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Baja California

Volver a empezar en San Quintín, una oportunidad para mujeres agredidas

Por: Julieta Martínez

San Quintín, 24 de octubre. En octubre de 2003, Dorothy juró que nunca le diría «no» a quien le pidiera ayuda; su determinación surgió luego de que no pudo hacer nada por una niña de 13 años víctima de explotación sexual que le imploró apoyo cuando la directora de un centro de rehabilitación para mujeres adictas le dijo que debía regresar a su casa donde hacía «trabajo» de «satisfacer» a hombres.

Dorothy formaba parte de una organización religiosa que visitaba centros para adictos en Camalú -una de las tantas colonias agrícolas de Ensenada-. En una de ellas se topó con una habitación donde había 41 mujeres que se lavaban mutuamente los pies y lloraban mientras rezaban. La niña no sonreía, no hablaba ni hacía contacto visual pero cuando entró la directora de «La Esperanza» se levantó, se aferró a Dorothy y le dijo «ayúdame, por favor» para que no la llevaran a su «casa», pero no había forma de atender a la súplica.

Ahí también conoció el caso de otra niña que a los 9 años fue entregada por su propia madre a un hombre al que debía llamar «tío Bob» y que la explotó sexualmente durante varios años. La recogieron a los 15, embarazada y desconfiando de todo el mundo luego de lo que vivió.

A dos décadas de esa experiencia que le marcó la vida, Dorothy, una canadiense de 81 años, todavía se conmueve cuando lo recuerda. La respuesta a esas experiencias es la asociación civil Mujeres Nuevo Comienzo que apoya a víctimas de explotación sexual, trata de personas y violencia doméstica, con 11 años funcionando en San Quintín, el sexto municipio de Baja California.

San Quintín, que apenas en 2020 se convirtió en municipio y actualmente tiene un gobierno encabezado por un Concejo Municipal Fundacional, consta de 40 mil 425 kilómetros cuadrados y una población de 117 mil 518 habitantes, de quienes una parte importante son trabajadores agrícolas migrantes que llegan de regiones lejanas como Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y aún practican sus usos y costumbres.

La cocina de Mujeres Nuevo Comienzo. Foto Julieta Martínez

Un nuevo comienzo para Sofía

Ahí se encuentra «Sofía», quien soportó por años los malos tratos de un hombre adicto. Por eso salió de Guadalajara con sus tres hijos y se fue lo más lejos que pudo. Recorrió 2 mil 500 kilómetros para llegar a San Quintín. El contraste entre la gran urbe y la pequeña población rural -400 kilómetros al sur de Tijuana- no puede ser más grande, pero Sofía ha encontrado, dice, un poco de paz entre las calles polvosas de este valle agrícola.

Después de unos días con familiares, «Sofía» (nombre ficticio) supo de Mujeres Nuevo Comienzo que le ofrecía precisamente iniciar una nueva vida; al principio no daba mucho crédito pero ahora, instalada en una casa propia y con un trabajo estable, agradece la oportunidad y el cobijo que le dio el proyecto encabezado por la Abuela, como le dicen de cariño a Dorothy.

Las viviendas donde las mujeres rescatadas comienzan de nuevo. Foto Edgar Lima Garrido

La joven jalisciense trabaja en el restaurante Buen Provecho, negocio que funciona para financiar en parte las necesidades de la asociación. Durante tres meses recibió apoyo psicológico, después empezó a aprender cómo gestionar sus propios recursos para poder pagar un terreno, una vez que decidió quedarse. Porque muchas llegan, salen de la crisis y deciden irse con familiares, las menos regresan con sus verdugos.

Otra organización altruista -se puede ver en los patios a jubilados estadunidenses trabajando con maquinaria pesada para emparejar los predios- apoya con la construcción de una vivienda básica a quien lo solicita.  «Sofía» comparte que está tratando de recomponer su vida y la concepción que ella misma tenía de sí; «puedo trabajar, no tengo por qué soportar maltrato de nadie».

