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Cultura

El FCE y el INAH lanzan una edición que facilita el acceso de todos los lectores al Códice Boturini

Por: Merry MacMasters/ La Jornada

México, 28 de mayo.- El libro Códice Boturini o tira de la peregrinación, del investigador Baltazar Brito Guadarrama, es el segundo de un proyecto emprendido por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para ofrecer al lector común acceso a esta fuente de la historia de México.

No es la primera vez que ambas instancias editan un códice; sin embargo, “las del Fondo eran versiones facsimilares lujosas y caras, entonces no llegaban al lector de base”, dijo en la presentación Francisco Pérez Arce, coordinador editorial del FCE. El propósito es llevar la historia prehispánica, narrada en una escritura conocida como pictográfica, a un sector amplio de la población, detalló. El primer libro del proyecto fue El lienzo de Tlaxcala (2021) y se contemplan más.

Para Pérez Arce la historia relatada en Códice Boturini es quizá la que más está en la mente del pueblo mexicano, no importa si hayan visto el documento o no: una migración de 200 años desde el lugar mítico de Aztlán hasta el Valle de Anáhuac, donde más tarde se fundaría la gran México-Tenochtitlan.

El Códice Boturini, documento realizado en papel amate en el siglo XVI, se resguarda en la Biblioteca Nacional de Antropología, de la que es director Brito Guadarrama. El experto dijo que “debe haber 550 códices en el mundo; en la biblioteca resguardamos 102 originales, además de 98 copias históricas, ya sea del siglo XVIII o XIX. A veces el códice original está perdido”.

Agregó que “por fortuna en los pueblos todavía hay muchos códices, y hemos ayudado a guardarlos de la mejor forma. En la Montaña de Guerrero e Hidalgo he asistido de manera personal. Desde el punto de vista de la identidad, un pueblo se siente orgulloso de tener un documento tan antiguo que trate de su historia”.

El libro comprende las 22 láminas del Códice Boturini, documento que mide cinco metros con 49 centímetros, y un ancho de entre 18 y 20 centímetros. Cada lámina cuenta con una descripción y una interpretación apoyada en fuentes adicionales, como el Códice Aubin o las crónicas de algunos españoles como el padre Durán y fray Bernardino de Sahagún.
Brito opina que “no acabaron el códice porque debió haber concluido en la fundación de México-Tenochtitlan. No sabemos si fue porque los tlacuilos murieron o ya no hubo posibilidad económica”. Según el especialista, faltarían tres o cuatro láminas más. La narración empieza en 1168 y termina cuando los pueblos mexicas se hacen guerreros del rey de Culhuacán.

La pregunta es dónde quedaba Aztlán: “En las primeras cinco láminas la deidad Huitzilopochtli habla con el pueblo y le dice qué hacer por medio de sus sacerdotes. En las láminas siguientes hasta el número 22, que es sólo un fragmento, ya tenemos elementos geográficos e históricos comparables con otras fuentes. Muchos de los lugares por donde pasan son localizables en la actualidad, por ejemplo Tula y Atotonilco. Como son de los últimos pueblos en llegar al valle de México, todo está ocupado, entonces trabajan de guerreros”.

Para Brito Guadarrama el Códice Boturini es “fundacional de un pueblo que narra una historia que es actual en la medida en que las personas sigue migrando con la finalidad de vivir mejor y tener un lugar donde desarrollarse con tranquilidad”.

El Códice Boturini debe su nombre al historiador italiano Lorenzo Boturini, quien llegó a México en 1736 y formó una colección de dichos documentos que también estudió. Curiosamente, el documento se exhibió primero en Londres, en 1824, en una muestra de piezas prehispánicas.


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