Leonardo, el organillero que lleva alegría y tradición por las calles de Tijuana
Tijuana, 30 de julio. Con su uniforme bien puesto, su inseparable organillo y un changuito decorativo, Leonardo recorre las calles de Tijuana acompañado de su hermana Maritza y su cuñado Christian.
No lo mueve únicamente el sonido del cilindro, sino el deseo de preservar una tradición mexicana que ha resistido el paso del tiempo.
“Me da gusto ser organillero porque le doy alegría a la gente”, comenta Leonardo, quien desde hace años se dedica a este oficio que le fue heredado por su tío y que hoy comparte en familia.
Juntos, tocan en esquinas, semáforos y plazas, despertando sonrisas, nostalgia y emoción en quienes los escuchan.
Leonardo sabe que su música no pasa desapercibida. “Hace alegrar a la gente. Algunos están felices, algunos tristes, porque les recuerda a sus familiares”, explica. Y es que el sonido del organillo tiene esa cualidad mágica: trae recuerdos del pasado, conecta generaciones y reaviva emociones dormidas.
Aunque esta tradición es más común en la Ciudad de México, Leonardo busca que no se pierda en el norte del país, donde, admite, muchos ya la ven como un recuerdo lejano.
“Más que una moneda, buscamos llevar esta bonita tradición mexicana al norte”, asegura.
La historia del organillo, según cuenta, tiene raíces en Alemania, pero fue adoptada en México a finales del siglo XIX. Relató que el tradicional uniforme de los organilleros se inspira en el de “Los Dorados”, el ejército de élite que acompañaba a Francisco Villa.
“Antes era un changuito de verdad el que acompañaba al organillero”, recuerda. Hoy, los muñecos de peluche o decoraciones ocupan su lugar, pero el espíritu del oficio permanece.
En tono de broma, comparte una frase que repiten entre sus compañeros: “todos lo tocan, pero nadie lo carga”, en referencia al peso del instrumento que, aunque romántico en apariencia, representa un gran esfuerzo físico diario.
Leonardo hace un llamado a no dejar morir esta tradición.
“Como mexicanos, no dejemos atrás este oficio. Es parte de nuestra historia, de nuestra identidad”, dice con firmeza mientras ajusta el manubrio de su organillo y se prepara para tocar otra melodía que, aunque antigua, sigue emocionando a quienes la escuchan.