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México

Entre huertas de limón y cocinas de drogas, Mora creó las autodefensas

Por: Arturo Cano / La Jornada

Hipólito Mora Chávez, fundador y ex dirigente de las autodefensas de La Ruana, municipio de Buenavista. Foto Víctor Camacho / La Jornada

Por: Arturo Cano / La Jornada

“Vamos a que nos regañe el cura”, dijo Hipólito Mora, y agarró camino rumbo a la flamante capilla que sus seguidores levantaron, en honor de la Virgen de Guadalupe, en el mismo lugar donde el cártel de Los Templarios había levantado otra ermita dedicada a “San Nazario”, es decir, al criminal Nazario Moreno, muerto una vez en voz de Felipe Calderón y vuelto a fallecer en un informe del gobierno de Enrique Peña Nieto.

José Luis Segura era el párroco aludido y, efectivamente, era una de las pocas personas que podían poner algún límite al fundador de las autodefensas de Michoacán, quien por esos días se había convertido ya en un pequeño cacique que decidía sobre las propiedades abandonadas de Los Templarios e incluso sobre quienes, familiares de los criminales, podían –o no– permanecer en la población.

Al igual que el médico José Manuel Mireles, Mora gustaba de los reflectores que le había traído el alzamiento. Buscaba con avidez a sus amigas de la televisión y refunfuñaba con los reporteros de la prensa escrita.

Los Templarios, el archienemigo


Aquel 24 de febrero de 2014 se conmemoró en La Ruana, en el municipio de Buenavista de la Tierra Caliente michoacana, un año del alzamiento en armas en contra del cártel de Los Templarios.

Hipólito Mora fue la estrella indiscutible de un festejo que incluyó música y desfile de los niños de primaria y secundaria.

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Las niñas y niños de las cuatro escuelas básicas del lugar desfilaron y los chamaquitos pelaban los ojos ante las armas de los autodefensas.

–Es una taquera, pero más corta –dijo uno, frente a un arma que portaba un muchacho veinteañero.

–Parece, pero no –respondió otro, experto en escopetas a sus nueve años.

Presumió el chaval:

–Ya quedé con mi padrino que él me va a dar mi cuerno de chivo.

Ra-ta-ta-ta-ta, soltó, agitando los brazos al ritmo de los disparos imaginarios.

Comenzó la misa. Hipólito Mora se persignó y con él todos los infantes.

En una entrevista realizada antes del festejo, Mora declaró que nunca había tenido miedo, aunque sabía desde entonces (2014), que lo querían matar. “Me tiene sin cuidado, que chinguen a su madre. Y que me busquen, ya saben dónde vivo, dónde paso y yo sé dónde viven ellos aquí. Nos vamos, si ellos quieren, ojo por ojo”.

Lo buscaron muchas veces. Las más recientes, en noviembre de 2022, y el pasado 4 de marzo. Y ayer.

Hipólito, El Kiro y El Abuelo


Unos días antes de ese festejo, Miguel Ángel Gutiérrez, El Kiro, un ganadero de Tepalcatepec, había contado a este reportero que las autodefensas nacieron luego de una plática entre Hipólito y Juan José Farías, alias El Abuelo (un empresario agrícola con antecedentes criminales, según informes de la Sedena).

La charla ocurrió en un retén de las autodefensas, con El Kiro armado hasta los dientes:

‘‘Hipólito me llamó y me dijo que quería conocer a El Abuelo. Yo le contesté que tenía que consultar, y así lo hice.”

Según Gutiérrez, Hipólito y El Abuelo se reunieron una sola vez, el 9 o 10 de febrero de 2013, y en esa cita se definió la fecha del alzamiento. “En una camioneta, encerrados nomás los tres, quedamos de acuerdo en cómo se iban a hacer las cosas”.

Antes de contar esta historia, El Kiro se había resistido a decir algo, con este argumento: “Yo no soy de mucho hablar. A mí nomás me dicen: ‘me lo traes vivo’, y lo traigo vivo, o ‘me lo traes muerto’’, y lo traigo muerto’’.

En julio de 2021, El Kiro y su familia fueron secuestrados por un grupo armado, en el marco de la disputa de la todavía existente “autodefensa” de Tepalcatepec y el cártel de Jalisco. Ese hecho dio lugar a bloqueos y balaceras que concluyeron con su liberación luego de tres días.

Su jefe, El Abuelo Farías, sobrevivió a un ataque en 2016. Un año más tarde, su antiguo aliado Hipólito Mora lo acusó de planear un atentado en su contra. “Lo hago responsable si me asesinan”.

La lista de enemigos de Mora iba mucha más allá de esa coyuntura. Su enemigo en casa fue Luis Antonio Torres, alias El Americano (la disputa entre ambos, con un toque de drama familiar, fue narrada en estas páginas), y Mora fue señalado, apenas un mes después de la celebración referida, por los asesinatos de Rafael Sánchez Moreno, El Pollo, y José Luis Torres Castañeda, quien era padre de un asesor de la entonces senadora del PRD Iris Vianey Mendoza (fue encarcelado unos meses, aunque las autoridades dijeron que era para protegerlo). Ambos fueron baleados y luego quemados dentro de un vehículo.

En ese pueblo de huertas de limón y cocinas de drogas sintéticas, cuna de las autodefensas michoacanas, los comunitarios hechos policías rurales se convirtieron en el nuevo diablo de los michoacanos.

El poder de las armas


Hipólito Mora contaba que decidió alzarse en armas el día que Los Templarios se apoderaron de las empacadoras de limón. Dueño de 15 hectáreas de limoneros, padeció en carne propia el horror templario: “La gente salía a las huertas antes de amanecer. Pero muchas veces, a las ocho de la mañana, el cártel daba la orden de detener el corte.

“Con el poder de las armas, manejaban nada más el limón de ellos para que el precio se mantuviera alto, sin importarles que a nosotros nos estuvieran matando de hambre.”

En 2014 tenía 58 años, gafas, playera sencilla, sombrero y huaraches. Y era la autoridad del pueblo, con risa fácil y campirana: “No crean que soy buen investigador ni nada. Nada más dije: ‘chingue su madre y vámonos, háganse bolas y el que se quiera unir, únase’… En lo único que me equivoqué es que yo no creía que fuera a crecer tanto esto”.

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