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Opinión

Movilizaciones y excepcionalidad salarial de los jornaleros agrícolas en el Valle de San Quintín  

Por: Laura Velasco Ortiz*

Las movilizaciones en el Valle de San Quintín en 2015 marcaron un hito en la lucha de los trabajadores jornaleros migrantes, sometidos a condiciones de extrema explotación laboral y control sindical corporativo. Su capacidad de paralizar la agroindustria de una región clave para el circuito productivo transnacional entre México y Estados Unidos fue sorprendente y reveladora. Una de las principales demandas de estas movilizaciones fue el incremento salarial, las negociaciones se centraron en el salario por día establecido en la Ley Federal del Trabajo. Sin embargo, ni patrones, gobierno ni trabajadores lograron abordar la complejidad de lo que significa el salario para los jornaleros agrícolas en el modelo agroexportador.

 Las recientes movilizaciones laborales en ocho empresas durante 2025 han vuelto a poner de manifiesto el régimen de excepcionalidad laboral que caracteriza el salario de los jornaleros agrícolas. La Ley Federal del Trabajo contempla las modalidades de pago por obra o por tiempo determinado, lo que da lugar a tres tipos de salario en los campos agrícolas: a destajo, por tarea y por día. En una encuesta levantada en 2015 (Colef-CDI, 2016) en las dos zonas agroexportadoras más importantes de Baja California Sur, Santo Domingo y Vizcaíno, se encontró que sólo el 13% y 3%, respectivamente, de los trabajadores agrícolas tenían un sueldo fijo semanal, mientras que el restante 87% y 97% recibía salario a destajo, por tarea o por día. El predominio de estas formas de pago fragmenta el salario de los trabajadores agrícolas a lo largo del año y los somete a una inestabilidad salarial durante su vida laboral.

En los últimos dos meses, las diversas formas de movilización en el Valle de San Quintín se han centrado principalmente en el aumento del salario por la caja de fresa o de frambuesa, y en forma secundaria en el aumento del pago por día. Las empresas afectadas por estas movilizaciones jornaleras, que incluyen paros laborales, huelgas o protestas organizadas, abarcan desde grandes transnacionales hasta medianas y pequeñas empresas locales. Esto sugiere que la inconformidad es transversal a los distintos tipos de empresas que operan en la región, lo cual se puede atribuir al salario fragmentado que predomina en el modelo agroexportador de la región.

Un seguimiento de las páginas de Facebook (2024-2025) de dos activistas y líderes sindicalistas independientes, Rodolfo Gálvez y Lorenzo Rodríguez, revela que el 2 de enero de 2025 un grupo de trabajadores de la empresa El Milagro, AC de CV (Grupo AW), una compañía transnacional con campos en Baja California y California, realizó un paro laboral. Posteriormente tomaron la carretera transpeninsular de Baja California como medida de presión para que los representantes de los dueños se sentaran a negociar un aumento de 6 pesos por caja de fresa, junto con otras demandas. Aunque no es la primera movilización en torno al incremento del pago por unidad de producción, lo cierto es que fue una especie de catalizador que desencadenó protestas similares en otras siete empresas, donde los trabajadores también recurrieron a paros laborales, huelgas y protestas en torno a la misma demanda.

Para quienes recibimos salarios fijos por semana o quincena, no siempre es sencillo entender cómo funciona este sistema de pago a destajo, por tarea, por hora o por día en el sector agrícola. El pago a destajo depende del número de cajas de fresas o jarras de frambuesas que un trabajador/a recolecte en una jornada laboral. En función de su calidad estética y frescura, estos frutos pueden ser clasificados como de primera, segunda o “canería” (para procesamiento industrial), y cada categoría se paga de manera distinta. 

