Adiós al gran pillastre / José M. Murià
No puedo negar que la partida del Citi me deja gran satisfacción. No sé si considerarlo mucho peor que sus homólogos en el ramo de medrar con el dinero ajeno, pero cada quien habla de la feria según le va en ella, y a mí, con este banco, me fue muy mal.
Nada en contra de sus empleados de base, como prueba el hecho de conservar una buena relación con algunos de ellos, que son buenos vecinos. Con ellos he ido incluso teniendo noticias del paulatino descenso de la clientela.
En consecuencia, sin estar avezado en temas financieros, no me sorprendió que el Citi se vaya mucho a donde les platiqué, tal como se lo manifesté con todas sus letras al jefe de mi sucursal cuando logré desligarme por completo de tal cueva de bandidos.
Tal vez para honrar mi rencor, me prendí de un programa de televisión que abordó el tema de su retirada. Es un programa llamado En el Círculo, que conduce don Mario Campos con frescura y, sobre todo, suficiente claridad para los profanos.
El hombre convocó en días pasados a dos jóvenes “financieras”, es decir, conocedoras de los intríngulis del gremio, quienes, como es de suponer, tenían cierta tendencia a enredar la madeja.
Me llamó la atención una de ellas, Nashelli Menabrito Ferráez, que se reputa de “fundadora” de Mujeres en Finanzas, lo cual sugeriría que pudiéramos esperar mejores ideas de ella. Destaca sobremanera el pésimo manejo del idioma, lo cual podría avenirse a la propia imagen que proyectó con un trasfondo poblado de dos computadoras, una estatuilla de Rodo Padilla y total ausencia de libros, a diferencia de la gente que ahora habla desde donde trabaja. A la chava no le caería mal leer algún buen libro de vez en cuando para no cometer tantas incorrecciones. Dejo a un lado la cauda de anglicismos innecesarios y paso por alto su devoción para que cada vez más mexicanos caigamos en las garras de los banqueros, tomándolo como síntoma de progreso, cuando según mi parecer debería de entenderse todo lo contrario…
No me atrevo a pasar por un experto bancario, pero al menos tengo sobre tales jovencitas la ventaja de la antigüedad: hace más de 60 años que tuve mi primera chequera en aquel pequeño Banco Industrial de Jalisco que, por cierto, me proporcionó el mejor servicio que he tenido hasta la fecha.
He vivido, pues, muchos ires y venires hasta llegar a la actualidad, cuando la mayor parte de los bancos semejan verdaderas cuevas de ladrones, en las cuales, sin decir “agua va”, han ido cobrando “comisiones” por todo, obligando, en consecuencia, a quien pueda, a preferir de nueva cuenta, en la mayor medida de lo posible, el uso del efectivo.
Recuerdo aquel grito de López Portillo en 1981: “¡Ya nos saquearon! ¡No nos volverán a saquear!” Pues no pasaron más de 20 años para que los neoliberales o neoporfiristas volvieran por sus fueros y la situación de la ciudadanía acabara peor que antes.
Por lo menos eran banqueros nativos, en vez de los voraces españoles que se han enriquecido sobremanera a nuestras costillas.
Sobre ellos y sus émulos debería, principalmente, pesar la “pausa” dispuesta por el Presidente de la República, si no fuera porque los banqueros mexicanos de hoy tampoco son peritas en dulce.