Baja California

Académica de la UABC analiza la rebeldía y movimientos sociales de los años 60

Por: Jonathan Pérez Juárez

Tijuana, 25 de junio.- Las décadas de 1960 y 1970 marcaron un período de efervescencia política y social en Baja California, caracterizado por diversos movimientos que buscaban transformaciones en la sociedad, según reveló la Dra. Sara Musotti, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UABC, durante una conferencia ofrecida esta tarde en el Centro Cultural Tijuana.

La conferencia «Rebeldía y movimientos sociales en Baja California en la década de 1970», que es parte de un trabajo colaborativo entre estudiantes de maestría y doctorado del IIH, ofreció una aproximación al contexto de movilización política que caracterizó a la entidad durante esos años.

Musotti comenzó su exposición definiendo los movimientos sociales como «campañas sostenidas de reivindicación mediante representaciones repetidas que se sustentan en organizaciones, redes, tradiciones y solidaridades». La académica subrayó que se trata de «desafíos colectivos sostenidos a las élites, autoridades, grupos o códigos culturales por parte de personas con propósitos solidarios».

Sin embargo, «hoy en día hay un abuso del término de movimientos sociales», advirtió la investigadora, ya que estos tienen como objetivo el cambio social, no el regreso al status quo.

El análisis de Musotti situó estos movimientos en el contexto más amplio de la Guerra Fría o la Revolución Cubana de 1959, misma que inspiró a muchos sectores a buscar alternativas al capitalismo e imperialismo. Las desigualdades sociales empujaron hacia la búsqueda de cambios radicales.

La investigadora identificó como antecedente de movilizaciones en la frontera a un foro realizado en 1965 entre campesinos, estudiantes y maestros en Chihuahua.

Una de las primeras manifestaciones de protesta en Baja California se registró en 1962 en Ensenada, cuando un joven estudiante fue asesinado por elementos policiales, hecho que quedó documentado en el periódico El Heraldo y que generó una protesta.

El año de 1968 marcó un parteaguas en la reorganización de diversos grupos juveniles que generaron «nuevas formas de protestar, nuevas críticas y cambios sociales», explicó Musotti.

La académica destacó el papel de dos personas en el fortalecimiento de los lazos entre los movimientos capitalinos y tijuanenses: Vicente Anaya, poeta chihuahuense criado en Tijuana que estudió ciencias políticas en la UNAM. Él regresó después del 68 para informar sobre los acontecimientos en la capital, compartiendo «la esperanza de que el país cambiaría con su lucha». Por su parte, Pablo Sandoval, integrante de la juventud comunista, se encargó de mantener las relaciones entre los órganos centrales de distintas organizaciones.

Musotti detalló que los movimientos sociales son también movimientos políticos, ya que «las demandas se entrecruzan y esto caracteriza a las movilizaciones sociales». Durante las décadas de 1970 y 1980, surgieron importantes movimientos de colonos, obreros y la creación de sindicatos independientes que luchaban por los derechos laborales en Tijuana.

La participación de las mujeres ocupó un lugar destacado en estos movimientos. Herlinda Sánchez Laurel y Cecilia Soto, ambas representantes del Consejo Nacional de Huelga por La Esmeralda y la Facultad de Derecho respectivamente, tuvieron que regresar a Ensenada debido a la represión que enfrentaban.

Herlinda, quien era artista plástica, plasmó su compromiso en el mural «Alegoría a la lucha», obra que retrató el conflicto estudiantil en las paredes del Sindicato Estatal de Maestros.

La Dra. Musotti señaló que cada participante «se movilizó según su forma de entender qué era la revolución».

«El cambio político es el fruto de una movilización social», remató la académica.

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