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Acordaron Rusia y Ucrania una «tregua humanitaria»

Por: Juan Pablo Duch / Corresponsal La Jornada

Moscú. La segunda ronda de negociaciones entre Ucrania y Rusia, en la frontera polaco-bielorrusa, concluyó este jueves –una semana después de que comenzó el ataque ruso– con un acuerdo, mínimo pero indispensable en las condiciones actuales, de abrir “corredores humanitarios” para que la población civil pueda abandonar las ciudades sitiadas, comprometiéndose Rusia a respetar ese alto el fuego sólo durante el tiempo que se especifique, en cada caso, para la salida de la gente.

A pesar de que no se logró lo principal –detener por completo la guerra–, ambas delegaciones hicieron saber que la vía del diálogo no está cerrada y pronto, en fecha aún por determinar, habrá una tercera reunión.

“Ahora lo más importante es salvar a las personas, para lo cual acordamos abrir corredores humanitarios y detener las hostilidades durante el tiempo que dure su evacuación”, informó el jefe de la delegación rusa, Vladimir Medinsky, asesor cultural del presidente ruso.

“En nombre de la Federación Rusa –agregó– pido a la población utilizar los corredores humanitarios que se habiliten”.

Su contraparte, Mikhailo Podolyak, asesor del presidente ucranio, Volodymir Zelensky, confirmó el acuerdo y sostuvo que, aunque no es lo que quiere Ucrania al aceptar participar en este tipo de encuentros, espera que sus demandas sean atendidas en la próxima ronda de negociaciones.

La tragedia que cayó sobre Ucrania, vista desde Moscú, podría parecer que transcurre en dos mundos paralelos.

Uno, el que muestran los medios oficiales rusos con un presidente Vladimir Putin que pidió este jueves un minuto de silencio para honrar a los héroes que dieron sus vidas por acabar con los neonazis y afirmó, satisfecho, que la operación militar avanza y está alcanzando todos sus objetivos, como se planeó.

Y el otro, ausente de las pantallas de la televisión rusa, que tendría que mostrar la devastación y muertes que está causando la invasión, tampoco habla del rechazo de la población ucrania que, según el Kremlin, debería sentirse agradecida por ser “liberada”.

Al hablar ante los miembros del Consejo de Seguridad de Rusia, Putin anunció además que cada familia de militar muerto en combate recibirá una compensación de 5 millones de rublos, poco menos de un millón de pesos al tipo de cambio de hoy.

Mientras la ofensiva continúa sobre las ciudades del sur para establecer una franja que comunique por tierra el Donbás con Crimea y le quite a Ucrania el acceso al mar, en caso de que pierda los puertos de Odesa, el mar Negro, y Mariupol, el mar de Azov, la llegada de las tropas rusas a la ciudad de Leópolis tuvo una recepción que no se imaginaban los que esperaban ver alfombras rojas.

En lugar de eso, las recibió una espontánea manifestación de indignados habitantes de la ciudad desarmados, que blandían banderas ucranias y lanzaban gritos de “Váyanse de aquí, no los queremos”.

En su afán de castigar al enemigo –es finalmente una guerra de Estados Unidos y sus aliados contra Rusia, aunque la sufre más la población civil del que está en medio, Ucrania–, las sanciones de Occidente y las respuestas del Kremlin llegan a extremos francamente grotescos y hacen pagar a justos por pecadores.

¿Cómo si no calificar así la decisión de la Federación Internacional Felina (FIFe)? Con sede en Francia, esta organización emitió un comunicado en el que expresa su preocupación por lo que está pasando en Ucrania y, solidaria, resuelve que “ningún gato nacido en Rusia podrá ser importado e inscrito en su registro de libros de pedigrí FIFe fuera del territorio ruso”, así como no podrá participar en ningún concurso felino internacional.

Y como más de 100 empresas trasnacionales decidieron este jueves irse del mercado ruso es de suponer que los gatos dejarán de deleitarse con la comida preparada del otro lado del océano para paladares felinos. Los franceses no son los únicos, pero quizás van a la vanguardia en eso de aplicar sanciones, como si se tratara de devolver la afrenta que recibió su presidente, Emmanuel Macron, cuando el Kremlin se permitió decir que con el único que se puede negociar algo es con Estados Unidos y preguntó qué es lo que decide Francia en la OTAN.

Por eso u otra razón que escapa al sentido común el gobierno francés se sumó a los países que expulsan a sus estudiantes, no por vagos, sino por el simple hecho de ser rusos e incluso decidió ir más allá y cerrar de golpe el Liceo francés de Moscú, donde estudiaban niños no sólo rusos y franceses, sino de muchos países. Los maestros, casi todos franceses, se quedaron en el limbo: sin trabajo, ingresos ni posibilidad de salir de Rusia, cerrado el espacio aéreo europeo.

Los alemanes tampoco distinguen a quién quieren castigar: su principal banco, el Deustche Bank, congeló este jueves todas las cuentas de ciudadanos rusos en cualquier país, por el simple hecho de haber nacido aquí o tener pasaporte de este país.

En el otro lado de la trinchera de las sanciones, el Kremlin tampoco se apoya en el sentido común al anunciar su respuesta. Así, la Duma, que en su actual composición no es más que un dócil instrumento de lo que ordene la élite gobernante, aprobó de urgencia enmiendas que recrudecen el castigo por difundir noticias falsas sobre el ejército ruso. Por elaborar ese tipo de noticias, la pena prevista son tres años de cárcel; si para difundirlas se utiliza Internet, quien lo haga puede recibir de cinco a 10 años de prisión; y ya si la noticia puede provocar un “efecto peligroso para la sociedad”, la condena será de 15 años de reclusión.

Según Aleksandr Malkevich, a cargo del grupo de trabajo de lucha contra la información infundada, creada por las autoridades rusas, “desde que comenzó la operación militar especial en Ucrania, hemos detectado un millón 400 mil noticias falsas en las redes sociales”.

Sólo le faltó precisar a Malkevich que el gobierno ruso considera como tales cualquier mensaje, sobre los sucesos en Ucrania, que incluya en su texto “guerra”, palabra prohibida. Debe decir “operación militar especial”, algo parecido al “contingente militar limitado” soviético que intentó implantar el socialismo en Afganistán y tuvo que retirarse, con mucha más pena que gloria y miles de soldados muertos, 10 años más tarde.

Por ese motivo, el consejo de administración de la emisora Ejo Moskvy, donde tenía mayoría la corporación Gazprom, despidió ayer a su director, Aleksei Benediktov, y cerró la estación de radio, una de las pocas voces independientes que quedaban en Rusia.

Cuando el Kremlin forzó al magnate Vladimir Guzinsky, que aportó parte de su capital para fundar la emisora, a vender su imperio mediático, sobre todo el canal de televisión NTV, Gazprom heredó sus acciones y se comprometió a no interferir en la política editorial de Ejo Moskvy, que permanecía como un islote de periodismo independiente en medio de un mar de medios subordinados al Kremlin para demostrar que en Rusia no había un régimen totalitario y se respetaba la libertad de expresión.

Ahora, al parecer, al Kremlin ya no le importa guardar las apariencias y, clausurada la emisora, también obligó al canal de televisión Dozhd, el único que no se le supeditaba, a bajar la cortina temporalmente cuando irrumpió la policía en sus instalaciones, mientras piensa cómo volver a transmitir su señal y desde dónde.

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