Intervenciones en Latam tras casi 200 años de la Doctrina Monroe de EU
Beijing, 11 de mayo.- Los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador, y de Bolivia, Luis Arce, afirmaron esta semana que se negarán a asistir a la próxima Cumbre de las Américas, que se celebrará en Estados Unidos, del 8 al 10 de junio, si el anfitrión insiste en la exclusión a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la misma.
Esta no es la primera vez ni la última en que Estados Unidos intenta imponer su voluntad en toda la región americana.
Durante los casi 200 años desde que Estados Unidos propuso la «Doctrina Monroe» en 1823, las agresiones e intervenciones estadounidenses en América Latina han predominado en las relaciones bilaterales y están lejos de llegar a su fin.
Ofensiva militar, pecado original
La historia del desarrollo de Estados Unidos constituye un relato de resistencia, de sangre y lágrimas para los pueblos latinoamericanos.
Después de su fundación, Estados Unidos empezó a expandir su territorio y extendió su mano a México, además de despojar a los indígenas norteamericanos de su propia tierra.
A través de la guerra con México, Estados Unidos se apropió de la mitad del territorio mexicano, que comprende los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado y partes de Arizona, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
Como resultado, México perdió importantes recursos minerales, mientras que su desarrollo económico se vio afectado notablemente.
A finales del siglo XIX, Estados Unidos lanzó otra ofensiva y se adueñó de Puerto Rico en el Mar Caribe a través de la guerra hispano-estadounidense, ocupando además Cuba.
Al entrar en el siglo XX, las agresiones militares estadounidenses contra América Latina fueron frecuentes, incluyendo poco a poco a los países latinoamericanos en su esfera de influencia.
En 1903, Estados Unidos arrendó por fuerza Guantánamo, puerto natural cubano en el Caribe, convirtiéndolo en la primera base militar estadounidense en el extranjero, y se rehúsa hasta la fecha a devolverlo a Cuba.
En 1915, Estados Unidos envió tropas a ocupar Haití con el pretexto de «proteger a la diáspora» ante el disturbio local, y no se retiró hasta 1934.
Estados Unidos ocupó República Dominicana de 1916 a 1924, con el objetivo de cobrar deudas pendientes contraídas por los gobiernos dominicanos con la potencia del Norte.
En 1965, cuando estalló una guerra civil en República Dominicana que derrocó al gobierno proestadounidense, Washington envió a cerca de 40.000 soldados a «restablecer el orden» en el país.
En 1989, Estados Unidos envió tropas de élite para invadir Panamá bajo la excusa de «proteger las vidas y propiedades de los ciudadanos estadounidenses», derrocando al gobierno militar panameño e intentando controlar permanentemente el Canal de Panamá.
Acoso económico, traba al desarrollo
En 1904, el escritor estadounidense O. Henry aprovechó su experiencia en Honduras como prototipo de su novela «Repollos y reyes», acuñó el término «república bananera» exponiendo el despiadado saqueo del capital monopolista estadounidense en América Latina y el Caribe.
La «república bananera» se refiere a los países centroamericanos y caribeños que estaban controlados por el capital estadounidense a principios del siglo pasado y cuyas economías dependían de un solo recurso como el banano o el café.
En 1930, el capital monopolista estadounidense representado por la United Fruit Company controlaba alrededor de 1,4 millones de hectáreas de tierra en Costa Rica, Guatemala, Honduras y Panamá y más de 2 mil 400 kilómetros de vías férreas, así como las aduanas, las telecomunicaciones y otros sectores esenciales de estos países.
Solo en 1947, la empresa estadounidense representaba el 16,5 por ciento del PIB de Costa Rica, 22,7 por ciento de Guatemala, 38 por ciento de Honduras y 12,3 por ciento de Panamá, respectivamente.
Explotados y saqueados por Estados Unidos, estos países se han convertido en los vasallos económicos del país norteamericano como proveedores de materias primas y mercados de dumping de productos básicos estadounidenses, y sus economías han quedado rezagadas hasta el momento.
