Con música, flores y velas, tijuanenses abarrotan el panteón No.1
Tijuana, 2 de noviembre.- Con las primeras luces de la mañana, el Panteón No. 1 de Tijuana se llenó de colores y aromas familiares: flores de cempasúchil, velas y objetos personales que hablan de vidas compartidas y memorias imborrables.
Este 2 de noviembre, familias y amigos se dan cita en el cementerio para rendir homenaje a sus seres queridos en una de las tradiciones más queridas de México, el Día de Muertos.
El silencio habitual del cementerio se interrumpe por murmullos, risas discretas y el crujido de las hojas secas bajo los pies. Entre los mausoleos, descansan personajes históricos de la ciudad como Juan Soldado y el señor de los Monitos, figuras envueltas en leyendas que el tiempo y los tijuanenses se niegan a olvidar.
Los visitantes también recuerdan a los primeros integrantes de la familia Castillo, fundadores de la colonia que rodea el panteón, dejando un legado tangible en este espacio lleno de historia.
Lourdes Humbert y Rosa María Lenold, tijuanenses de nacimiento, comentan que desde niñas aprendieron a saludar la tumba de Juan Soldado en cada visita al cementerio. “Es una tradición que nos inculcaron desde pequeñas”, mencionan, mientras colocan una ofrenda en su tumba.
La creencia y respeto hacia este personaje ha perdurado a lo largo de los años, convirtiéndose en un ritual para quienes visitan el panteón.
Berta Martínez, por su parte, llegó cargando una pequeña ofrenda para una mujer que marcó su vida: la persona que le enseñó a ganarse el pan vendiendo tamales. Con un cariño evidente, Berta relata: “Desde el 2000, tengo 24 años de tamalera y verá que llego y en media hora acabo con todo, gracias a ella”. Cada año, Berta se asegura de agradecerle de la mejor manera que conoce, trayéndole flores y recordando sus enseñanzas frente a su tumba.
Entre los visitantes, también están los miembros de la familia Castillo, quienes viajaron desde California, Estados Unidos, para honrar la memoria de sus antepasados. Esta tradición trasciende fronteras y generaciones, uniendo a la familia y reforzando los lazos de identidad y pertenencia.
Norma Zazueta, hija del Señor de los Monitos, se muestra emocionada y agradecida por el reconocimiento que su padre sigue recibiendo de la comunidad. “Mi papá no era rico, ni tenía dinero, pero tenía un don: le pedía ayuda al gobierno o a quien fuera, y la gente siempre respondía”, recuerda con orgullo. Las palabras de Norma se mezclan con el aire impregnado de incienso, una evocación a su padre y a su capacidad de conectar con los demás.
En cada rincón del Panteón No. 1, las historias de vida resuenan con fuerza y cariño. Los familiares y amigos han llegado no solo a llorar, sino a celebrar el recuerdo, a brindar por lo que fue y por lo que permanece en sus corazones. En este día, la memoria de los difuntos se hace presente en cada flor, en cada ofrenda y en cada palabra compartida, recordando que aunque se hayan ido, siguen vivos en quienes los recuerdan.