Rompecabezas | ¿Políticos mexicanos al mando de cárteles?: Un reto que México no puede evadir
En la edición impresa de este lunes en The Wall Street Journal se puede leer un editorial que pone el dedo en la llaga con una pregunta incómoda: ¿los políticos mexicanos dirigen cárteles? No es un mero recurso retórico: la captura de Hernán Bermúdez Requena, ex secretario de Seguridad Pública en Tabasco y acusado de liderar la organización criminal La Barredora, abre un expediente de alto voltaje político que rebasa las fronteras mexicanas.
El tema quedaría en un asunto doméstico de la justicia mexicana, sin embargo, ha escalado hasta la página editorial de un influyente medio extranjero y salpicado hacia varias esferas importantes del partido en el gobierno y del propio régimen, en momento en los que la relación bilateral México-Estados Unidos pende del ánimo del presidente Donald Trump y sus agencias investigadoras que por todos los medios buscan sancionar a nuestro país.
El texto firmado por Mary Anastasia O’Grady subraya que la presidenta Claudia Sheinbaum parece romper con su mentor y predecesor, Andrés Manuel López Obrador, al mostrar determinación en la persecución del crimen transnacional. Su estrategia de usar la expulsión inmediata de líderes del crimen organizado hacia los Estados Unidos, para evitar procesos largos de extradición es presentada como un indicio de seriedad en la lucha contra la delincuencia. Sin embargo, la analista O’Grady advierte que esta práctica no está exenta de riesgos legales ni políticos.
El ex funcionario tabasqueño que formaba parte del círculo más cercano del senador Adán Augusto López Hernández huyó en enero, se giró orden de captura en febrero e Interpol lo colocó en la lista roja en julio. Fue localizado en Paraguay y arrestado el 13 de septiembre por las autoridades paraguayas que, en lugar de abrir un litigio de extradición, decidió -al igual que la presidenta Sheinbaum con la justicia estadunidense- expulsarlo del país y enviarlo de inmediato en avión de la Fuerza Aérea Mexicana a territorio nacional.
Lo delicado no es solo su captura, sino su origen tabasqueño, su militancia en Morena y sus vínculos políticos. Bermúdez fue nombrado por Adán Augusto cuando éste gobernaba Tabasco. Según reportes de prensa, ambos mantienen relación política de más de tres décadas. Hoy, Adán Augusto es líder de Morena en el Senado, lo que convierte este expediente en un foco de presión política directa sobre el oficialismo.
El editorial de ese influyente diario recuerda que durante el sexenio de López Obrador predominó la política de “abrazos, no balazos” y que lejos de contener el crimen, se expandieron las redes del huachicol, el narco y la violencia. Bermúdez no sería un actor aislado: su caso plantea la posibilidad de que Morena —o parte de su estructura local en Tabasco— haya servido como plataforma para organizaciones criminales.
De confirmarse, no solo estaríamos frente a un funcionario corrupto más, sino ante la evidencia de una infiltración sistémica del crimen en la política mexicana. La pregunta de O’Grady cobra entonces fuerza: ¿hasta qué punto los políticos mexicanos se convirtieron en operadores de cárteles?
La disyuntiva…
Para la presidenta Sheinbaum, el caso es un arma de doble filo. Por un lado, su reacción firme le gana puntos frente a Washington y proyecta un intento de ruptura con las prácticas de su antecesor. Pero por otro, su propio partido, Morena, del que es fundadora queda en entredicho. Sin una investigación exhaustiva, transparente y con consecuencias, cualquier mensaje de “cambio de era” quedará neutralizado por la sospecha de encubrimiento.
La mandataria mexicana, como señala O’Grady en su editorial, enfrenta el reto de demostrar que no solo busca cortar ramas, sino arrancar de raíz los vínculos entre crimen y política. Ese paso implicaría tocar intereses de Morena y de figuras todavía influyentes como Adán Augusto López Hernández.
Lo que está en juego con la detención de Bermúdez Requena exhibe una verdad incómoda: la frontera entre política y crimen se ha vuelto borrosa en México. La corrupción en aduanas, el negocio del huachicol, la penetración en Pemex y la complicidad de autoridades de seguridad muestran que el Estado mexicano perdió terreno frente al crimen organizado durante años.
El reto de Sheinbaum no es únicamente recuperar a un prófugo: es recuperar al país de las manos de redes criminales que se alimentan de la política. Si logra distanciarse del legado de AMLO con hechos, no con discursos, marcaría un quiebre histórico. Si no, el editorial del Wall Street Journal quedará como un recordatorio de que la pregunta —¿los políticos mexicanos dirigen cárteles? — dejó de ser provocación y se convirtió en diagnóstico.