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Cultura

Caterina, una “influencer“ del siglo XVIII

Por: Anitzel Díaz / La Jornada

Esta viñeta presenta a dos mujeres que en su tiempo, el siglo XVIII, fueron notables: una, Caterina Sagredo Barbarigo (1715-1772), por dirigir un casino en Venecia, y la otra, Rosalba Carriera (1673-1757), por haber pintado su retrato, y el de muchas nobles, en la técnica de pastel.

Caterina fue una infuencer, una socialité veneciana del siglo XVIII, y Rosalba Carriera la encargada de plasmar su imagen. El retrato, un pastel sobre papel de Caterina Sagredo Barbarigo, devuelve una mirada intensa, pícara; su rostro parece decir: “¡Atrévete, anda!” Detenida por la Inquisición, por operar un casino en la Giudecca, Venecia, Caterina también presidía un salón literario.

El problema del casino fue que la Iglesia veía con malos ojos que mujeres de la nobleza se reunieran con los hombres en público, no el juego en sí. Los venecianos eran famosos por su afición a los juegos de azar. Ya en el siglo XVII había garitos clandestinos de apuestas. Caterina sólo aprovechó sus múltiples conocidos en la ciudad y el hecho de que Venecia era parte del Gran Tour que los jóvenes de la aristocracia inglesa hacían al “continente”, para iniciar su negocio. Finalmente, en 1767 la Inquisición permitió que las mujeres nobles frecuentaran los casinos con la condición de cubrirse la cara.

Quien también aprovechó el turismo que proporcionaba el Gran Tour fue Rosalba Carriera, que se hizo famosa en toda Europa por sus retratos en pastel. Pintora de profesión, también se convirtió en cabeza de familia a la muerte de su padre. Permaneció soltera toda su vida, eligiendo la independencia que le aportaba tener un oficio, elección que la diferenció del resto de sus coetáneas: menos del diez por ciento de las mujeres del sigo XVIII no se casaron.

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Es cierto que la técnica del pastel fue utilizada anteriormente por pintores como Leonardo da Vinci, Holbein o Philippe de Champaigne, pero fue Rosalba la que popularizó la técnica como medio para realizar retratos aristocráticos. Suena congruente, pues la mayor parte de las obras que realizó fue para estos viajeros jóvenes que estaban de paso por Venecia. El pastel es muy versátil y no hay que esperar a que seque como el óleo, se difumina y es de trazos ligeros, muy al toque. Así, la pintora agarraba al vuelo al turista, que viajaba además por toda Europa, y le entregaba de inmediato la obra. La reina del pastel, como se le llegaría a conocer, realizó múltiples retratos, además de miniaturas.

Una de las obras más representativas de su arte, hoy inscrito en el rococó, es un autorretrato expuesto en Galería Uffizi. Se trata de una obra donde la pintora sostiene otro retrato, no se sabe si de ella o de su hermana, que además de parecerse físicamente tenía su mismo nombre. Sostiene un porta pasteles, su instrumento de trabajo. Mira de frente, su expresión es de victoria. La textura, la iluminación, la coloración de la piel, muestran su maestría con la técnica. Su capacidad como dibujante es enorme; aunque el pastel permite borrar, no hace menos válido el resultado.

Rosalba y Caterina fueron amigas hasta la muerte de la segunda. La pintora tuvo una larga vida, viajó y trabajó hasta que perdió la vista. Los últimos siete años de su vida vivió en la oscuridad.

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