Bruno Plácido Valerio, luchador incansable
Las comunidades y pueblos de la Costa y la Montaña de Guerrero están de luto; se sienten agraviados y muy tristes. Les arrebataron de la manera más vil a uno de sus principales líderes, un dirigente comunitario indígena que “entregó su vida por la lucha”, como bien dice su hermana Apolonia.
El pasado martes 17, Bruno Plácido Valerio fue asesinado cuando se dirigía a una entrevista con las autoridades de salud del estado para hacer gestión sobre temas de bienestar de su comunidad, Buenavista, municipio de San Luis Acatlán, en la Montaña de Guerrero. Hasta el final, a pesar de su mala salud, por una diabetes ganada a costa de la lucha, no cejó en participar en asambleas, impulsar propuestas, recorrer caminos y tocar las puertas de las instituciones. La ejecución de Bruno es una tremenda afrenta a los pueblos y, muy especialmente, revela un Estado rebasado e incapaz de enfrentar la espiral de violencia e inseguridad que parece no tener fin.
Bruno Plácido fue un personaje muy controvertido al mismo tiempo que fue seguido y reivindicado por su gente, a la que respondió en todo momento, defendiendo su dignidad; generó mucho encono en otro sector de la población bajo argumentos diversos que buscaron descalificarlo y cuestionar su liderazgo. Con sus acciones afectó las fibras profundas de poderes locales y del Estado, y nunca se subordinó, por lo que fue continuamente acosado y perseguido. El propio indígena na’savi fue defensor de sus raíces y su identidad y se convirtió en un líder carismático, comprometido y constructor de organizaciones.
Bruno fue fundador de la Policía Comunitaria de Guerrero que emergió el 15 de octubre de 1995, en Santa Cruz del Rincón, Malinaltepec, para enfrentar la inseguridad y vejaciones continuas sobre la población. Aguerrido como era, Bruno fue el primer comandante regional de esa policía, y en esa calidad tuvo que enfrentar al Ejército que quiso desarmarlos; estuvo al frente de exitosos operativos que lograron traer la seguridad y la tranquilidad a una amplia región de la Montaña. En poco tiempo, la Policía Comunitaria se transformó en una institución de seguridad y justicia (1998), la CRAC-PC. Casi 18 años después, Bruno Plácido fundó la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) con el fin de promover el desarrollo y más tarde la seguridad y la justicia. Fue la situación de inseguridad y violencia que dominó la zona centro de Guerrero, en el contexto de la guerra de Calderón contra el narcotráfico, lo que llevó a la intervención de la UPOEG en Ayutla de los Libres (enero 2013), ciudad acosada por el cobro de piso, secuestros, extorsiones, violaciones y demás violencias extremas y cotidianas. Después de operativos rápidos y exitosos bajo las órdenes de Bruno, los vecinos consiguen tomar el control de Ayutla y detener a los delincuentes, quienes fueron sometidos a un Tribunal Popular que los juzgó (febrero 2021).
La policía ciudadana de la UPOEG se arraigó en Ayutla y Tecoanapa y se extendió muy rápido a la Costa Chica, el corredor de San Marcos a Marquelia, y posteriormente hacia Acapulco y otras regiones del Centro y Sierra de Guerrero. El modelo se distanció del modelo de la CRAC-PC, asentado más en comunidades indígenas de la Montaña, basado en una lógica comunitaria y asamblearia, mientras el modelo de la UPOEG se focalizó en la seguridad y con menos peso en la justicia. Los logros de las policías de la Unión han sido muchos, pero también es cierto que su misma expansión y poco control fragilizaron el sistema, además de incursionar en terrenos minados, la fragmentaron. La UPOEG en sus mejores momentos apoyó a otros movimientos sociales y se convirtió en un referente de la política local. Tuvieron, por ejemplo, una participación importante en las búsquedas iniciales de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa; varios de los familiares eran integrantes de esa organización.
Bruno participó en foros para la reforma indígena en Guerrero y defendió el derecho de esos pueblos a su autogobierno. Con su apoyo se ganó el derecho a elegir autoridades municipales por usos y costumbres en Ayutla de los Libres, y una nueva forma de gobierno en la Honorable Casa de los Pueblos que ha cambiado las dinámicas políticas locales, fuera de las lógicas partidistas.
La llegada del nuevo gobierno con AMLO y Evelyn Salgado, en 2018, abrió expectativas, pero pronto se cerraron cuando Bruno vio la imposición de una política centralista que cuestionó a las policías comunitarias, bajo el argumento que es el Estado el que debe garantizar la seguridad pública y no puede permitir actores armados; política incapaz de comprender el papel tan importante que juegan los actores comunitarios en espacios donde las fuerzas de seguridad del Estado no tienen una presencia local y dejan desamparada a la población. Finalmente, la UPOEG fue desarticulada, lo que se aceleró por los errores de la propia organización, sus divisiones internas y las infiltraciones que Bruno reconoció; con todo no se rompió toda su estructura. En los últimos tiempos Bruno propuso recuperar a las policías comunitarias de la UPOEG bajo un modelo de mayor control comunitario y de asambleas, tarea en la que se estaba preparando antes que le quitaran la vida.
El incremento de la violencia en Guerrero hace que no sea irresponsable “tomar las armas para defenderse de la delincuencia; lo irresponsable sería no hacer nada”, como bien afirmaba Bruno.
Hoy por la noche en Buenavista los señores de la Montaña y del fuego junto con los rezanderos y cantores estarán atentos a que Bruno se despida de su gente, y pueda transitar el otro camino acompañado de su jícara, su machete y su sombrero para alcanzar a su hermano Cirino. Seguro, por allá seguirán tramando qué hacer para construir mundos mejores sin dejar de guiar a su gente en la demanda de justicia. ¡Este artero asesinato no puede quedar impune!
- Profesora–investigadora del CIESAS