«Convertir sus 4 juicios en un espectáculo, juego de Trump»
Nueva York y Washington, 18 de agosto.- Es omnipresente e incesante el espectáculo político Trump y para muchos analistas de un amplio abanico ideológico amenaza nada menos que al propio sistema democrático electoral de Estados Unidos, una vez más.
“Su persecución no es una cacería de brujas. Es una defensa de nuestra democracia”, resumió el reconocido intelectual, profesor en Berkeley y ex secretario del Trabajo, Robert Reich.
Ningún otro ex presidente ha sido formalmente acusado de cometer crímenes, mucho menos sujeto a cuatro acusaciones penales –dos de las cuales tienen que ver con intentos de descarrilar el proceso electoral e incluso intentar un golpe de Estado– que contienen un total de 91 cargos, al igual que ningún mandatario había sido sujeto al impeachment dos veces durante su estancia en la Casa Blanca, y ningún otro ex jefe del Ejecutivo ha sido declarado culpable de violación sexual, de acciones ilegales de contabilidad para encubrir pagos para silenciar a una actriz porno ni acusado por varias mujeres de hostigamiento sexual.
Y eso no incluye su récord de mentiras y falsedades documentadas, su apoyo implícito y explicito a organizaciones de ultraderecha incluyendo agrupaciones neonazis, ni su constante esfuerzo para nutrir la violencia racial y antimigrante, sobre todo contra México, cuando estaba en la Casa Blanca y ahora como parte central del mensaje de su campaña electoral.
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Con ello, la próxima elección ya no es un concurso político ni una contienda entre dos partidos y sus candidatos, sino un espectáculo, y eso es justo como lo desea el acusado Donald Trump. Pero no se pueden pronosticar las consecuencias de esta estrategia, y, por ahora, Trump tiene una cita para entregarse personalmente, una vez más, a las autoridades en el condado de Fulton, Georgia antes del 25 de agosto.
De esta manera, su equipo de abogados se mantendrá muy ocupado en los próximos días. Mientras, el proceso judicial federal sobre su intento para descarrilar el proceso electoral continúa en una audiencia el 28 de agosto.
El juego ahora para el acusado es cómo utilizar los procesos judiciales, que buscan que el ex mandatario rinda cuentas por una serie de delitos ampliamente documentados, cuyo desenlace sea su retorno triunfal a la Casa Blanca, y que, en caso de llegar, no descarta un autoindulto a fin de evitar lo que para cualquier otro indiciado por los mismos delitos implicaría años de prisión.
Cuando se anunció la cuarta acusación criminal formal contra Trump, el lunes pasado en Atlanta, Georgia, por intentos de descarrilar la elección presidencial en ese estado, el acusado decidió responder con un argumento que históricamente ha funcionado en este país (aunque se pensaría que en el siglo 21 ya hubiera pasado de moda) al señalar que los acusadores son antiestadunidenses y proclamarse el patriota que rescatará a este país.
“El comunismo finalmente ha llegado a nuestras costas”, declaró en un mensaje a sus bases agregando que “este lugar es una dictadura marxista encabezada por un tirano incompetente, pero corrupto”. Junto con ello, Trump reiteró que todos estos procesos son parte de un complot izquierdista, y que los fiscales, los jueces, el Departamento de Justicia y el gobierno de Joe Biden son los verdaderos enemigos de Estados Unidos.
“La justicia y el imperio de la ley están oficialmente muertos en América (Estados Unidos)”, proclamó, afirmando que esta acusación es el cuarto acto de “interferencia electoral” de los demócratas para “encarcelar a su opositor más grande”.
Concluyó: “Nunca rendiré a nuestro país a estos tiranos radicales que buscan destruirlo” y advirtió que “el destino de nuestra nación está en juego en los comicios de 2024. No es sólo mi libertad la que está en riesgo, sino la de ustedes también –y yo nunca dejaré que ellos te la quiten”.
Con ello, Trump una vez más busca movilizar a sus fanáticos y está funcionando. Se reportó ayer que las autoridades investigan amenazas contra integrantes del gran jurado que aprobó los cargos contra Trump y 18 de sus socios en el proceso judicial en Georgia, mientras sus seguidores han enviado advertencias, incluyendo llamados para que la fiscal Fani Willis y los integrantes del gran jurado sean linchados (con toda la carga racista de esos dichos en el sur, dado que la fiscal es afroestadunidense). Este mismo mes, una mujer fue arrestada en Texas por proferir amenazas contra la juez federal Tanya Chutkan, encargada del proceso contra el magnate en Washington.
Algunos expertos comentan que tal vez el caso más peligroso para Trump es el de Georgia, ya que está acusado bajo leyes estatales de cometer conspiraciones corruptas. Porque los cargos son estatales, y no federales, ningún presidente tiene la autoridad para anular una condena, como tampoco el gobernador de ese estado.
Por ahora, el espectáculo fuera de los tribunales está funcionando, logrando que Trump cumpla exitosamente su objetivo de mantenerse al centro del ciclo noticioso de casi todos los días.
Según las encuestas recientes, sigue dominando la competencia por la nominación de candidato presidencial republicano, con el promedio de las principales encuestas calculadas por Real Clear Politics colocándolo con una ventaja de 39.9 puntos sobre los otros 10 precandidatos anunciados.
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En el sondeo más reciente de AP/NORC emitido el miércoles, el ex mandatario goza de un apoyo de 63 por ciento entre los republicanos.
Tal vez la próxima prueba de esta estrategia será en el primer debate entre sus correligionarios programado para el 23 de agosto en Milwaukee. Aunque no se sabe si Trump se presentará en ese evento, será el centro de atención. Varios de los otros aspirantes no tienen más que esperar que en algún momento algo sucederá para provocar un desplome catastrófico en el apoyo de las bases por el ahora rey republicano.
Sin embargo, aunque Trump domina en su fuerza política, eso no se traduce al electorado en general. En la misma encuesta de AP/NORC, una mayoría de estadunidenses (53 por ciento) afirma que definitivamente no apoyará a Trump (11 por ciento respondieron que probablemente no lo harían); 43 por ciento manifestaron lo mismo de Biden. No es nada pero tampoco es mucho.