‘Una jauría…’ habla de jóvenes que de víctimas pasan a «victimarios al jalar de un gatillo»
Por: Juan Ibarra/ La Jornada
Ciudad de México,6 de junio.- Everardo González ha asumido una forma de hacer cine documental a través de escuchar, registrar y articular un discurso propio sin minimizar las vidas y contextos de sus protagonistas. Uno de sus temas más recurrentes es la violencia; sin embargo, su manera de desempeñar esa labor no busca condenar a quienes la ejercen, pero tampoco absolverlos.
“Siempre me di cuenta de que mis películas no iban a existir si no había apertura de los otros, de esas personas que aparecen a cuadro. Creo que igual que en una conversación cualquiera, con otro ser humano, uno tiene que estar abierto a escuchar, a conversar, no a imponer”, señala en entrevista.
Su más reciente cinta es Una jauría llamada Ernesto, que recoge las voces de los jóvenes que comienzan a formar parte del brazo beligerante que ostentan los grupos delictivos. “No estoy documentando la violencia, sino la reflexión en torno a ella. Es distinto cuando te sientas a reflexionar con los que ejercen la violencia”, indica González y aclara que su trabajo es sólo el de hacer películas.
“Quizá lo complejo es no caer en juicios fáciles ni victimizar absolutamente a los jóvenes, ni de acusarlos completamente, pero sí tratar de hacer un equilibrio entre lo que uno entiende que es un problema sistémico en el momento en que son víctimas y en el que jalan un gatillo y se vuelven victimarios. Tal vez lo más difícil es tener una opinión equilibrada sobre los fenómenos de violencia en un país como México”, detalla el documentalista.
“Sin el otro no hay película”
El cineasta ha afinado su sensibilidad conforme ha crecido su experiencia. “Claro que el oficio se ha ido desarrollando más, pero creo que lo primero es eso: entender que sin el otro no hay película”, sostiene. “Nunca me ha gustado pensar que ese es el mérito de mi trabajo, vulnerar al equipo, sino tratar de ser cercano a alguien que quiere entenderte, que tiene preguntas”.
Como resultado de ese proceso, González ha rescatado el lado de víctima que experimentan también quienes ejercen la violencia. “El retrato que hago en esta película no es de los hípersanguinarios, sino de los muchachos, casi comunes y corrientes, pero con acceso a un arma. El momento en el que jala el gatillo y ya no tiene retorno. Esa ‘elección’ podría hablar de gente muy desalmada, pero yo elijo hablar de jóvenes que en algún momento tuvieron una vida común y un día ya no”.
Detalla: “La intención es construir un mismo personaje ficticio que se llama Ernesto; aunque la película nunca hace referencia a él, sí es mi intención que de ese coro de voces se empiece a construir una sola”.
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Una jauría llamada Ernesto forma parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), en el que compite por el premio Mezcal. Para el documentalista, más que el reconocimiento a su trabajo, existe una meta más urgente. “Lo que quisiera es primero que nos diéramos cuenta de que esa falsa idea del otro, el violento, está alejada de las buenas conciencias ciudadanas, es un error. Es parte de nuestro ecosistema, de la convivencia cotidiana en un sistema equivocado, y también nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, tenemos parte o somos parte de eso mismo. También ellos son nuestros hijos, vamos a ponerlo así”, señala.
“Construcción del dinero fácil”
Para González, una de las causas que subyace a la existencia de menores sicarios es el entorno en que se desarrollan. “¿De qué sirve a los muchachos imaginar estudiar cuando hay más conciencia de que una sociedad como ésta no le da movilidad social a nadie que estudie? Es durísimo, y además de que hay una construcción ya del dinero fácil”, pregunta.
Luego de haber reflexionado varias veces sobre la violencia en su obra, Everardo González también ha generado una visión amplia y heterogénea sobre nuestro entorno. “Asumo muy bien que pertenezco a las burbujas que tienen dentro de sus posibilidades hacer películas, y que sería muy injusto anteponer los juicios personales a la realidad. Ésta es muy diversa, cada quien reacciona a la cotidianidad de acuerdo con su propia historia de vida y lo que he procurado es no anteponer mi manera de ver el mundo, o de ver la vida, a la gente que retrato”, admite.
Hacer películas como Una jauría llamada Ernesto o su anterior trabajo, La libertad del diablo, también transforman la tranquilidad y percepción del realizador. “Me deja muy jodido, francamente, cuando me doy cuenta de que realmente no se está haciendo nada contundente a nivel política pública para modificar el acceso a las armas o mejorar la vida de la sociedad. Hay paliativos, pero no veo ninguna acción contundente para que los muchachos dejen de tener armas”, critica.
El documental se narra desde una subjetividad múltiple. Con la intención de salvaguardar la identidad de los jóvenes, el espectador sólo es capaz de observar la nuca de quienes cuentan sus historias, como si de un videojuego se tratase. También están los bosquejos del entorno en que se encuentran, así como los sonidos que integran su atmósfera.
Con varios reconocimientos en su haber y tras varios títulos publicados con éxito, González admite que hacer el cine que le interesa se ha vuelto cada vez más fácil. Una jauría llamada Ernesto es producida por Artegios, compañía fundada por el cineasta, y Animal de Luz Films, productora fundada por Inna Payán, quien cuenta con más de 20 de años de experiencia en la industria audiovisual. Sin embargo, el documentalista también advierte el riesgo de continuar con el esquema que tiene la hegemonía en la actualidad.
“El volumen de producción más sólido está en la mano del mercado, con el poder que han adquirido las plataformas. Entonces lo que viene ahora quizá no es un pleito sobre el presupuesto, veo situaciones complejas en el ejercicio de la libertad en la construcción cinematográfica”, señala. “Si el presupuesto atractivo para los equipos de producción está en las manos de los privados, es decir, de las plataformas y no de los mecanismos públicos, pues los privados tienen línea, ellos son la editorial. Entonces, aunque haya espacios de libertad todavía hoy, eso se va a modificar poco a poco porque ellos responden a su mercado. Es la parte compleja y jodida del neoliberalismo en el arte, toda decisión es del mercado”, concluye.
Una jauría llamada Ernesto se proyectará miércoles, jueves y viernes en el FICG. La película estará disponible en salas y en la plataforma de streaming ViX a finales de este año.