Alertan por destrucción ‘invisible’ de praderas marinas, aliadas contra el calentamiento
Cada año, el planeta pierde miles de kilómetros cuadrados de praderas marinas, uno de los ecosistemas de mayor relevancia para la biodiversidad y la captura de carbono, alertó Miguel Ángel Mateo, integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, órgano de investigación del gobierno de España, y responsable del Grupo Español de Expertos en Ecosistemas de Carbono Azul (g3eca.com).
En entrevista con La Jornada, el especialista relacionó la degradación de ese hábitat con actividades pesqueras, el turismo y la contaminación de los océanos. También alertó de que el ambiente natural dañado es extremadamente difícil de recuperar, ya que hacerlo tarda de décadas a siglos.
«Lo más importante es concientizar a la gente de que existe, de que de esos sitios depende gran parte de nuestra seguridad alimentaria y el resguardo de las costas», dijo, y agregó: «Nuestros esfuerzos deben estar dirigidos a implementar estrategias de conservación y tolerancia cero a su destrucción».
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Las praderas marinas se componen de plantas acuáticas de unas 60 especies diferentes, de acuerdo con las características del agua y el sedimento donde se encuentren. Son conocidas por su capacidad para estabilizar fondos marinos y evitar la erosión costera, filtrar contaminantes, proporcionar hábitat y alimento a una amplia variedad de fauna.
Junto con los manglares y las marismas de lugares templados, tienen un papel protagónico en la mitigación del cambio climático, por su función en la captura, almacenamiento y transferencia de carbono.
La superficie mundial de praderas marinas es muy incierta. Los científicos consultados estiman una extensión de entre 22 mil y 400 mil kilómetros cuadrados. Las reservas más importantes están en el Mediterráneo y Australia; en nuestro país hay presencia en el Golfo de México, una parte del Pacífico y la Península de Yucatán.
«Guarderías increíbles»
También consultado por La Jornada, Jorge Herrera Silveira, del Departamento de Recursos del Mar del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional Unidad Mérida, describió la relevancia de las praderas marinas como «guarderías increíbles de biodiversidad; ahí viven (ejemplares) juveniles de peces, moluscos y crustáceos».
Sus palabras resonaron en Miguel Ángel Mateo, quien comparó estos ambientes con bosques y agregó que «donde están presentes, hay 10 veces más riqueza biológica que si tuviésemos un fondo marino completamente desnudo».
Pese a su importancia, a nivel global se pierden entre uno y 5 por ciento, comentó. «Si, siendo optimistas, aceptásemos que solo se pierden mil kilómetros cuadrados, la superficie equivaldría a 125 mil canchas de futbol«.
Herrera Silveira agregó que las amenazas que enfrentan dependen de cada región, aunque sobresalen las actividades pesqueras, «ya que las redes de arrastre y la instalación de estructuras como boyas pueden causar su fragmentación».
Otro problema es la contaminación por nutrientes y químicos en el agua. Las praderas «son muy sensibles a la polución, requieren que el agua se transparente, temperaturas cálidas y zonas de baja energía, porque si los ambientes son muy turbulentos, no se pueden establecer».
Hotelería destructora
Las actividades turísticas son otro desafío para este tipo de hábitat, ya que los visitantes los consideran desagradables, por lo que empresas turísticas y hoteleros tienden a retirarlos, en lugar de ofrecer actividades como el esnórquel, que permitan apreciarlos.
Mateo y Herrera Silveira coincidieron en que lo más grave de los procesos de degradación es que los trabajos de remediación son escasos, costosos, y tienen pocas posibilidades de éxito.
«Una opción es recoger fragmentos de pasto desplazados por los temporales y que estén libres en el mar o hayan sido expulsados a las playas, aunque en muchos países no está permitido obtener porciones ni semillas para tareas de restauración; después, los segmentos deben ponerse en cuarentena para comprobar su vitalidad.
Por fin, los que son viables deben ser plantados por buzos en el fondo marino, uno por uno».
Otra alternativa es tomar las semillas arrojadas a la zona de costa por la marea y ponerlas a germinar en el laboratorio. Al cabo de seis u ocho semanas tenemos una plantita que podemos llevar al mar para que vaya creciendo, extendiéndose y ocupando más superficie, pero es un proceso muy lento, indicó Herrera Silveira.
Ambos especialistas señalaron que la restauración de pastos marinos es la segunda más costosa en el mundo, solo superada por la de arrecifes de coral.
Mateo consideró que lo mejor es apostar por prácticas de protección y conservación. «Si un incendio consume un bosque todo el mundo lo ve, y se lamenta; pero si un barco de dragado se lleva 10 hectáreas de pasto marino, nadie se entera, a nadie le preocupa, no pasa nada. Por eso creo que visibilizar, informar, sensibilizar en torno a ellos es la tarea que debemos potenciar».