«Ni elefante blanco ni planes caprichosos»
Nada de lo realizado en el Proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura es por capricho, afirma en entrevista con La Jornada Gabriel Orozco, coordinador de la que es definida como la iniciativa más importante del gobierno federal en materia cultural.
Según el artista veracruzano, las obras serán entregadas conforme el plazo y el presupuesto establecidos. Es decir, en diciembre próximo y con un costo global de 10 mil millones de pesos.
Precisa que los trabajos cuentan con 75 por ciento de avance, sobre todo porque los calendarios de obra son distintos a los de restauración ambiental; para ejemplificar, hace ver que al sembrar un árbol se desconoce cuál será el resultado hasta tiempo después.
Estima que el año entrante aún se trabajará en ciertas áreas verdes para fortalecer lo sembrado y en la planificación agroforestal. En cuanto a obra, apunta que se hará «una entrega, digamos, técnica, pero luego está la activación del lugar».
Por metros cuadrados, de acuerdo con Orozco, la inversión en Chapultepec «es bastante baja» en comparación con proyectos gubernamentales que en su momentos fueron considerados claves, como Ciudad Universitaria, en el sexenio de Miguel Alemán Valdés; el Centro Nacional de las Artes, que impulsó Carlos Salinas de Gortari, y la llamada Megabiblioteca Vasconcelos, erigida en la administración de Vicente Fox.
Insiste en que están apegados al presupuesto, que es «muy digno y decente», si se compara con lo que costó remodelar el Museo de Arte Moderno de Nueva York o lo que está costando un museo en Los Ángeles, California. «La comparación de números es espectacularmente distinta».
Aclara que se debe tomar en cuenta que una tercera parte del proyecto es ambiental, cuando menos, «porque al final todo influye en el medio ambiente. O sea, si la arquitectura y la conectividad están bien planificadas, eso es mejoramiento del entorno».
Gabriel Orozco (Veracruz, 1962), considerado el más internacional de los artistas mexicanos contemporáneos, habla en exclusiva con este diario durante un recorrido por las obras de remodelación del Panteón Civil de Dolores, que forman parte del Proyecto Chapultepec.
Destaca que una de las principales líneas de trabajo ha sido evitar «una política de monumentalismo arquitectónico o demagogia cultural, o hacer elefantes blancos; buscamos evitarlo porque, en verdad, tratamos de hacer un proyecto que tenga una razón de ser».
Insiste en que «nada de este proyecto es por capricho» al referirse a la suspensión de la obra del Pabellón Mexicano Contemporáneo, en la primera sección del Bosque de Chapultepec por una resolución judicial instrumentada a partir de una acción legal ciudadana.
El Bosque de Chapultepec, mejor que hace cuatro años
Asume que «puede haber cosas más afortunadas que otras» y que, como en todo proyecto de grandes dimensiones, habrá lo que funcione bien o sea vistoso de manera inmediata, pero también lo que lleve más tiempo, sobre todo en la parte ecológica.
“Nada fue una acción o una planeación sin un diagnóstico, sin un estudio, sin un análisis del ecosistema en el que estábamos o pensamos que podíamos mejorar. Podemos decir que hoy el Bosque de Chapultepec está mejor que hace cuatro años, y todavía no terminamos.
«Lo que no se pudo hacer ahora es muy posible que se haga después, porque es lo que indican los diagnósticos y la manera en que hemos analizado todo el bosque, algo a lo que dedicamos mucho tiempo, y tenemos una vasta documentación que antes no existía».
Según el artista, en el presupuesto inicial del proyecto se estableció que 30 por ciento sería para restauración; otro tanto para conectividad, accesibilidad y los espacios intermedios, y un porcentaje igual para la cuestión arquitectónica.
«Hubo muchas opiniones de arquitectos, sobre todo al principio, como si lo más importante fuera lo arquitectónico, pero el proyecto original está balanceado en esos tres niveles, por eso se llama biocultural».
Reitera que gran parte del proyecto se ha resuelto caminando, y se ufana de haber recorrido las más de 800 hectáreas de todo el bosque, lo cual, asegura, le ayudó a dar una solución óptima y en sitio específico a cada obra, para las que se contrató o se puso en concurso al arquitecto que podría resolverla de manera individual. «Las cosas que no podían resolver ellos las tuve que hacer yo, como el puente peatonal», que une a Los Pinos con la segunda sección, conocido como calzada flotante.
Más que satisfecho, Gabriel Orozco asegura que ahora se siente aliviado, porque era demasiada presión, y reconoce la invaluable participación de los especialistas de las secretarías de Obras y Servicios, así como la del Medio Ambiente de la Ciudad de México.
Para concluir, subraya que las cuatro secciones del Bosque de Chapultepec presentan condiciones muy distintas, por lo que los análisis urbano, arquitectónico y cultural también son muy distintos: «Teníamos que generar un plan maestro armonioso que unificará pero que, al mismo tiempo, acentuara la profunda diversidad de Chapultepec en términos arquitectónicos, cultural y demás».