Los espacios se preparan para echar a andar los nuevos proyectos. Foto Edgar Lima Garrido

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Vendidas y abusadas

Cuando en 1997 visitó México por primera vez con una organización religiosa, Dorothy estaba buscando qué sentido dar a su vida tras la muerte de su esposo. En 1999 viajó a Grecia y ahí -dice- se encontró con Jesús «cara a cara» y supo que debía volver e ir a San Quintín, donde había muchos casos como los de Camalú.

En 2003 fue cuando se enfrentó al caso de la niña de 13 años explotada sexualmente a quien no pudo ayudar. «Nunca voy a olvidar su cara, nunca voy a olvidar sus lágrimas y no podía hacer nada por ayudarla», explica y recuerda que después conoció su historia: la vendieron cuando tenía 11 años y estaba en el centro de rehabilitación porque intentó suicidarse.

Las indicaciones a la niña para hacer su «trabajo», además de que era hora de que contribuyera al gasto familiar, eran que debía «satisfacer» al hombre que la compró y a los individuos que él le llevara. Llegó embarazada al centro de rehabilitación y abortó.

En el mismo centro de rehabilitación -que tenía un baño descompuesto y las instalaciones «asquerosas», dice Dorothy- había una joven de 28 años que hacía de intérprete. También le pidió ayuda pues su familia no la quería y el DIF le había quitado a sus tres hijos por su adicción a las drogas. La activista recuerda que conoció muchos casos de mujeres y niñas que eran cambiadas por una o dos chivas, práctica que se cuidaban de calificar como «venta»; muchas de las víctimas eran explotadas sexualmente y al volverse adictas para adormecer el sentimiento de dolor y vergüenza pronto dejaban de saber hasta quién eran. Así que a los 20 o 25 años eran sustituidas por más jóvenes.

Dorothy todavía se conmueve cuando recuerda qué la impulsó a iniciar su proyecto. Foto Julieta Martínez

Burocracia e indiferencia

Dorothy regresó a México en 2004, decidida a abrir una «casa de medio camino» en la que pretendía ayudar a mujeres y niñas que rescatara de abusos y explotación. Tenía los recursos suficientes y pudo hacerlo, pero apenas tenía dos días de funcionar cuando «gente de gobierno» le exigió documentos de operación y hasta la amenazaron con llevarla a la cárcel, así que tuvo que cerrar.

«Fue una larga historia», dice la Abuela al recordar todos los inconvenientes que sorteó antes de abrir el refugio. Le llevó una década que alguien la orientara; regresó a Canadá una persona le comentó que debía abrir una asociación civil en su país, Estados Unidos y México. A lo largo de la historia del proyecto ha vivido «un remolino de emociones», platica mientras comparte un pan de calabaza que acaba de hornear. Quiere el visto bueno, un restaurante de la comunidad lo venderá en sus desayunos.

Amenazas e interferencias

Ya instalado y operando el proyecto, tampoco han faltado los incidentes; el militar que después de romperle el brazo a su mujer, llega hasta el refugio acompañado de policías exigiendo que le regresen a la señora, o el policía que toca la puerta con un golpeador que exige ver a un menor «porque es su hijo y su derecho, y ¡puede hacer con sus hijos lo que quiera!».

Dorothy asegura que hay ángeles cuidando el refugio y reconoce que cada reto siempre va acompañado de una oportunidad, así que no descarta que pueda abrir otros centros. Por lo pronto ya acondiciona el espacio para una cafetería, otro para masajes y uno más «para hacer uñas». Su objetivo es que todas las mujeres que llegan puedan trabajar y ser autosuficientes.

Mujeres Nuevo Comienzo se encuentra en la avenida Continente Americano Ejido Padre Kino de San Quintín; su información puede consultarse en la página https://www.mncfreshstart.org/.

Foto Edgar Lima Garrido

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