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«El Estado usa ‘Conquista’ para evadir su deber con los pueblos indígenas»

Por: Reyes Martínez Torrijos/La Jornada


 
Ciudad de México, 13 de agosto.- El 13 de agosto de 1521 ocurrió el inicio de tres procesos, muy relacionados pero diferentes: la caída de Tenochtitlan, las guerras de conquista y el establecimiento del orden colonial, del que el Estado mexicano es una continuación, dice en entrevista la reconocida lingüista Yásnaya Aguilar.

Rechaza que la guerra contra México-Tenochtitlan haya englobado a todo el actual territorio nacional pues «el pueblo mixe no era tributario de la Triple Alianza, pero luego quedamos bajo la categoría indígena. Nosotros no teníamos que liberarnos de nada. Los pueblos yumanos o rarámuris tampoco, pero luego nos igualó la situación colonial».

La especialista relata que, «si bien los tlaxcaltecas y texcocanos fueron los ganadores de esa contienda contra el imperio mexica, y en las guerras de conquista tuvieron muchos privilegios como indios conquistadores, por así decirlo, después se fueron igualando. Ante el establecimiento del orden colonial, los nahuas tlaxcaltecas y los mixes tenemos la misma situación como indígenas, con racismo y todo».

La caída de Tenochtitlan nos igualó

Agrega que otro tema que no se ha mencionado, muy relacionado con el colonialismo, es el de la esclavitud de los afrodescendientes. Son traídos «a este continente para explotar los territorios de los pueblos indígenas en proyectos extractivistas».

Yásnaya Elena A. Gil sostiene que es falsa la idea de que la derrota de Tenochtitlan significó que «todos los pueblos indígenas fueron vencidos. No. Hubo un montón de rebeliones. El proceso de Conquista duró muchísimo. Las rebeliones de los pueblos indígenas comenzaron cuando desembarcó Cortés y hasta 1994».

Para analizar los sucesos de hace 500 años, Malitzin es esencial

La figura de Malitzin, la mujer náhuatl que se convirtió en intérprete y consejera de Hernán Cortés, es «muy importante para analizar lo sucedido hace 500 años, aunque está velada por una lectura misógina que hace el patriarcado», añadió la lingüista.

Destaca que en su momento «los pueblos indígenas querían hablar con ella, no con Cortés. No pudieron, además. Ella fue haciendo las alianzas necesarias. Su historia es extraordinaria y es fundamental, pero a lo largo del tiempo se le ha quitado esa importancia».

Yásnaya Elena A. Gil sostiene que «muchas mujeres nos vemos muy reflejadas en ese tratamiento que se ha dado a las mujeres indígenas. Me parece una figura impresionante. Hay que ver las danzas de conquista y ver cómo está representada: para nada es despreciable como lo es para el nacionalismo».

El Estado mexicano es la continuación del orden de la «conquista», señala especialista. Foto: Twitter Gobierno CDMX

Explica que solo bajo el discurso nacionalista que identifica Tenochtitlan con el actual México se puede pensar que Malitzin fue traidora, aunque ella “no le debía ninguna lealtad a ese altépetl, ya que probablemente fueron mercaderes tenochcas quienes la vendieron como esclava. Además, tenía una posición supervulnerable.

“Imagina que llega alguien que es muy distinto a ti hasta físicamente, huele y luce diferente, tiene barba, en una situación donde viste que son superviolentos y tú eres una muchacha esclava de 14 años. Antes de violarte te bautizan. Eso es muy perverso de la parte española, que Camilla Towsend enfatiza su libro sobre Malitzin.

«En el momento en que se da cuenta de que puede ser útil su habilidad lingüística, que es extraordinaria, lo aprovecha», refiere A. Gil.

Agrega que para el historiador Federico Navarrete, «la nahua se va convirtiendo en un elemento fundamental, aunque Cortés no la mencione en sus cartas; tanto, que en las fuentes indígenas a veces la pintan más grande que a él».

Además, Bernal Díaz del Castillo consigna que al conquistador le empiezan a llamar Malinche y a ese combo le dicen Malitzin, “pero la que puede regular todo y la que conoce, porque además no solo es hablar náhuatl, sino un náhuatl muy elaborado, el de la clase noble, que es rebuscado, ritual y complejo.

«Ella fue teniendo más posibilidades, pero todo el tiempo su vida estaba en riesgo. Ella pudo haber muerto en la ahora llamada Noche Victoriosa, o en muchas otras partes; solo trató de sobrevivir, y después asegurar el futuro de sus hijos, porque, incluso, pidió una encomienda, que le concedieron».

Yásnaya Elena A. Gil hace hincapié en que «no hay ninguna historia de amor con Cortés… esa visión supermisógina y colonialista del asunto. Tuvo un hijo con Cortés, quien después, como para agradecer un poco sus servicios, la casó con un español, que era subir en el estatus y tener cierta aseguranza».

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