Astillero | Feminismo silencioso
La presentación del más reciente libro de Beatriz Gutiérrez Müller concitó una asistencia variada, que fue desde la élite del poder, encabezada por el cónyuge, Andrés Manuel López Obrador, hasta espectadores deseosos de escuchar las presentaciones del texto e incluso atestiguar lo que parecería ser la (¿provisional?) despedida de la escritora de los escenarios políticos.
El cumplimiento del papel conyugal ante la circunstancia presidencial del consorte ha sido marcadamente difícil en otros sexenios. Ha habido casos de marcado silenciamiento, virtual disolución de cualquier asomo de personalidad propia de las esposas, encajonadas en el dorado reducto casi siempre intrascendente del asistencialismo, sobre todo en lo relacionado con «la infancia y la familia» (DIF), muchas veces arrinconadas entre algodones mientras los maridos desarrollaban relaciones afectivas paralelas.
Mutuas conveniencias, con frecuencia: en su nivel subordinado, esposas abusivas del poder del cónyuge, del erario y del servicio militar, a sabiendas de las infidelidades y menosprecios del presidente que correspondiera. Familias extendidas de algunas esposas se enriquecieron en ese contexto.
Con formación académica y una trayectoria personal, Beatriz acompañó en la oposición y en el poder a un personaje cuya vida doméstica nunca ha sido fácil de sobrellevar, entre otras causas porque ha rechazado el enriquecimiento personal y decidió vivir, hasta antes de decidir instalarse en Palacio Nacional, en un rigor comprobable.
Gutiérrez Müller no generó escándalos ni asumió el rol tradicional de la «primera dama». Salió a defender con posturas políticas, no sentimentales, el ejercicio de López Obrador. Tal vez los momentos más difíciles de su exposición pública habrán sido a la hora de hablar, y también de silenciarse, ante los ataques inaceptables al hijo de ambos, Jesús Ernesto.
Cierra Gutiérrez Müller su paso por Palacio Nacional junto a López Obrador en un contexto de una separación física que se ha anunciado a partir del primero de octubre: el tabasqueño se irá a un retiro chiapaneco de retumbante nombre para dedicarse a escribir un libro de historia y abstraerse, dice, de la comunicación y la participación política; la poblana continuará con sus compromisos académicos lejos de Palenque; ambos han asegurado que no hay divorcio y que seguirán atentos a la formación de su hijo. El padre y esposo ha dicho que buscará la manera de viajar del sur al centro del país para mantener su relación familiar.
Hay quienes dudan seriamente del retiro casi monacal que proclama el futuro ex presidente, con oídos tapiados para no enterarse de los sucesos de la presidencia claudista: los importantes hilos de poder transexenal que le quedan y el carácter casi tutorial que ha manifestado desde la etapa corcholata hasta las giras en combo hacen difícil una suspensión abrupta de la acumulación de poder político y electoral que acompaña al carismático saliente.
En el caso de Gutiérrez Müller, en la actual administración se le llegó a mencionar como parte de un cierto grupo interno que promovía, para decisión del superior, ciertos nombramientos y políticas, sobre todo en el ámbito cultural e incluso diplomático. El adiós de los foros políticos, que ayer reiteró, lo hizo con una alocución cargada de frases un tanto enigmáticas por cuanto no se alcanza a precisar si sólo son reflexiones generales: los políticos, y sobre todo los que llegan al poder, deben aprender a escuchar más, por ejemplo, o son ¿mensaje al pasado, al futuro? ¿postulación amplia y sin dedicatoria o cierta crítica individualizada?
Por último, el autor de estas líneas ha de señalar que no ha leído el libro titulado Feminismo silencioso, así que no ha entrado en esa materia sino, en esta ocasión, sólo al hecho político de ayer, de la presentación de una obra en el contexto del propio poder presidencial y de los rumbos físicamente distantes que habrán de tomar los integrantes de una pareja que compartió tiempos históricos. ¡Hasta mañana!
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