¿Claudia Sheinbaum lidera como una “macho alfa”?
En la mañanera del pueblo del 6 de marzo de 2025, la directora de esta casa editorial le dijo a Claudia Sheinbaum que había escuchado decir que “nuestra Presidenta no tenía la necesidad de responder como un macho alfa”. La frase, dirigida a la “templanza” con la que ha navegado el sube y baja de aranceles, así como a cuantas cosas impuestas y dichas por el impredecible Donald Trump, detonó titulares y conversaciones. Y dejó flotando una pregunta: ¿acaso la primera presidenta –con A– de México lidera como una “macho alfa”?
La pregunta, más que buscar una respuesta definitiva, invita a repensar qué significa hoy ser un líder, pero sobre todo uno “macho alfa”. Porque en tiempos de crisis, como los que vivimos con la nueva guerra comercial desatada por Estados Unidos, los liderazgos se han revelado, y a la luz de la presunta muerte anunciada, no todos los liderazgos lucen iguales.
Cuando el liderazgo se pone a prueba
Los líderes cotidianos –aquellos que no deben enfrentar una gran crisis, una gran guerra, una gran pandemia o cualquier otro reto que toque las fibras sociales – corren el riesgo de pasar desapercibidos. Pero quienes enfrentan tormentas –y las calman– tienen la oportunidad de volverse referentes históricos. Sheinbaum, vecina de la potencia que hoy sacude el tablero económico mundial, ha optado por una estrategia que muchos interpretan como fría, pero otros leen como estratégica. Y los resultados la respaldan: 85 por ciento de aprobación, según El Financiero (marzo 2025), y un lugar en la lista de las personas más influyentes del mundo de Time –resaltando su histórica elección como la primera mujer presidenta de México y su enfoque en políticas sociales y ambientales–, no son datos menores.
Incluso Grok –la inteligencia artificial de X (antes Twitter)– la nombró como “la presidenta más popular del mundo”, en respuesta a una pregunta del presidente Nayib Bukele. Las rosas en su jardín político no paran de florecer.
Repensar al macho alfa
Pero volvamos al concepto. ¿Qué es hoy un “macho alfa”? Tradicionalmente, se asocia al dominio, la agresión, la respuesta contundente. El término proviene del estudio de grupos primates como los chimpancés –con los cuales el ser humano comparte más del 98 por ciento del genoma–, donde el poder se ejerce por fuerza y jerarquía. Bajo ese modelo, figuras como Xi Jinping o Justin Trudeau encajan: ambos han respondido a Trump con una lógica de confrontación, de “ojo por ojo” comercial.
Pero hay otra forma de liderar. Volviendo al reino animal, en los bonobos –en el pasado se pensaban que eran chimpancés enanos, pero son una especie distinta que vive en el Congo–, las hembras dominan la estructura social –ahí ya era tiempo de mujeres– y los machos no son dominantes. El conflicto se gestiona con cohesión, no con fuerza. Y es aquí donde entra Sheinbaum: ha respondido a Trump sin escalar. Informa, propone, negocia. No cae en provocaciones, ni busca demostrar fuerza con fuerza.
Su liderazgo, lejos del rugido del macho alfa tradicional, está anclado en la contención, la diplomacia y la inteligencia emocional. Y quizás eso sea, justamente, la nueva versión del poder.
El nuevo alfa no grita, persuade
Es posible que como especie estemos evolucionando. De sociedades donde imperaba la ley del más fuerte, pasamos a otras donde el liderazgo se ejerce desde la empatía, la racionalidad y la estrategia. La curva en forma de U de la jerarquía humana –de la dominación tribal a una posible horizontalidad moderna– sugiere que el “macho alfa” está mutando. Ya no es quien grita más fuerte, sino quien sabe colaborar y callar.
En ese sentido, Claudia Sheinbaum no rompe con la noción de macho alfa: la redefine. Su temple, su rechazo a la confrontación directa y su habilidad para mantener a flote la relación con el país más volátil del mundo, no la debilitan: la posicionan. Tal vez, en el siglo XXI, ser “macho alfa” significa justamente eso.