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Opinión

Isegoría | Justicia: caminos intrincados

Por: Sergio Gómez Montero*

Quizá uno de los temas más difíciles de abordar entre los habitantes del país es aquel que ronda en torno a la palabra justicia y todo lo que ella aborda. Así, por ejemplo, hablar de justicia divina es un verdadero galimatías (y si no que lo diga el obispo de Chilpancingo Salvador Rangel Mendoza), como lo es, también, referirse a justicia histórica, en donde todo se complica demasiado desde la época de la Conquista hasta nuestros días. Y finalmente está la justicia legal, la que se funda en la Constitución pues ella es su base y sustento (por más vuelta y revuelta que esté luego de las múltiples reformas que la han atravesado). Como sea, no es fácil, pues, hablar de justicia.

A ello conduce –a hablar de justicia– el referirse al caso actual de María Amparo Casar (todo un caso de los conservadores actuales del país), jubilada muy extraña e ilegalmente por Pemex, cuando ella era asesora de Santiago Creel en la Secretaría de Gobernación. Sin que, de ninguna manera, se justifique ni la pensión de referencia ni mucho menos su monto ni su extensión. ¿En dónde quedó la ley allí; porque hicieron con ella, con la ley, cera y pabilo?

Pero, ese caso en particular, conduce a reflexionar de manera profunda en cómo, luego de promulgada la Constitución del 17, la justicia ha venido acumulando deudas de una dimensión enorme con el país, pues el arduo y tormentoso sendero de delito, juicio, castigo, que debiera ser una vía relativamente expedita, es, en el país, uno de los caminos más tortuosos de la vida social que desde 1920 hasta nuestros días se ha recorrido en México. Así, si, por ejemplo, se llevara a cabo un balance del cúmulo de delitos cometidos en contra del erario nacional por los sectores privilegiados de la sociedad y los castigos que se han decretado para esos delitos, puede ser que ni el 1% de delitos hayan sido castigados, lo cual nos habla de la deuda brutal que existe al respecto (¿cuándo la ley, por ejemplo, castigará, o denunciará al menos, a Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto?)

Pero, para abordar la justicia legal entre nosotros es muy importante no olvidar el consejo de Francisco de Quevedo: “Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor”, es decir que mientras la justicia (la interpretación de la Constitución), entre nosotros, esté en manos de los ministros de SCJN ella, la justicia, será sólo un remedo, toda vez que esos ministros son hoy enemigos jurados de la voluntad popular, que es la que se ha visto violentada y trasgredida por delincuentes, como María Amparo Casar, que  han violado sin recato a la ley, cometiendo toda clase de tropelías y delitos.  

El camino de la justicia será aún muy largo, tedioso y complejo, pues aparte de intrincado en su concreción, está absurdamente, aún, dominado por los enemigos de la parte ofendida. 

Es decir que el caso de María Amparo Casar es apenas un puntito de la muchísima pus que hay que extirpar de las heridas que tiene el país.

*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

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