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Estoy dispuesto a derramar mi sangre para convertirme en ídolo: Divino Espinoza

Por: Juan Manuel Vázquez / La Jornada

Ya tiene un campeonato mundial, pero Rafael Divino Espinoza estaría dispuesto a derramar su sangre para convertirse en ídolo del boxeo. Uno que arrebate a la multitud. De esos héroes que sus fieles siguen incluso en los momentos de desgracia. Para eso, admite, todavía hace falta mucho sacrificio y entrega con la gente.

El Divino no derramó sangre hace una semana en Pembroke Pines, Florida, ante el cubano Robeisy Ramírez. No fue necesario, porque Espinoza llegó con una templanza física y espiritual que le permitió demoler al que en ese momento era el campeón pluma de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) y arrebatarle el título. Aquello fue como meterse enuna guarida de enemigos, todos connacionales de Ramírez y hostiles contra el mexicano.

Sabía que tenía todo en contra: el prestigio de Robeisy, el público hostil, porque al ser en Florida estaba lleno de cubanos, es como si estuviera en su tierra. Y la prensa, todo el tiempo me lo recordaban como si yo no fuera nadie. Cualquiera puede quebrarse con eso, pero tenía que hacer que pareciera una pelea de rutina, no el combate donde me jugaba el futuro, cuenta el Divino.

Estabilidad mental

Cada vez más entrenadores admiten que preparar a un campeón no es sólo enseñarlo a desarrollar el arte del golpeo y la defensa en la lona. Hay un ingrediente que se escapa a menudo y tiene que ver con el control de las emociones, la estabilidad mental necesaria para poder manejar los conflictos y las adversidades frecuentes en el boxeo. Espinoza buscó tutoriales en línea sobre meditación. Estaba convenci-do que el trabajo de gimnasio lo cumplía a cabalidad, pero le hacía falta trabajar la parte emocional.

Fue importante. Desde aprender a respirar y no pensar en nada más, cómo manejar las emociones, eso es algo que sirve mucho para todo en la vida. También pensaba en cómo se daría ese momento de la pelea, qué haría si se complica, cómo salir adelante sin perder la calma. Cuando estuve en el combate, era como algo ya vivido, le llaman déjà vu, así que sabía lo que debía hacer tal como había planeado, cuenta Espinoza.

En el boxeo llaman underdog al contendiente que no tiene opción de triunfo. Eso era Espinoza para la mayoría. Apenas comenzó el combate se apropió de las acciones y dominó al cubano. Avanzaron los episodios y el mexicano se confió.

Al ver que estaba dominando, descuidé la guardia. Eso es algo fundamental en este oficio y por ahí entró el golpe, recuerda ese impacto que lo mandó a la lona. Hay peleadores que después de caer o de ver su sangre entran en pánico y se sienten perdidos. Otros, como Espinoza, respiran y piensan en lo que deben hacer para revertir esos imprevistos.

En la esquina hablamos breve y sólo recordamos que yo que-ría ser campeón del mundo, y si había dominado la pelea, podía volver a hacerlo, comenta.

En el último asalto lastimó al cubano y el mexicano no dejó de tirar golpes con una ansiedad que parecía no obedecer a ningún mandato. Sólo se detuvo cuando vio a su adversario postrado en la lona. Lo había vencido.

Cuando lo proclamaron nuevo campeón del mundo, lloró y celebró. Apenas podía hablar de la emoción, ahí había olvidado el control emocional, pero ya no era necesario.

Después de conquistar el campeonato me preguntan cuáles son los planes y si soy consciente de lo difícil que será defenderlo, confiesa; por supuesto que lo sé, ahora todos quieren arrebatármelo.

Su única extravagancia, por llamarla de algún modo, será hacer pública una canción que compuso para cuando fuera monarca. Espinoza, el Divino, estudió canto y fue gracias a una maestra en ese arte que le pidió dar descanso a la voz por lo que entró al boxeo. Hoy es campeón mundial y hay una canción para celebrarlo.

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