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Le retienen su camioneta en la Aduana de Tijuana y se la «hacen perdediza»

Por: Alejandro Alemán

¿Qué no sabes que un mexicano no puede traer un auto extranjero? El agente aduanal, Juan Diego Pacheco García, apostado en la garita de Otay recorrió con la mirada la camioneta Nissan Titan 2013, luego de haberle pedido a Joseph Antoni Méndez Juárez, su identificación y los papeles del vehículo.

Antoni nació y vive en Los Ángeles, ahí estudió y ahora trabaja, pero recientemente adquirió la nacionalidad mexicana, pues toda su vida se relaciona con México; su madre con quien vive, es de Puebla, se identifica plenamente con la cultura del sur de su país de nacimiento, y la relación sentimental que mantiene desde hace dos años es con una bajacaliforniana, de Ensenada.

Ello ha hecho que sus viajes a México sean frecuentes. En enero, al cruzar la garita de San Ysidro y pasar el escrutinio aduanal, que es aleatorio, entregó sus papeles pero no se percató de que su pasaporte estadunidense no se lo regresaron y cuando volvió para solicitarlo, resultó que ya no estaba la persona que lo atendió y nadie sabía nada.

Pensó que el inconveniente sólo sería pagar por sacar uno nuevo, a pesar de la preocupación, cuando se lo manifestó a su madre, quien le sugirió que levantara una denuncia de inmediato para evitar verse involucrado en una situación irregular en la frontera.

La consecuencia fue más seria, pues el pasado 24 de abril, al ir nuevamente a Ensenada pensó, tras llevar manejando varias horas y siendo ya de madrugada, que tendría una mejor oportunidad de que lo dejaran pasar, sin someterlo a la tediosa revisión, si pasaba por la garita de Otay.

«El vehículo se queda»

El agente aduanal que lo detuvo le pidió identificarse, ya no tenía su pasaporte de Estados Unidos, así que le mostró la imagen de su licencia de conducir de California, pero no se la valió. Le mostró su CURP mexicana y su acta de nacimiento en la idea de que eso facilitaría el trance, pero salió peor.

Realmente le sorprendió la pregunta, era la camioneta de su mamá y aunque el vehículo no estaba a su nombre, sí lo estaba la aseguranza. También desconocía que el agente aduanal estaba configurando la acción de importación de mercancía no documentada, lo que abría la puerta para retener el vehículo.

«El vehículo se queda», le dijeron. Eso sí, le entregaron su carta de derechos aduanales integrada en un legajo de 28 páginas con los nombres de todos los verificadores y el oficio de la Aduana de Tijuana 3988; dejaron que bajara sus pertenencias personales y abandonó a pie la aduana de Otay en la madrugada, ese día le tocó esa bienvenida a México.

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Ya son casi dos meses del incidente, han buscado ayuda en el Consulado de México en Los Ángeles y solicitado incansablemente información a la Aduana, pero hasta ahora solo les han dicho que lleven la documentación del vehículo, traducida y apostillada y, que si bien les va, en unos meses más les devolverán la camioneta que suponen, se empolva en los patios fiscales.

Carolina Juárez Trujillo, su madre, quien solo conoce de trabajo y trabajo desde que llegó un 12 de diciembre a Estados Unidos, que es admiradora de Andrés Manuel López Obrador y ve con esperanza el segundo piso de la transformación propuesto por la presidenta Claudia Sheinbaum, toma con paciencia la desesperación de su hijo cuando no ven avances y le dice: “¿ves, mamá?, ¿para eso me hice mexicano?”.

Ella dice que el amor a México y a nuestras costumbres, “nos hace ir y venir cruzar la frontera y correr el riesgo de la corrupción y el abuso de los que atienden las garitas”.

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