Un muro de lodo, basura y hasta cadáveres de animales separa colonias en Acapulco
Acapulco, Gro., 30 de octubre. La Renacimiento termina donde comienza la Frontera. Son dos colonias de población vulnerable, divididas por el cauce del río La Sabana. Con el paso del huracán Otis las necesidades crecieron exponencialmente y los límites entre una y otra se hicieron más notorios, debido a una calle imposible de transitar porque el lodo, la basura, vehículos y los cuerpos de algunos animales se apelmazaron hasta levantar una barrera de más de un metro de alto.
Desde el puente que une a las dos colonias se observa la destrucción que causó el huracán. Las escenas conmueven: Naomi, una niña de 12 años, trata de lavar un pantalón de mezclilla con el agua que aún escurre entre el lodo y la basura y se va por una coladera, muy cerca de donde ella talla para enjuagar la prenda.
En otro extremo, Carolina, una habitante de Chilpancingo, regala porciones de arroz y medio huevo cocido a quien quiera saciar su hambre. A su lado, Apolonio Negrón, un vecino de la Rena -como le dicen a esta colonia fundada en 1982-, distribuye, sin costo, botellas de agua.
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Carolina fue a regalar comida ante la necesidad que tenía uno de sus amigos que habitan en la Rena. «Comencé desde anoche a preparar seis kilos de arroz y varias tapas de huevo. Decidí colaborar con mi amigo y la gente que habita la zona», señala. En menos de una hora sirvió 200 raciones de comida desde las cacerolas que venían en la cajuela de un taxi de la capital del estado.
No faltó quien preguntara cuánto costaba la comida. Otros se sorprendían del gesto y se acercaban a tomar el plato de arroz guisado con jitomate y la mitad de un huevo cocido. «¡Gracias! ¡Qué Dios te bendiga»!, le decían una y otra vez a Carolina, que servía un poco más a las personas mayores y a los niños.
Fango y cadáveres de animales…
En la contraesquina, por momentos Naomi tomaba un descanso. Se sentaba en la banqueta y dejaba que su ropa se mojara, que esa corriente achocolatada pasara en la tela. La menor aún sonreía, a pesar de que el viento de la desgracia pasó a más de 300 kilómetros por hora la madrugada del pasado miércoles, voló los techos de lámina de decenas de viviendas alrededor de la suya y los dejó sin agua potable. Casi todos perdieron lo que tenían en sus hogares.
En Paseo del Río La Sabana la escena revela el efecto del huracán. A lo largo de toda la calle, desde la avenida Eje Central, se levantó un muro de desechos de todo tipo que impide, a pesar de los días transcurridos, que algunos habitantes puedan salir de sus hogares: la pestilencia, la altura del lodo, escombros, hasta los cuerpos de un caballo y de otros animales quedaron atrapados en esa mezcla.
Eje Central, que lleva desde la lateral de la autopista México-Acapulco hasta el corazón de Ciudad Renacimiento, es una de las principales vialidades que recorren la colonia.
Esta es una comunidad creada en la década de los 80 del siglo pasado para reubicar a cien mil habitantes de asentamientos irregulares de las colonias Alta Icacos, Hermenegildo Galeana, Costa Azul y Praderas de Costa Azul, recuerda Miguel Ángel Huerta en su tesis de titulación Construcción y evolución urbana de la colonia Ciudad Renacimiento, presentada en 2018 en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El trabajo menciona que Ciudad Renacimiento fue pensada en esa época como un buen sitio para instalar un asentamiento poblacional; sin embargo, es un territorio que se inunda por completo cuando llueve.
El agua sucia sirve para todo…
Han pasado cinco días del impacto de Otis y en muchos puntos de la Rena piden la llegada del Ejército, la Marina o la Guardia Nacional para que ayuden con el retiro de escombros. El reclamo crece y también el de agua y comida.
En las calles de la colonia Frontera la situación varía muy poco. Hay familias que no han terminado de sacar el lodo de sus casas. En algunas el agua no ha terminado de bajar y sobre las paredes permanece una línea café, que distingue el nivel de la corriente que entró a las habitaciones. Hay paredes donde la mancha subió más de un metro de altura: ni camas ni roperos ni comedores o salas, entre otros objetos, se salvaron.
Este domingo, decenas de habitantes de la Rena y Frontera caminan sobre agua, tierra y lodo. Como si se tratara de un riachuelo, algunos recogen la mayor cantidad del agua que ha escurrido por las calles. Es del mismo color de la que Naomi usa para lavar su ropa. Con esa agua limpian los sanitarios y también se bañan a cubetazos, incluso en plena calle. Es la misma que sirve para medio enjuagar los trastes.
En puntos más cercanos a la autopista México-Acapulco, decenas sacan agua de aljibes, la trasladan a sus casas en garrafones, cubetas o tambos. Dicen que la utilizarán en los sanitarios. Pero allí mismo se bañan y algunos árboles se convierten en tendederos improvisados.
Las imágenes de hombres y mujeres batallando para sacar basura, lodo, agua y desechos, a paladas o a cubetadas, se repite. Las colonias Coral, Coloso, Progreso y Las Parotas no solo se inundaron, sino que sus habitantes perdieron todos sus bienes.
Cocinar con leña en el cerro
En la parte más alta de los cerros donde se construyeron estos asentamientos, que provienen también de la reorganización urbana de Acapulco en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, hay casas construidas con palos y lámina en calles principales y laderas.
Carlos García Toscano contó: «Aquí no solo pegó el huracán, también retachó. Sus aires arrancaron de cuajo las láminas, las casas se cimbraban y en nuestro caso quedamos todos al descubierto, solo nos quedó taparnos con un plástico».
Irene Álvarez Obregón pidió que las autoridades acudan a la calle Andador del Parque, porque las tres pequeñas cuadras se anegaron con la corriente que salió del río, mientras los postes cayeron sobre las casas y los techos volaron.
En la cumbre de ese cerro, donde está la colonia Las Parotas, se observan los efectos de Otis en los techos de lámina y en las casas de madera. Esto también ha obligado a los habitantes a volver a utilizar las cocinas de humo, emplear leña y tabiques, ollas y sartenes grandes que se tiznan al cocinar.
Mientras algunas amas de casa buscan qué preparar, en las calles de la colonia Coral varios hombres cargaban cajas con pantallas, un refrigerador y hasta muebles nuevos con logotipos de las tiendas saqueadas días atrás.
Una vecina dijo a sus amigas que sacaban el lodo de sus casas: «¿Y para qué quieren eso? No tienen ni en dónde ponerlo. Y por sus acciones tampoco nos ayudan. La comida que sacaron, pasa, pero eso no. Aquí la mayoría somos trabajadores en los hoteles y no hemos podido acudir porque no terminamos de sacar todo lo que entró con el huracán a nuestras casas».