Tras la derrota final, Tenochtitlan estaba toda sembrada de cadáveres
Ciudad de México, 13 de agosto.- Tras la caída de la ciudad de Tenochtitlan no se podía entrar porque estaba llena de cadáveres. La gran mayoría de la población murió en esa guerra y en la epidemia anterior. Así ocurrió la derrota final del imperio mexica, el 13 de agosto de 1521. La Jornada consultó a especialistas e intelectuales sobre la brutalidad de ese suceso.
El pensador Enrique Semo, la lingüista ayuujk (mixe) Yásnaya Elena A. Gil, el escritor y periodista Pedro Miguel y el historiador Pedro Salmerón hablaron de ese hecho que marcó el inicio de la conquista española en el territorio que ahora es México.
Para Enrique Semo, luego de una lucha que duró 11 meses de acciones bélicas diarias, ocho meses para aislar a la ciudad y tres de sitio, la gran mayoría de la población de México-Tenochtitlan había muerto. Una parte en la epidemia de 1520 y otra por la guerra, la falta de agua potable y alimento.
Luego la rendición de Tlatelolco, el 13 de agosto, no se podía entrar en Tenochtitlan, pues «estaba toda sembrada de cadáveres y había un mal olor terrible. Solo una poca de la población había huido. La tragedia humana fue muy grande en la ciudad, que era una maravilla comparable a las mejores urbes de la Europa de esa época».
«Valentía y resistencia dignas del mejor ejército»
El intelectual sostiene que los mexicas “demostraron una decisión, valentía y resistencia digna del mejor ejército, del mejor pueblo; también, que habían comprendido lo que significaban los españoles: el dominio de todos.
«Podemos ver en la lucha de esa ciudad y en su derrota final, que vino después de muchas batallas ganadas por los mexicas, el símbolo de la resistencias de los pueblos originarios. Esa resistencia fue el principio de una larga historia de defensa de los pueblos originarios contra el dominio colonial, que se prorroga hasta la actualidad».
La lingüista ayuujk Yásnaya Elena A. Gil Yásnaya sostiene que la caída de Tenochtitlan, aunque cargada de significado y copada por la narrativa nacionalista posterior, marcó el comienzo de las guerras de conquista y del orden colonial, que conllevaron a que en unos años «nueve de cada 10 personas nativas fallecieran. Es un impacto brutal».
Otra de las violencias que ocurrieron entonces fue que al «quedar el territorio tan despoblado, también fueron a África y secuestraron personas para traerlas a este continente. Es una fecha que acarrea un montón de cosas que no son menores».
Fue el fin de muchas culturas
El periodista y escritor Pedro Miguel refiere que la expedición de Cortés produjo violencia y destrucción: «No acabó con una sino con muchas culturas, porque Mesoamérica era un conjunto de culturas distintas, peleadas entre sí, un poco como Europa».
Incluso los aliados del conquistador “fueron vencidos, porque no solo Tenochtitlan fue arrasado, sino también todas las ciudades de quienes colaboraron con él. Tlaxcala, Texcoco y todos los que ayudaron a los invasores españoles fueron destruidos en términos urbanos, humanos y culturales. No quedó ni un templo, una habitación al estilo prehispánico, ni un edificio administrativo. Nada de nada. El arte fue absolutamente destruido.
«En eso le fue igual a los pueblos enemigos de los mexicas, por ejemplo, los purépecha. Costó mucho más trabajo conquistar a los mayas».
La muerte de la mayoría de los habitantes, agrega el autor de la novela El último suspiro del conquistador, ocurrió por «las masacres tremendas: Cholula, la del Templo Mayor, el sitio de Tenochtitlan, pero también como consecuencia de la llegada de virus desconocidos por los mesoamericanos».
A lo anterior se suman «condiciones de absoluto maltrato, hambre, jornadas de trabajo extenuantes a las que se somete la población conquistada en las primeras décadas de la Colonia, particularmente en la minería y en la agricultura, en las encomiendas».
A pesar de que «hasta donde el poderío español pudo destruirlo, como diría Guillermo Bonfil, el proyecto civilizatorio mesoamericano terminó por persistir y en muchos sentidos sigue vivo».
Combatir racismo, clasismo y machismo
Pedro Salmerón afirma que “combatir la versión tradicional de la llamada ‘Conquista’ es combatir el racismo, el clasismo y el machismo que se derivan de la concepción del mundo fundada en torno a que fuimos conquistados; para lograr una comprensión de un México multiétnico, multicultural, plurilingüístico, diverso, plural e incluyente”.
La captura de Cuauhtémoc, el 13 de agosto, y la rendición de los defensores de Tlatelolco concluye con “la batalla por Tenochtitlan, que se inició en mayo del año anterior, y los 100 días del sitio de México Tenochtitlan, iniciados en la primavera de 1521, después de un año y cuatro meses de guerra abierta.
La fecha es simbólica, continúa Salmerón, porque «primero Hernán Cortés y luego capas y capas de historiografía dicen eso, que se refrenda el derecho de los españoles a tener sojuzgada a toda la América septentrional, pues Cortés inventó que esto era una monarquía territorial, un país, cosa que todavía muchos mexicanos creemos y acusamos a los tlaxcaltecas de traidores y no sé qué más tonterías».
El autor de La batalla por Tenochtitlan, editado por el Fondo de Cultura Económica, sintetiza que la «Conquista» se construyó como «símbolo del origen de la mexicanidad y la mentira de que descendemos de mexica y español. Es el uso político, ideológico y jurídico de ese hecho”.