Cultura

Artista convierte pelotas desinfladas en contenedores para la vida

Por: Alondra Flores Soto / La Jornada

Ciudad de México, 27 de noviembre. Balones de futbol inservibles para el juego adquieren nueva vida con plantas que crecen en su interior en la reciente exposición del artista Rodrigo Ímaz, quien instaló 50 esféricos que se trasladaron de la cancha a los patios del antiguo Palacio de la Autonomía, en el Centro Histórico.

En plena efervescencia mundialista se inauguró Balón ponchado, con la presencia del artista, quien relató que el padre de un amigo le contó que décadas atrás, cuando era la Preparatoria 2, los alumnos jugaban cascarita en el patio. Hoy es el área de las ruinas del ex convento, espacio cultural que alguna vez fue parte del corazón de Tenochtitlan.

“Ahora, cuando se poncha el balón ya no termina la partida, la cascarita, sino que se transforma en otro juego: convertir la pelota en maceta, cuenco y contenedor para la vida”, señaló Emilio Araujo Espinosa en el texto curatorial.

Mientras Fernando Gálvez de Aguinaga comentó que “colocar el balón en esta cancha discursiva, en el momento en que millones de personas ponen su atención en el Mundial de Futbol en Qatar, propone resignificar la pelota, dejar de jugar y cuestionar si somos capaces de reciclarnos como especie, transformar radicalmente el sistema que estamos usando para organizarnos como sociedades, o la esfera terráquea nos verá desaparecer y se reconstituirá sola, usándonos de abono para el siguiente ciclo planetario”.

Arturo H. Rodríguez apuntó que Rodrigo Imáz es uno de los exponentes de la tradición subversiva, “quien con sus balones maceta pone en juego un tiempo singular construido por la mezcla entre el cochambroso ritmo del reciclaje y el parsimonioso ritmo de crecimiento de las plantas”, que se opone al capitalismo, que propone consumir y tirar, que no soporta la espera.

En el contexto del Mundial, los esféricos rememoran la carrera truncada de futbolista de Rodrigo Ímaz, pues a los 16 años declinó la oportunidad de probarse en las ligas inferiores del Puebla. Rechazar el contrato fue una decisión a partir de la angustia de pensar que una lesión podría detener su futuro y que le auguraba un retiro a los 35 años, sin saber hacer algo más que patear una pelota, como relata Araujo.

La vida se hace camino en el objeto que solía rodar, para dar paso a la raíz, “la tierra que antes era soporte para el juego, para que la bola rodara, ahora se convierte en la materia que se convierte en el sustrato que se deposita a través de la ponchadura”, reflexionó sobre la instalación en el espacio que fue sede de la primera Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México, ubicado en Licenciado Primo de Verdad 2, donde las pelotas permanecerán hasta el 10 de enero.

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