Según lo publicado por Lorenzo Rodríguez, en temporada alta un jornalero que trabaja en una empresa donde la caja se paga en 23 pesos y logra cosechar 30 cajas, obtendría un salario de 690 pesos diarios. En ciertos días un jornalero podría cosechar 80 cajas, e incluso los llamados “campeones” podrían llegar a 120 cajas, cuadruplicando así su salario. Sin embargo, también existen periodos prolongados, que pueden extenderse por meses, en los que el producto es escaso y con mucho esfuerzo se logran cosechar 20 cajas en un día (460 pesos). Conforme escasea el producto, también se reducen los días de contrato, por lo que un trabajador o trabajadora puede verse limitado a trabajar solo dos o tres días de la semana.

 Las demandas de los trabajadores en las empresas donde se produjeron movilizaciones consistieron en aumentar el pago de la caja de fresa y frambuesa entre 21.5 y 28 pesos a entre 28 y 30 pesos la caja. Las movilizaciones en las ocho empresas fueron exitosas en términos de lograr las principales demandas. El incremento del pago por caja osciló entre 2 y 6 pesos dependiendo de la empresa. Además, se lograron incrementos salariales en algunas empresas para otros puestos que antes no eran mencionados en los pliegos petitorios, como era el caso de mayordomos, choferes, troqueros, tractoristas y monitoristas, cuya demanda no era el pago por producto, sino el pago por hora.

Otra demanda que evidencia la intensificación del esfuerzo físico que acompaña la fragmentación salarial es la relacionada con el número de surcos que se asignan en la modalidad de pago por tarea o por día. Lo que reclaman los y las trabajadoras es que se les ha incrementado el número de tareas, como surcos para deshierbar, quitar o poner plástico o estacas, o tirar hilo, bajo el argumento de que se les ha incrementado el pago por día (el incremento oficial a 419.88 pesos, que entró en vigor el 1º de enero). Es decir que el incremento salarial establecido por ley ha sido utilizado por algunas empresas para incrementar la exigencia de producción por día.

El ritmo de trabajo y las posiciones corporales que requieren las modalidades de contrato a destajo y por tarea reducen la vida laboral del trabajador.

Como lo han hecho  ver activistas como Lucila Hernández, quien se ha dedicado a asesorar a trabajadores que a los 50 años ya no pueden trabajar a causa del desgaste de sus articulaciones o daños en su espalda. Estos trabajadores prematuramente envejecidos en su salud pueden enfrentar dificultades para cumplir con los requisitos de la jubilación en el IMSS, debido a que el trabajo temporal, a destajo, por tarea o por día, implica una  afiliación y desafiliación constante del Seguro Social. Después de carreras laborales como jornaleros que pueden extenderse por 40 años, frecuentemente iniciadas en la infancia, las trabajadoras y trabajadores encuentran que no han cotizado lo suficiente para poder acceder a la pensión por  jubilación, y tampoco pueden trabajar más en el campo debido al intenso desgaste físico.

Los trabajadores y las trabajadoras movilizadas en los meses recientes han visto con gran satisfacción que sus principales demandas han sido atendidas, pero sobre todo que han podido levantar la voz en forma organizada, ya sea de forma autónoma o, en negociaciones tensas, a través de la CROC y CROM, los sindicatos que representaron a los trabajadores en las grandes empresas involucradas. 

}Según los reportes de Rodolfo Gálvez y Lorenzo Rodríguez, las autoridades laborales estuvieron presentes en la intermediación, aunque la escucha ha requerido presión por parte de los y las trabajadoras. Una primera reacción lleva a pensar que esta fragmentación salarial proviene del ritmo “natural” de la producción, es decir de la existencia de temporadas altas y bajas de los productos, pero lo cierto es que también se asocia al modelo de exportación orientado a los consumidores de productos frescos en las grandes ciudades. Este modelo implica una forma de organización del trabajo acorde con las estrategias de mercado de las empresas, amparadas en una Ley del Trabajo que les permite tal excepcionalidad.

*Colegio de la Frontera lvelasco@colef.mx

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