La revolución de octubre, episodio difuso para toda una generación rusa
(Esta nota fue publicada originalmente el 8 de noviembre de 2002)
Moscú. Para toda una generación de rusos, la de los nacidos con la perestroika de Mijail Gorbachov en 1985, los mismos muchachos de hoy que, hace 11 años, apenas se enteraron de la desintegración de la Unión Soviética, la revolución socialista de octubre, cuyo 85 aniversario por ajustes de calendario se cumplió este jueves, es tan sólo un difuso episodio del pasado.
En la víspera de este feriado que, por decreto de Boris Yeltsin, dejó de celebrarse como fiesta nacional y se conoce desde 1996 como Día de la Concordia y la Reconciliación, el influyente diario Izvestia preguntó a un grupo de niños y adolescentes qué ocurrió el 7 de noviembre de hace 85 años.
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Las respuestas permiten concluir que la primera generación post-soviética, que quizás todavía no sepa bien a bien hacia dónde va, por lo pronto ya no sabe de dónde viene. Estas son algunas:
Aleksandr Sorokin, 9 años: «Estoy seguro, hace 85 años empezó la Segunda Guerra Mundial. Los rusos peleamos con los polacos y ganamos por ser más fuertes. La verdad no me acuerdo de los nombres de los generales, pero cuando llegue a mi casa le voy a preguntar a mi papá».
Elena Koptieva, 13 años: «Destrozaron a no sé qué partido; creo que al partido de Lenin, sí, el partido comunista, y después hubo una revolución. Llegaron al poder los decembristas y Stalin».
Dmitri Borodin, 11 años: «Aún no lo pasamos en la escuela, pero creo que Lenin y Stalin, que eran comunistas, tomaron el poder ilegalmente. Uno de ellos me parece que mandó fusilar al zar Nikolai Romanov».
Irina Fokina, 13 años: «Estoy de vacaciones ahora, y no me acuerdo».
Andrei Kotik, 14 años: «Hubo una revolución. Todos se agarraron a golpes con todos y después al país le fue como en feria, pero de eso prefiero no hablar. Además, ya hace tiempo que se me olvidó cómo estuvo la revolución».
Andrei Sabin, 13 años: «Ocurrió el domingo sangriento, cuando empezaron a matar a los decembristas. Unos obreros decidieron hacer huelga y se dirigieron no me acuerdo adónde, los estaban esperando ahí y se echaron a todos. Derrocaron al zar, Lenin tomó el poder, y luego Stalin».
Ninguno de ellos, quienes podrían disertar horas acerca del más reciente estreno hollywoodense, acudió esta mañana, muy temprano, a la Plaza Roja para ver desfilar a varias decenas de octogenarios que cada año se reúnen y cada año son menos.
Con el peso de la edad y las enfermedades, apenas pudieron marchar una treintena de metros, orgullosos de ser sobrevivientes -la mayoría- de la parada militar del 7 de noviembre de 1941. De ahí se fueron al frente, a combatir a los invasores hitlerianos. La Plaza Roja, en cambio, estuvo vedada para la gente -25 mil personas, según la policía de Moscú; un mínimo de 50 mil, de acuerdo con los convocantes- que sacó a la calle el Partido Comunista de Rusia (PCR), la principal organización política de oposición al Kremlin.
En ordenadas columnas, con banderas rojas y dos grandes mantas que decían «¡Abajo la burguesía!» y «¡El capitalismo es la guerra!», mujeres y hombres, en su mayoría de los 40 años para arriba, recorrieron sin incidentes los dos kilómetros que separan la estatua de Lenin, en la plaza Kaluzhskaya, y el monumento a Marx, frente al teatro Bolshoi.
Al tomar la palabra en el mitin que siguió a la marcha, el líder del PCR, Guennadi Ziuganov, exigió la renuncia del gobierno ruso. «No tenemos gobierno. Es un equipo que puso a remate el país, que destruye nuestros valores esenciales y promueve leyes dañinas», acusó.
Los aduladores del poder, los miembros del extraño movimiento juvenil Vamos Juntos, que surgió sin otro propósito declarado que vitorear al presidente Vladimir Putin, también se reunieron no lejos de ahí, junto a la Catedral de San Basilio.
En medio de las habituales porras a su ídolo, casi 5 mil adolescentes de ciudades cercanas a esta capital, durante 45 minutos escucharon estoicamente una perorata sobre cómo Minin y Pozharsky encabezaron la rebelión que liberó Moscú de los polacos.
Los hechos sucedieron en 1612 y no guardan, ni para bien ni para mal, relación alguna con la revolución de 1917. Los organizadores de este extemporáneo mitin no encontraron mejor día para «recordar el pasado glorioso del país y a dos de sus héroes», según se dijo.
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