Lucha libre sorprende al público infantil del FIC con drama, suerte, fuerza y pasión
Guanajuato, 30 de octubre.-El combate del bien contra el mal tuvo lugar en Guanajuato a través de la lucha libre, que maravilló a centenares de pequeños y, por primera vez, es parte de la oferta cultural del Festival Internacional Cervantino (FIC).
En la Ex Estación del Ferrocarril, los luchadores traídos a esta urbe como parte de la oferta de la Ciudad de México en el festival, escenificaron durante la tarde de viernes y sábado su deporte drama.
La icónica película El Santo contra las momias de Guanajuato cumple la misma edad del Cervantino.
En el camino hacia el cuadrílatero ya se notaba a los pequeños interesados. Uno de ellos rogaba con emoción: “Papá, papá, ¿me vas a llevar a las peleas?”; confunde la palabra en un lugar donde no es usual el espectáculo de rudos contra técnicos.
Reconocidos exponentes de lucha libre lograron conectar con niños y niñas en combates a una caída, donde mostraron que el bien gana y los injustos reciben su castigo. Algo así como la caballería andante.
Decenas de niños usan máscaras, compradas en el lugar a un hombre que ofrecía un centenar de modelos distintos. Vitoreaban cada lance de los técnicos; a los rudos los enfrentaban y reclamaban cada error del réferi. Piden a gritos el cambio del Sagaz, que esta noche no da una.
Un adulto mira con cariño a su hijo. Vive en la ciudad y contó que hace mucho tiempo encontró una máscara usada y le gustaba mucho. Se lamentó de haberla perdido en algún momento de su vida. Alienta a su pequeño cuando suben los chaparritos a pelear. “Mira a Octagoncito. ¡Ese es el cabrón!”
“¡Te voy a jalar las greñas!”
En el sitio actuaron los reconocidos Canek y El Fantasma, así como Jesse Ventura y La Parquita. Son unos cuantos de los más de 30 luchadores reunidos para las dos jornadas.
Sobre las escaleras de los vagones de tren cercano, unos 15 niños se apretujan para tener la mejor vista. Uno muestra a otro cómo se hacen las llaves. Ríen, insultan a los malos. Gozan la subida de los pequeños luchadores.
Se aferran a las rejas que separan al público para mirar lo más cerca posible a sus nuevos héroes o para enojarse con sus odiados adversarios. Un chico de seis años se hace de palabras con un luchador de talla baja: “¡Te voy a jalar las greñas, te voy a jalar las greñas!”, y se dirige hacia el ring, pero como nadie lo para, se detiene solo.
Ya reconocen cuando el rudo hace trampa y cuando el réferi cuenta demasiado lento; en automático corean: “¡Culero!”, pero se entusiasman cuando el técnico, aparentemente vencido, se levanta del suelo y derrota al villano. Y se desahogan con insultos. Pero cuando suben las mujeres, sólo aplauden y chiflan.
La noche volvió aún más festiva esta demostración de suerte, drama, fuerza y pasiones. Los pequeños no se fueron hasta que el último de los combatientes se había retirado y se apagaron todas las luces.