Comercio de segunda mano en BC supera beneficios del reciclaje tradicional
Tijuana, 19 de agosto.- La frontera de Baja California se ha convertido en un laboratorio vivo de economía circular, donde la reutilización y reparación de bienes usados juega un papel esencial en la reducción de desechos y la extensión del ciclo de vida de productos que, en otras condiciones, terminarían en vertederos.
El comercio de segunda mano en Baja California no sólo es un fenómeno económico, sino un aliado estratégico para la sustentabilidad, dijo José Carmelo Zavala, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental México A.C. (CIGAMX), quien destacó que este fenómeno debe dejar atrás el estigma social para ser reconocido como un verdadero servicio ambiental que aporta directamente a las metas nacionales en materia de sustentabilidad.
Ejemplos abundan, apuntó, desde las refacciones automotrices rescatadas en los yonkes, hasta electrodomésticos y aparatos electrónicos que recuperan empresas locales.
En entrevista, Zavala subrayó que la economía circular ya es una política pública del gobierno federal, al grado de que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) cuenta con una Subsecretaría de Economía Circular y Desarrollo Sustentable, dirigida por José Luis Samaniego, que impulsa marcos jurídicos y programas que buscan consolidar parques industriales de economía circular en distintas regiones del país.
“Uno de los componentes más importantes de la economía circular es ampliar el ciclo de vida de los productos”, explicó Zavala al tiempo de señalar que la frontera California-Baja California tiene una experiencia larguísima pues lo que llamábamos comercio de segunda mano, hoy tiene que verse con una óptica ambiental.
El director de CIGAMX enfatizó que la reparación, remanufactura y venta de artículos usados generan beneficios ambientales incluso superiores al reciclaje, ya que evitan procesos industriales de alta demanda energética.
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“En los yonkes ya no se encuentran alternadores o generadores, porque todos se remanufacturan y vuelven al mercado”, explicó.
El caso de los televisores es ilustrativo: una gran cantidad de aparatos devueltos por consumidores en Estados Unidos llegan a la región fronteriza. “Dicen que el 70 por ciento de esos productos no tiene nada; están en buenas condiciones. Salen al mercado de segunda mano o, si están dañados, se aprovechan en partes”, detalló Zavala.
La dinámica es, en esencia, regional y transfronteriza. Una llanta usada que ya no cumple con las exigencias de seguridad en autopistas de California puede tener todavía utilidad en caminos de terracería en Baja California. Del mismo modo, una lavadora que requiere una pieza de dos dólares puede seguir funcionando entre tres y cinco años más.
Incluso los automóviles usados ejemplifican esta lógica: unidades que dejan de ser viables en flotillas intensivas encuentran nueva vida en manos de usuarios particulares que los emplean en menor escala.
“Un carro nuevo sale a la calle con un pasivo ambiental del 20 o 30 por ciento debido a su proceso de fabricación. Por eso, un vehículo de segunda mano en buenas condiciones mecánicas tiene un valor ambiental enorme”, afirmó Zavala.
En palabras de Zavala, los segunderos, reparadores y vendedores de mercancías usadas, particularmente organizados realizan un servicio ambiental que no se les ha reconocido.
“Este es el momento, ahora que la economía circular es política nacional, para facilitar la regulación del comercio de segunda mano y reconocer su aporte. Lo que hacen los segunderos es prolongar la vida útil de los bienes, ahorrar recursos y evitar emisiones. Están contribuyendo al bienestar ambiental y social de la región”, concluyó.
Finalmente, José Subrayó que la frontera norte mexicana se coloca como un territorio clave en la transición hacia un modelo económico más sostenible, donde la basura deja de verse como desecho y se convierte en oportunidad de valor y justicia ambiental.