Opinión

El chat de tías y tíos

Por: Juan Becerra Acosta

Uno de los principales retos del siglo XXI es tener una sociedad bien informada y, ante el enorme abanico de opciones mediante las cuales es posible recibir información, este reto, por más paradójico que pudiera parecer, se complica al punto de que la tergiversación, el análisis sesgado de los hechos, las mentiras y la difamación tienen tal impacto, que ocupan la mayor parte de la discusión pública, cuando lo que tendría que estar en el análisis es el debate entre hechos reales y las distintas posturas que alrededor de ellos existan.

Dentro de este análisis, el periodismo y su ejercicio deben ocupar un lugar preponderante. La ética de quien informa, de quien publica y el compromiso de dar a conocer la verdad siempre deben ir hacia el interés colectivo y, primordialmente, el bien público. La vehemencia por ganar la nota, algo de lo que ningún comunicador está –por naturaleza– exento, no debe llevar a que la libertad de expresión esté al margen de los derechos fundamentales de las personas. 

Ejemplo de esto es lo que sucede con la intimidad de las personas, su vida privada; por ejemplo, la del ex presidente de la República y su familia o de un legislador, gobernador o actor, o la de cualquier otra persona. Su vida privada no es material para publicarse, a menos de que tenga efectos nocivos en la sociedad. 

De igual manera, el duelo y el derecho al dolor deben ser respetados; no hacerlo implica un abuso a la libertad de expresión. Sin duda el interés general prima sobre el particular; el periodista debe tener muy claras las consecuencias que derivarán de sus publicaciones; por ello, sin dejar de investigar, se debe plantear cuáles son los tiempos adecuados para darlas a conocer pues, por ejemplo, resulta por demás delicado que se haga pública información relacionada con una investigación judicial en curso si ello puede entorpecer el curso de la justicia.

El “chat de las tías y tíos” ha evolucionado. Siempre ha existido, pero en la actualidad ha dado una nueva y masiva dimensión al chisme y convierte a la era con más herramientas para comunicarnos, la actual, en la que más desinformación existe. Hoy la mentira no sólo es más sofisticada, también inmediata. El chat de las tías y tíos ya no sólo se alimenta del análisis de la vecina o de la suspicacia y teorías conspirativas de la comadre o el compadre. 

Hace unos días, un fallo judicial obligó a la editorial Penguin Random House con el sello Grijalbo a publicar la réplica de la empresa Televisa a partes del libro de Anabel Hernández Las señoras del narco: amar en el infierno. La réplica demuestra que parte de lo ahí escrito carece de fundamento y se trata de un invento. 

En el libro, la autora difama a actrices y, sin ninguna prueba, las acusa de haberse prostituido con un líder del crimen organizado, Arturo Beltrán Leyva. El fallo abre la puerta a futuras demandas millonarias que las partes afectadas en su imagen y prestigio pudieran interponer. También abre la puerta a que otras difamaciones, de distintos autores y publicadas o transmitidas en otros medios, puedan derivar en demandas. 

El fin de semana fueron publicadas en un periódico de circulación nacional, al menos, dos bulos. Una columna de opinión aseguró que la Unidad de Inteligencia Financiera y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores habrían congelado las cuentas de la pareja sentimental y el hijo del ex director de la Comisión Federal de Electricidad Manuel Bartlett. 

La información fue desmentida por el gabinete de seguridad, pero el daño ya estaba hecho. En otra publicación, un artículo aseguró que había desabasto de gasolina en México y que Pemex registraba pérdidas en el primer semestre del año, información que fue desmentida por la Secretaría de Energía. 

En España, el diario ABC aseguró que la esposa del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, vive en Madrid, en el lujoso barrio de La Moraleja, junto con su hijo Jesús Ernesto. La información fue desmentida por la misma doctora Gutiérrez Müller. No es casualidad que el bulo en el chat de tías y tíos se incremente cuando se da a conocer –con datos del Inegi– que más de 13 millones de mexicanos salieron de la pobreza entre 2018 y 2024. 

La cortina de humo es de manual y con ella se busca eliminar de la discusión una resultado favorable de la 4T para en su lugar colocar un tema que genere repudio o enojo, aunque sea falso. La libertad de expresión no está por encima de los derechos fundamentales; reconocerlo y conducirse de acuerdo con ello es parte esencial de la labor de un periodista. Ganar la nota pisoteando derechos nos lleva, a todos, a perder.

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