publicidad
Cultura

Lucirme en el escenario y cantar es la razón de mi vida, afirmaba Celia Cruz

Por: Juan José Olivares / La Jornada

Ciudad de México, 16 de julio.- Celia Caridad Cruz y Alfonso es La guarachera de Cuba, La reina de la salsa una luminaria hiper-destellante en el firmamento de la música.

Habanera de nacimiento pero universal de corazón, Celia Cruz, de inigualable voz, esparció la sonoridad cubana fuera de la isla, donde hizo su carrera.

Hoy, hace 20 años, se fue la gran Celia, que exigía en cada canción, para endulzarla, el elixir de la caña con un grito que por todo el mundo se escuchaba: “aaaazúúúcar”.

Grabó más de 70 discos acompañada por músicos como Tito Puente, Willie Colón, Ray Barreto y Papo Lucca, pilares de la salsa. Un cáncer le arrebató la vida. Celia interpretaba la música cubana con tal sabor y profundidad que el tiempo ni las diferencias mermaron.

Murió en Neva Jersey y la enterraron con un puñado de tierra de su Cuba, a la que no pudo volver desde su salida, en 1960. Fue lo único que no pudo hacer en su vida. Cuentan que sólo una vez, en Guantánamo, base naval estadunidense establecida ilegalmente en la isla, llegó hasta la acera que divide a las naciones, se paró ahí, metió la mano por debajo y recogió tierra del lado cubano y con ella se le enterró. Decía: “tengo un pedacito de Cuba en mí con esta tierra”. Fue símbolo del exilio, pero también radiografía de la sonoridad de una cultura rica en música.

Cuando dejó su cuerpo, la noticia se hizo global, pero no tanto en Cuba, donde Granma, informaba ese jueves 16 de julio de 2003 sobre la muerte de Celia, aunque subrayaba que la artista “se mantuvo sistemáticamente activa en campañas contra la revolución cubana”.

Cruz, fallecida a causa de un tumor cerebral, fue una “importante intérprete cubana, que popularizó la música de nuestro país en Estados Unidos”, pero “fue utilizada como ícono por el enclave contrarrevolucionario del Sur de Florida”, decía la nota publicada en la página cultural del diario.

México, segunda casa

La artista, que en 1957 visitó por primera vez México como integrante de Las Mulatas de Fuego, manifestaba lo bien que le sentaba venir a este país, que consideraba su segunda casa. Aquí fue donde prácticamente inició su carrera, de aquí salieron al mundo temas como Tu voz y El yerberito moderno, comentó alguna vez el periodista Ernesto Márquez, quien aseguraba que Celia impuso una cubanía que se había perdido.

Celia Cruz regresó a México en 1960 de gira con la Sonora Matancera y decidió quedarse.

En México grabó unas seis placas, algunas con la orquesta veracruzana de Memo Salamanca. Dejó atrás una década difícil junto a la agrupación fundada por Valentín Cané (ejecutante del tres y fundador de la Matancera). Tuvo que reconquistar al público, acostumbrado a la voz de la puertorriqueña Myrta Silva, quien salió de la Matancera para regresar a su país. Se ganó el respeto del público con “guarachas duras y canciones históricas” como Tu voz y Mata siguaraya. Al final, llegó a ser la primera voz femenina de la salsa, “una gran maestra de la inspiración en términos de improvisar”.

Su voz era inconfundible, poderosa, extrovertida, carismática y extravagante, que transportaba a lugares exóticos. Se dice que exportó al mundo la salsa, ritmo que a finales de los años 70 se consideraba bastardo, una mezcla de sonidos afrocubanos como el son, la guaracha y el jazz. Fue representante internacional de una isla donde su música estaba prohibida, aunque era escuchada a bajo volumen en muchas casas.

Que no se escuchara en la radio cubana y fuera vetada era algo muy fuerte, le dolió mucho, según contó el día de la muerte de la cantante Omer Pardillo, quien durante muchos años fue su representante. Éste aseguraba que Celia tuvo clavada esa espina. Sin embargo, lo importante es que por lo menos el pueblo de Cuba la llevaba en el corazón, agregó. Celia nunca dejó de escucharse en privado en Cuba. Incluso, en algunos paladares (resturantes) se atrevían a poner su música en público.

La cantante denunciaba, desde su perspectiva, la situación del pueblo cubano; como lo hacía desde Estados Unidos, no fue bien visto en la isla.

Sin embargo, era única y más de allá de ideologías o pensamientos, llevó con lo suyo, el arte de la música, su aché (don) y magia más allá de las fronteras.

La cantante no estuvo cerrada a los nuevos ritmos. Lo demostró a lo largo de su carrera como con su colaboración en el álbum-tributo a Los Beatles. También cantó con David Byrne –ex Talking Heads–, y unió su voz a la de Matilde Díaz, Angela Carrasco, Los Fabulosos Cadillacs, India, Caetano Veloso, Johnny Ventura y Cheo Feliciano, entre muchos otros.

A Celia Cruz lo que más le gustaba era estar arriba de un proscenio, verse en él, “lucirme… Cantar para la gente. Ésa es la fuerza que me impulsa. La razón y la sazón de mi vida…”

También te puede interesar: Celia Cruz tiene la bemba colorá

Related Posts