Opulencia y arte: Los jardines históricos italianos
‘Fragmentos de paraíso’ es la muestra, en curso hasta el 16 de octubre, dedicada a la tradición italiana de los jardines, que con ciento cincuenta obras recorre el inmenso patrimonio natural italiano labrado por arquitectos, botánicos y jardineros desde el Renacimiento hasta el siglo XIX. Se expone en el majestuoso Palacio Real de Caserta y sus jardines, uno de los últimos ejemplos de villa principesca nacida para rivalizar con Versalles. Nació como sede del poder de la Casa Borbón en Nápoles, proyectada por Luigi Vanvitelli y su hijo Carlos desde 1752. La muestra es una oportunidad para conocer el impacto cultural y naturalístico que la villa y sus jardines tuvieron en Italia.
Fragmentos de paraíso, la exposición curada por Tiziana Maffei, Alberta Campitelli y Alessandro Cremona, recrea el mundo jocoso y ligero de los jardines italianos, que influenció profundamente las artes y las costumbres, a la que concurrieron artistas de todas las disciplinas. En el siglo XVII la floromanía y la ciencia botánica embellecieron los jardines: las flores silvestres fueron sustituidas por plantas ornamentales. Nació la costumbre de adornar las casas con flores y plantas y se crearon finuras como tapices y vajillas, inspirados en jardines. Pero, sobre todo, se originó la pintura de paisaje y de naturaleza muerta.
Los jardines pusieron de moda los banquetes suntuosos al aire libre, que inspiraron toda una literatura que definía la etiqueta, las recetas, los adornos y platillos pensados para crear estupor en los huéspedes. El Scalco alla moderna (1692), de Antonio Latini, es la cúspide de este género. Fue entonces que nació la costumbre de beber el vino frío y el uso del hielo. Las hieleras eran grandes construcciones arquitectónicas semienterradas, de planta circular, donde se conservaba el hielo almacenado en el invierno.
La muestra resalta la importancia del agua en la propagación de las villas, que fueron construidas en la cercanía de ríos, lagos o acueductos para irrigarlos y para la escenificación de los espectaculares juegos de agua de las fuentes. En el siglo XVIII, los jardines a la inglesa sustituyeron la racional geometría de los jardines a la italiana o a la francesa, y se estableció un contacto más libre con la naturaleza.
Las villas Médici
Amada por la aristocracia en la antigua Roma, la villa como casa de descanso y estatus resurgió en la Toscana. Ya desde principios del siglo XIV la gente rica tenía una casa en el campo; sin embargo, los estudios clásicos en el Renacimiento fueron los que llevaron a su recuperación formal y conceptual. El gran tratado de Leon Battista Alberti, De re aedificatoria (1452), incluyó los primeros parámetros tipológicos de la villa, fruto de un estudio directo de monumentos y textos de la antigua Roma. Alberti tuvo además el mérito de emparejar el prestigio de las villas rurales al de los palacios urbanos, desconocido en el medioevo.
También te puede interesar: La sangre paralela: ‘El amante polaco’, de Elena Poniatowska
Como otras familias nobles florentinas, Cosimo el Viejo, patriarca de los Médici, solicitó a mediados del siglo XV a su arquitecto Michelozzo transformar en villas las fortalezas medioevales de la familia: Trebbio, Cafaggiolo y Careggi. Venida a menos la necesidad defensiva, las otrora fortalezas se abrieron a la naturaleza, ennoblecidas por jardines y otros accesorios.
Los Médici amaron las villas. Ubicadas en las afueras de la ciudad y en sus tierras en el norte de la Toscana, sumaban diecisiete a principios del siglo XVII, como muestran las peculiares lunetas al temple de cada villa con sus jardines, mostrándose su aspecto original. Actualmente, las villas son patrimonio cultural delcarado por la UNESCO.
La primera que aplicó los preceptos del Alberti fue la villa Médici de Fiesole (1455–1457), construida también por Michelozzo. Le siguió la villa de Poggio a Caiano en Prato, por encargo de Lorenzo el Magnífico a su arquitecto favorito, Giuliano da Sangallo, en 1485. Ésta se convirtió en el prototipo de villa renacentista en Italia y Europa. La villa equilibra la arquitectura con el paisaje y logra una fusión armónica entre la tradición clásica y la arquitectura rural local.
La cacería y la convivencia era su función primordial. Los Médici y su corte se mudaban de una villa a la otra a lo largo del año, buscando la que aportara las mejores condiciones climáticas y abundancia de animales. Los grabados de las villas Médici, realizados a lo largo del tiempo, fueron determinantes para alimentar el mito del que la campiña Toscana goza hasta hoy.
Las villas romanas
Roma fue célebre por la magnificencia de sus villas; los numerosos artistas extranjeros las inmortalizaron por siglos, creando una imagen idílica. Situadas en lo alto de las colinas en posición panorámica, estaban construidas en terrazas, bordadas por jardines, bosques, ruinas arqueológicas y magníficas colecciones de arte.