Además, Washington también impuso y sigue imponiendo sanciones indiscriminadas y aranceles a varios países latinoamericanos, restringiendo aún más el desarrollo económico de la región.
En 1962, Estados Unidos inició un embargo total al comercio con Cuba, país que ha sufrido hasta mediados de 2021 un detrimento superior a los 150.000 millones de dólares.
«El bloqueo asfixia nuestra economía, provoca carencias, obstaculiza el desarrollo y constituye la mayor violación de los derechos de los cubanos», subrayó el ministro de Relaciones Exteriores de la isla, Bruno Rodríguez.
A su vez, Venezuela ha sufrido más de 430 medidas coercitivas unilaterales implementadas desde 2015 por Estados Unidos y sus aliados, con una pérdida que supera los 130 billones de dólares.
Las consecuencias de estas medidas se traducen en la reducción del 99 por ciento de los ingresos del país, con un impacto negativo extendido a todos los ámbitos sociales y económicos, según detalló el canciller de Venezuela, Félix Plasencia.
Intervención, máscara de Doctrina Monroe
Entrando al siglo XXI, a medida que los países latinoamericanos se recuperaron de las recurrentes crisis políticas y económicas, su relación con Washington empezó a caracterizarse por contradicciones y conflictos.
En 2011, se estableció la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que abarca los 33 países de la región, siendo la primera organización regional en las Américas sin la participación de Estados Unidos y Canadá.
Ante el continuo declive de su propia influencia, Estados Unidos se vio obligado a ajustar la política con América Latina.
El entonces secretario de Estado John Kerry declaró en 2013 en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) que «la era de la Doctrina Monroe terminó», y que se iniciaba una era entre Estados Unidos y los países de América Latina y el Caribe de «intereses y valores comunes».
Pero esta no es la verdad. A juicio del investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México, Adalberto Santana, se ve detrás de muchos acontecimientos políticos latinoamericanos la sombra del Tío Sam.
En el golpe militar de 2009 en Honduras, las destituciones de Fernando Lugo de Paraguay en 2012 y Dilma Rousseff de Brasil en 2016, la renuncia forzada de Evo Morales de Bolivia en 2019 y la crisis política en curso en Venezuela, Estados Unidos es el responsable de estas irregularidades.
En un discurso ante el Senado de Estados Unidos en febrero de 2022, el senador demócrata Bernie Sanders reconoció que Estados Unidos ha socavado o subvertido los gobiernos de al menos una docena de países de América Latina y el Caribe.
«Durante los últimos 200 años, nuestro país ha operado bajo la Doctrina Monroe, abrazando el principio de que, como potencia dominante en el Hemisferio Occidental, Estados Unidos tiene el derecho, según el país, de intervenir contra cualquier país que pueda amenazar nuestros supuestos intereses», dijo Sanders.
En 2020, Estados Unidos insertó al halcón estadounidense Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ignorando la práctica de que el líder del banco ha sido siempre un latinoamericano, con la intención de ejercer más presión diplomática sobre países como Venezuela.
Al inicio del brote de la COVID-19 en América Latina, Estados Unidos, el entonces epicentro mundial de la pandemia repatrió por fuerza a los inmigrantes ilegales centroamericanos sin hacer test como es lo habitual, aumentando el riesgo epidemiológico en los países frágiles en sistemas de salud.
Además, frente a las razonables exigencias en materia de infraestructura, vacunación y desarrollo social de los países latinoamericanos, Estados Unidos optó por ignorar e incluso obstaculizó su cooperación con otros fuera de la región, bajo las falacias como «trampas de deuda» y «neocolonialismo», obligándoles a tomar partido a costa de su propio desarrollo.
Para el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, Estados Unidos, sin embargo, ya no comprende que América Latina y el Caribe cambiaron para siempre y que no hay cabida para restaurar la Doctrina Monroe y la visión panamericanista.
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