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Baja California

El desierto central bajacaliforniano frente a proyectos de muerte

Por: Francisco Águila Grado Villa / Cochimíes Unidos de la California Mexicana (CACUM)

En Baja California existimos seis pueblos originarios que conformamos la familia yumano-cochimí. El Pueblo cochimí está disperso por el desierto central, desde Loreto hasta San Felipe; nuestros hermanos yumanos son los pueblos cucapá, kumiay, pai pai, kohal y kiliwa, al norte de la península. Durante mucho tiempo, los cochimí hemos poblado este territorio, nuestros ancestros llegaron a él hace miles de años y aunque durante casi un siglo fuimos considerados extintos, seguimos en pie de lucha, sobre todo en los últimos tiempos en los que los proyectos de muerte vienen acechando a nuestro territorio. Aunque nuestro terruño ha sido rico en minerales y la minería ha estado presente desde finales del siglo XIX, ahora, en nombre del progreso, nuevas mineras están derribando cerros, matando pájaros y plantas por la vanidad de unos cuantos que quieren vestirse de oro. En un abrir y cerrar de ojos, las situaciones que veíamos lejanas, ahora las tenemos aquí, en el desierto central, pues de un tiempo para acá el sistema capitalista se está manifestando en todo nuestro territorio.

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La presencia de varias mineras es una prueba de ello. La Mineral y Metalúrgica del Boleo SAPI de CV (Minera Boleo), controlada por una minera coreana (Korea Resources Corporation) y en conjunto con una canadiense (Camrova Resources Inc), constituida en el 2000, está acabando con organismos marinos debido a la extracción y procesamiento de minerales como cobre, cobalto, zinc, y manganeso. El calamar, los mariscos y pescados se están acabando a causa de la brutal contaminación, además de que están enviando al extranjero el abulón y la langosta, cuando siempre han sido nuestro alimento. Con varias concesiones se encuentra también en nuestro territorio el Grupo México, empresa que tiene alrededor de 60 años esperando las condiciones adecuadas para explotar las minas en la zona de El Arco. Esta mina se encuentra a 36 kilómetros de la comunidad indígena de Santa Gertrudis y cerca de muchas cuevas con pinturas rupestres, por lo que, de llevarse a cabo su proyecto de minería a cielo abierto, puede terminar con todos estos sitios tan importantes para nosotros. Estos sistemas de extractivismo tarde o temprano traen consecuencias nefastas como la contaminación del aire, del suelo y del agua, además de que dividen a las personas, pues hay quienes aceptan un monto para la explotación de los minerales sin tener consciencia de la contaminación que eso genera.

Oasis de Santa Gertrudis. Foto Francisco Grado / La Jornada del Campo

Además de las minas, Baja California siempre ha sido de interés para el capitalismo y sus negocios, como la agroindustria, la cual nos está quitando el agua y contaminando los mares, las playas y los recursos naturales del desierto. Desde hace tiempo hay una mafia del agronegocio que contrata mano de obra barata de Chiapas.

Además de la minería, Baja California siempre ha sido de interés para el capitalismo y sus negocios, como la agroindustria, la cual nos está quitando el agua y contaminando los mares, las playas y los recursos naturales del desierto.

Oaxaca y Guerrero, la atraen con engaños, les prometen que las comidas y los viáticos serán gratuitos y al final les descuentan la mitad del pasaje y los llevan a vivir en galpones compartidos entre familias y jornaleros, donde hay casos de abuso y violencia. En este territorio hay mucho dinero involucrado; el animal sagrado que conocemos como borrego cimarrón ahora se caza con drones y helicópteros y un permiso para matarlo cuesta entre 60 y 80 mil dólares, un gran negocio para el sistema capitalista. Otro gran negocio que contamina y profana nuestro terruño es la Baja 1000, carrera de motos de origen estadounidense que recorre las tierras de los pueblos originarios destruyendo caminos, derribando vallas y matando ganado sin que nadie haga algo al respecto.

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Además de los problemas que nos han traído estos proyectos de muerte, a partir de la fundación de los ejidos en Baja California, se han generado otras problemáticas. Una de ellas se desarrolló en la comunidad de Santa Gertrudis, la cual quedó, en 1969, dentro del ejido Independencia, el cual, a pesar de haber sido conformado por cochimíes, terminó siendo adueñado por ejidatarios mestizos que poco a poco nos fueron despojando, a la mala, de nuestros derechos agrarios. Ahora nos piden documentos para acreditar nuestros territorios, amparándose en que el gobierno les dio tierras, cuando fueron ellos quienes pisotean nuestros derechos. Por eso nos están desposeyendo, porque no tenemos documentos que demuestren que somos los legítimos dueños de la tierra. Es irónico: ¡qué más documentos piden si tenemos las pinturas de nuestros antepasados en las cuevas! si tenemos la tierra que nos heredaron nuestros abuelos, sus restos en los panteones.

Algunos compañeros de la etnia cochimí somos rebeldes y vivimos en resistencia contra estas problemáticas y frente a los megaproyectos de muerte, por eso buscamos visibilizarlos y que la gente tome conciencia de lo que estamos viviendo y dejando a las futuras generaciones. El sistema capitalista es muy poderoso y acaba con todo a su paso; tenemos que ser conscientes de que la Madre Tierra es un ser vivo y debemos afectarla lo menos posible, pues la dignidad y el amor por el territorio no se pueden capitalizar.

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