente por llamadas con grabaciones promocionales del mercader pseudo verde y del nostálgico azul. También hubo candidatas/os que explícitamente desaparecieron, sin campaña, sin compromisos sociales, subrayo aquí a los aspirantes a diputaciones locales, un buen número de ellas/os confiando en que su elección, o reelección, será inercial.

El desempeño de nuestra novel-vieja clase política, deja una cauda de frustración social, no importa el partido bajo el cual hayan adquirido la postulación, la explicación de esta conducta tiene que ver con su condición humana, sus valores personales, tampoco importan las plataformas políticas comprometidas en el registro partidista fundacional ni en esta específica contienda electoral, importa obtener el cargo a cualquier costo, solamente.

¿Qué hacer como ciudadana o ciudadano común?, ¿qué votar?, todo un reto cívico hostigado por la incertidumbre y la adulteración ideológica, por la práctica política de conveniencias sin límites morales. Sin duda que es necesario encontrar criterios para decidir el sentido del voto y que ello ayude a reconstruir y recuperar una institucionalidad que obligue de manera efectiva, a quienes busquen cargos públicos, a sujetar su conducta a códigos éticos vinculantes con el interés general, so pena de ser ejemplar y rigurosamente sancionados en caso de desapego. Un buen re-comienzo puede ser ir a votar para contribuir en la generación de condiciones políticas para corregir la institucionalidad constitucional que permita desmontar toda esa red de complicidades entre pandillas propias y extrañas que les reportan obscenos beneficios en perjuicio del interés público, para restaurar el principio constitucional de no reelección, para cancelar las parasitarias y espurias candidaturas plurinominales, quitarle obstáculos a la vía no partidista de acceso a los cargos de elección, para hacer consuetudinario el ejercicio de consultas públicas e iniciativas ciudadanas directas que hagan efectiva la intervención civil en los asuntos públicos trascendentes, para recuperar la tutela del Estado sobre el patrimonio natural y recursos estratégicos del país, para impedir la entrega de recursos públicos al beneficio privado, para minimizar la sangría de la hacienda pública hacia pandillas partidistas, para impedir el insolente robo de impuestos por acaudalados herederos, para reivindicar salarios y pensiones a los segmentos sociales desprotegidos… ese puede ser un buen re-comienzo.

*Profesor Investigador
El Colegio de la Frontera Norte Unidad Mexicali
jza61@colef.mx

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