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Prisca Awiti, aclamada como una campeona en su regreso a México

Por: Alberto Aceves / La Jornada

La judoca Prisca Guadalupe Awiti Alcaraz, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de París 2024, no puede evitar mirar a la cámara y mostrar la sonrisa que le produce el metal que lleva en su maleta. «Logré poner al judo mexicano en el mapa del mundo», dice orgullosa a su llegada, mientras una pequeña multitud se arremolina, tropieza, toma fotos y hace sentir su orgullo con carteles y gritos de «¡México, México!» en la terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Todo en este lugar gira alrededor de ella y su familia. Amigos, sobrinos, gente que sabe cuántas barreras tuvo que vencer para que nada la detuviera. Pasajeros de todo el mundo detienen su paso ante las cartulinas gigantes que reciben a la medallista, vestida todavía con la indumentaria tricolor y los aros olímpicos. «Bienvenida, tía, lo lograste», «Nos inspiras», «Eres nuestra campeona». En cada uno de estos la victoria está escrita.

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«Espero que mucha gente en el país descubra lo bonito que es este deporte, que pueda inspirar con esta medalla a las generaciones que vienen y sepan que con trabajo todo se puede lograr», agrega antes de que la situación se salga de control. «Déjenme salir, por favor, atrás, atrás». Por un momento, los caminos parecen cerrados. La gente la abraza, quiere estar cerca, pero el cansancio del viaje también hace estragos en ella.

En medio del recibimiento, a alguien se le ocurre poner la canción de José Alfredo Jiménez, Caminos de Guanajuato, Prisca sonríe y también duda si debe empezar a cantar. «No vale nada la vida/ La vida no vale naaada», escucha a lo lejos, como si la película de París 2024 necesitara su propio soundtrack.

«Apenas me está cayendo el 20», confiesa con los ojos aún brillosos, cargados de desvelos y emociones. «No esperaba ver tanta gente aquí, esto es como un sueño».

Una vez que la judoca deja atrás las luces rojas de las cámaras, el carrito donde lleva sus tres maletas avanza con más rapidez. Su familia va con ella en su camino a casa. «Es nuestra campeona», expresa una señora que vuelve también desde Europa. Si el nombre de Prisca es en reconocimiento a su abuela paterna, y Guadalupe por la mexicana, ahora también representa un orgullo nacional.

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