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La ultraderecha bombardea otra vez La Moneda: Diamela Eltit

Por: Reyes Martínez Torrijos / La Jornada

La escritora chilena Diamela Eltit sostiene que la derecha y la ultraderecha de su país “bombardean” otra vez el Palacio de La Moneda al bloquear cualquier iniciativa del actual presidente Gabriel Boric e impulsar una regresión.

En entrevista con La Jornada, la ganadora del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2020, explicó que “hay grupos bastante consistentes que dicen que hablar del golpe divide a la población. Está a la vista una conexión con Augusto Pinochet todavía muy fuerte. La derecha lo admira y lo auspicia”.

Eltit (Santiago, 1947) destacó que el gobierno de la Unidad Popular desarrolló en los años 70 una importante transformación cultural y no ha habido un gobierno “que se haya afiliado a la cultura como ese”; por ejemplo, con la editorial Quimantú, que publicó libros de alta cultura y de la tradición chilena para ponerlos a la venta en puestos de periódicos.

La idea, comentó la ensayista, fue repartir saberes. Las personas compraban los textos porque su precio rondaba al de una cajetilla de cigarrillos. “Eso fue algo que siempre resuena en Chile, que tenía 10 millones de habitantes en 1973 y Quimantú celebró su primer millón de ejemplares. Eso habla de un porcentaje muy alto que estaba leyendo esos libros en esa época”.

La quema de libros

Uno de “los hitos más allá de la muerte del día del golpe aquel 11 de septiembre de 1973 fue la quema de libros. Los soldados los incineraron en la vía pública y la gente también, por si les allanaban la casa. Yo tenía El diario del Che en Bolivia, y me precipité a quemarlo, por si me allanaban, para que no me mataran. Uno no sabía los límites de esa gente”.

La autora de más de una veintena de títulos y agregada cultural en México rememoró que había términos que no podían decir en público, por ejemplo, la palabra “compañero”, porque hubo mucha delación y tuvieron que “reaprehender en un silencio permanente.

“Hubo ahí un ataque directo a la cultura. Después, los planes y programas educacionales suprimieron muchas lecturas. No se podía leer a una serie de autores. La mayoría de los profesores, muy calificados, fueron despedidos, y entró otro grupo de personas a las universidades, más cercanas al golpe, a los militares y a la dictadura. Hay que entender que fue una dictadura cívico militar.”

La ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2021 recordó que para ella y muchos otros que pertenecían al “inxilio o exilio interior” la emergencia de encuentros comunitarios de arte de oposición les permitió formar el Colectivo de Acciones de Arte (CADA).

“Nuestro interés y pasión creativa estaba expuesta en la ciudad. Es muy difícil dar cuenta de esa ciudad dictatorial, porque los espacios públicos estaban más intervenidos. La calle era un área controlada. En las esquinas de las avenidas más importantes había militares con fusiles. Fue trabajar esa ciudad de manera efímera; es decir, una intervención y retirarse.

“Fue un tiempo muy interesante, de 1979 a 1985. De todo lo que se hizo, que fue bastante, lo más importante para mí es el ‘No+’. A 10 años del golpe, en 1983, la apuesta fue rayar los muros con eso, por su rapidez. Apostamos a que ese ‘No+’ se completara por la ciudadanía. El signo atravesó la ciudad.”

La escritora aplaudió que esa frase persistió hasta el presente, pues en el estallido social de 2019 “fue el signo más intenso y más repetido. Hubo ahí una situación paradójica, porque ‘No+’ perteneció a la ciudadanía, aunque figurara como situación estética en los museos donde abordan el CADA. Su uso masivo fue interesante, porque nosotros trabajamos arte y política, y la política se tragó el arte”.

La autora de Los trabajadores de la muerte rememoró la situación permanente durante el toque de queda: “No podías ir a fiestas, y si ibas tenías que quedarte toda la noche. Se acabó la vida nocturna. Eso cambió el registro corporal. No se podían juntar más de 10 personas en una casa; estaba prohibido. Fue un tiempo que aprendimos a habitar y después tuvimos que desaprender, rebobinar 17 años para comprender que ya podías hablar de determinada manera, pues todavía había un factor de miedo”.

Otro de los resultados de la dictadura fue que las universidades que habían sido gratuitas empezaron a cobrar cuotas muy altas y a instalar el neoliberalismo que “objetualizó la sociedad. Hoy día, sujeto y objeto valen lo mismo. Por eso también el pánico a la pérdida de los objetos”, concluyó la narrador.

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