Análisis a Fondo | Treinta años no son nada
Treinta años no son nada. Llegó la historia a su final. Murieron muchos indios víctimas del racismo y la exclusión, y soldados creyentes en que, realmente, el gobierno de México estaba a punto de instaurar el neoliberalismo económico para salvar a pobres y ricos. Los presidentes, amanuenses del FMI y el BM, en esos momentos de la historia estaban satisfechos de lograr que la Patria dejara de ser patria y se convirtiera en una enorme empresa de carácter cien por ciento mercantilista, una SA de CV. (Sociedad Anónima de Capital Variable). No morí porque las balas que disparaban los esbirros tiradores de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo Ponce de León, los defensores de la instauración del capitalismo salvaje, se quedaron en su camino. Al volante de mi cochito alquilado, mi conciencia soportó una lluvia de balas. La principal, en el parabrisas, a la altura de mi frente. Ni idea de estar narrando esta historia…
Los indios se levantaron en armas de madera, como respuesta a los fusiles de alto poder, las ametralladoras, los cañones de los soldados del Ejército Mexicano. Y tuvieron un gran éxito. Aunque usted no lo crea, en la actualidad no son muchos los que prefieren el capitalismo. Y mucho menos el capitalismo que depauperar violentamente a los pobres. Aunque usted no lo crea los pobres pueden ser depauperados. Pero hubo cambios. La inmensa mayoría de los jijos de los potentados prefieren optar por los socialismos democráticos. Sirvioles a los mexicanitos que sus jóvenes ancestros de las culturas mayenses que pueblan, principalmente Chiapas no tan fácilmente se tragan el cuento del dios dinero.
Una historia de dolor, muerte, lágrimas. Un capítulo de esa milenaria batalla de ciudadanos mayas, principalmente, ahora con un enemigo que resulta ser atractivo para la acumulación de capital por muy pocas manos…
Así fue y así sigue siendo.
La batalla madre de todas las batallas entre los grandes potentados y los pobres sigue dándose y sin armas de palo…
Yo salí vivo porque aprendí que en este mundo no hay disparejos, Que todos, hombres y mujeres, negros y blancos entre otros, somos hijos de Babel. Un colorido precioso de razas y de idiomas, pero todos con los mismos derechos y oportunidades. Y de verdad. Físicamente, salí vivo junto con otros periodistas, aunque tengo que ser honesto: los sobrevivientes muy pronto olvidaron que salieron vivos porque los soldados eran malos tiradores o todavía eran víctimas de la resaca navideña.
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Todo este cuento puede ser verdad o mentira. Pero si fuera verdad. Habría ocurrido el 4 de enero de 1994, cuatro jornadas después de que el EZLN se manifestara en los municipios de Altamirano, Las Margaritas y la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, gobernada en aquel entonces por el gran episcopo jTatic, hecho indio entre los indios, Samuel Ruiz García.
Nota: Las balas provenían del cuartel del Ejército, siempre establecido en Llano San Juan, entre San Cristóbal y la ciudad de Comitán. Y este breve texto es para recordar al subcomandante Marcos, a la subcomandante Ramona, a los colegas periodistas con quienes nos acompañábamos en nuestros recorridos selváticos, a Jtatic Samuel, a Miguel Álvarez y a tantos y tantos que buscamos entonces captar la realidad zapatista y darla a conocer al mundo.