Después de un inicio más bien tibio del nacimiento de las primeras villas en Roma, su popularidad se estableció a mediados del siglo XVI. El primer gran ejemplo fue la Villa del Belvedere en El Vaticano (1481–1492); es una construcción aun medieval, en la que más tarde Donato Bramante crearía el fabuloso Patio del Belvedere con jardines y las más exquisitas estatuas antiguas. Sin embargo, fue nuevamente una villa Médici, proyectada por Rafael en 1517, conocida como Villa Madama y situada en las faldas del Monte Mario en Roma, con la que se inauguraría el amor por las villas en la ciudad. Le siguieron villas grandiosas igualmente caracterizadas por su pompa y su posición panorámica, las villas: Borghese, Pamphili-Doria, Corsini, hasta la célebre Villa Albani construida en 1750 y con la que se concluye con esta grande tradición, por citar sólo algunas.
Las villas en el Véneto
En la región del Véneto, en el noroeste de Italia, las villas tuvieron un éxito absoluto. El Istituto Regionale delle Ville Venete tiene listadas 3 mil 400 villas históricas (incluyendo la región del Friuli), construidas entre los siglos XVI y XIX. Este fenómeno aparece desde principios del siglo XV y se relaciona con la colonización de la terraferma que transformó por completo el paisaje, convertido en tierras productivas. Las villas vénetas y sus jardines no sólo eran lugares de diversión y cacería sino auténticas empresas agrícolas y ganaderas, que dieron un sustento adicional al patriciado veneciano, frente al debilitamiento del comercio con Oriente, después de la llegada de Colón a América.
Andrea Palladio (1508–80) fue el gran arquitecto que creó edificios conocidos por su elegancia clásica y su conexión con su entorno. Del grupo de edificios que le son atribuidos actualmente (veintiséis palazzi en la ciudad de Vicenza y veintiún villas rurales en el Veneto, patrimonio UNESCO), destaca “La Rotonda”. Palladio influenció no sólo la arquitectura véneta posterior sino la europea, desde Inigo Jones (1576-1652) en Inglaterra, y sobre todo durante el neoclasicismo en el mundo.
En el siglo XVIII, en la ribera del Brenta se construyeron nuevas villas de menor tamaño pero distinguidas por el lujo y el glamour, nacidas sin una función utilitaria como antes, sino como auténtico refugio para el ocio. Las villas se asomaban al canal del Brenta, que une Padua con Venecia.
El dramaturgo Carlo Goldoni, que las frecuentaba, trazó en al menos seis de sus obras escritas entre 1739 y 1761 (Il prodigo, I malcontenti, La villeggiatura y la Trilogia della villeggiatura) un retrato mordazmente crítico del patriciado veneciano en decadencia, al que pintó como frívolo y libertino. Aquí pasaban el verano llegando en carroza o en burchio, la típica embarcación veneciana de grandes dimensiones con fondo plano para navegar aun con poca agua. La temporada se abría desde el 13 de junio, día de San Antonio, patrón de Padua, se interrumpía en agosto y concluía en noviembre. En esos meses los venecianos ricos vivían en fiesta y eran capaces de despilfarrar patrimonios personales enteros con tal de ostentar su poder.
El settecento se considera el “siglo de oro” de la pintura mural véneta por la costumbre de decorarlas con murales al fresco. Tan sólo Giambattista Tiepolo decoró diez villas, de las que destaca la Villa Valmarana en Vicenza, una obra maestra pintada con su hijo Giandomenico en 1757. La fama de estas villas llegó hasta Inglaterra.
Influencia de los jardines en la pintura
El precedente de los jardines renacentistas fue el hortus conclusus, término simbólico referido a la intimidad de los pensamientos más secretos, que transmite la idea de este espacio pequeño y delimitado por altos muros, situado en los conventos. La diferencia es que no era un jardín ornamental sino un huerto para el cultivo de plantas medicinales, sin una finalidad estética. Las primeras representaciones que los muestran provienen de obras relacionadas con el gótico internacional; miniaturas que ilustraban incunables de temas bíblicos o caballerescos. Una de las más famosas, realizada hacia 1410-1420, es del llamado Maestro del Paraíso de Fráncfort, donde flores, frutos y una gran variedad de pájaros son detalladamente descritos, representando a María en una especie de paraíso terrestre con su corte de vasallos.
El arte véneto comenzó a captar este enorme cambio cultural, influenciado por una literatura bucólica –Arcadia (1504), de Jacopo Sannazaro, y Gli Asolani (1505), de Pietro Bembo, que exaltaban la naturaleza y el amor, influenciando la obra de Giovanni Bellini, Giorgione y Tiziano.
Ciertos temas bíblicos o literarios estaban rigurosamente ambientados en jardines; se señalan algunas obras maestras como el Noli me tangere (1511–1514), de Tiziano, la Susana y los viejos (1555), de Tintoretto, Rinaldo y Armida,de Antoon van Dyck (1629), inspirada en la Jerusalén liberada (1575), de Torquato Tasso. Este gusto se enriquece en el Renacimiento maduro y en el barroco con temas generalmente sensuales o románticos, cada vez más fastuosos, como los mitológicos de Paolo Veronese, también ambientadosen jardines.