Vivir Quintana, más conocida por ‘Canción sin miedo’, es muchas otras cosas
Tijuana, 26 de septiembre.- “Vivir” es un verbo en tiempo presente que llama a la vida, y es el nombre que adoptó Viviana Montserrat Quintana Rodríguez (Coahuila, 1975), a quien en su casa ya le decían “Viví”. A Vivir Quintana la conocemos por Canción sin miedo, ese himno poderoso que acompaña al movimiento feminista en México desde 2020, sin embargo es también muchas otras cosas.
Hija de maestros normalistas, niña que creció en Francisco I. Madero (un pueblo casi conurbado a Torreón, Coahuila); estudiante del Conservatorio de Saltillo, egresada de la Normal Superior del estado de Coahuila; cantante en bares, en grupos de mariachi, becaria en el Instituto Nacional de Bellas Artes…
El fin de semana estuvo en Tijuana para una presentación-con un grupo de mujeres y artistas que se acompañan en un proceso creativo y forma de ejercer su profesión- en la Antigua Bodega de Papel, donde compartió escenario con Zofi Zaro, Irina Índigo, Giuliana y Luna Mondragón.
Última en subir al escenario, abrió con una canción que habla de su vida en Francisco I. Madero; “La casa de la esquina”: la casa familiar donde su papá escuchaba el tocadiscos; los campos de algodón; los hermanos, la Luna…la nostalgia por Coahuila. Después trajo al escenario una canción dedicada a las mujeres encarceladas por defenderse de un agresor –Al tiro-, porque la policía llega muy rápido cuando se mata a un hombre pero casi nunca cuando una mujer llama por ayuda.
Un público en su mayoría femenino, acompañó la Canción sin miedo pero también hizo coro a Zofi Zaro y a Irina Índigo, esta ultima de origen venezolano y que cautivó con su canción dedicada a cómo los mexicanos le ponen chile y limón a todas las comidas, desde los esquites hasta el pozole pasando por las palomitas, el mango y las jícamas.
La conversación con Vivir Quintana fue entre tacos de asada y una cerveza después del concierto. Recordó que a los 12 años ya sabía que deseaba cantar, por eso a los 17 se mudó a la capital de su estado para estudiar en el Conservatorio. El mismo maestro que la convenció de cambiar el piano por las clases de canto la fustigó el día que la vio con traje de charro cantando con unos mariachis. Tiene una constancia de sus estudios de música, pero no le acreditaron canto porque a ella le gustaba el corrido, el mariachi, la música popular.
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Vivir de la música
Y sí, se ganó la vida durante varios años cantando en los bares de Saltillo. Mantener la vocación le costó, tanto que un día se inscribió en la Normal Superior de Saltillo para convertirse en maestra de español. Debía hacer algo que le dejara para vivir: “Mis papas me decían ‘hija, le hablamos al maestro fulano para que nos ayude a conseguirte una plaza, regrésate’. Eso cuando ya vivía en la Ciudad de México y me dedicaba a toda clase de cosas”. Escribió canciones sobre la tristeza de no poder vivir de lo que le gustaba, y cantó una de ellas en su primera noche en Tijuana.
“Estoy muy agradecida con la vida, sobre todo porque permitiera a mis padres ver que puedo vivir de la música. No sabes lo difícil que era cada navidad -durante los mensajes familiares por el fin de año- escuchar a mi papá en la cena, pidiendo que el próximo año mi situación cambiara, se abriera una oportunidad”.
Terminó sus estudios en la Normal pero un día después de la graduación decidió irse. Viajó a la Ciudad de México. “Me había preguntado qué quería, ya había cantado en los bares de Saltillo las canciones de otros, había probado con una que otra mía y sentía que a la gente le gustaban. Quería probar suerte en la capital del país”.
¿Qué hago aquí?
Vivir esboza esos recuerdos -que ha comentado en otras entrevistas-, el viaje de muchos artistas, intelectuales, periodistas… que han recorrido el camino de la periferia al centro del país. El no conocer a nadie en el mundo de la música. Ese momento frente al metro Balderas, cuando esperando el camión se preguntó ¿Qué hago aquí?… también su encuentro con las becas, como la María Grever, que le permiten sentarse a componer; su acercamiento a las marchas, a mujeres privadas de la libertad y el feminismo.
El inicio de otra historia
La cantante chilena Mon Laferte le pidió en febrero de 2020 una canción sobre el feminicidio, lo que le llevó a escribir Canción sin miedo, para interpretar en el zócalo de la capital del país el 7 de marzo de ese mismo año. Es el inicio de otra historia. Su canción insignia cerró la presentación en Tijuana y aunque no era una marcha feminista todas las presentes la corearon.
Un varón, que estuvo como espectador, preguntó a su grupo de amigas al salir: ¿por qué la cantan de esa manera? (En referencia a Canción sin miedo).
-¿De cuál?
– No sé. ¿La lloran, la gritan?
– Porque nos hermana en el dolor… y en el coraje.
El tiempo es corto. El concierto terminó después de la medianoche y mañana Zofi y Giuliana tienen una presentación en Mexicali y Vivir e Irina vuelan a la Ciudad de México.