Se desploma la afiliación a sindicatos en Europa
Madrid. Los sindicatos europeos se coordinan para “un otoño caliente” de lucha y reivindicaciones, como respuesta a la precaria situación económica, la espiral inflacionaria y la pérdida de poder adquisitivo. Unas protestas que aspiran a seguir la senda de lo que ha hecho el movimiento sindical francés, capaz de paralizar al país en 12 ocasiones en los pasados cuatro meses para oponerse al modelo neoliberal de Emmanuel Macron.
Pero en este escenario, los datos de las centrales sindicales advierten de una tendencia que alarma: las afiliaciones de los gremios están bajando en todos los países europeos, incluidos algunos con una larga tradición, como Alemania.
Las principales fuerzas sindicales en Europa están agrupadas en la Confederación Europea de Sindicatos (CES), que se fundó en 1973 en un contexto de inestabilidad política por la guerra fría y de incertidumbre económica por la espiral de los precios del petróleo. Actualmente la CES integra a 89 confederaciones nacionales de 39 países europeos y a 10 federaciones industriales que dan cobertura aproximadamente a algo más de 43 millones de sindicalistas.
El actual presidente de la CES, el belga Rudy de Leeuw, está coordinando las movilizaciones que se asoman para los próximos meses, en lo que se prevé será un “otoño caliente”. Y uno de los motivos es precisamente la pérdida de poder adquisitivo del salario real de los trabajadores, reconocido incluso en informes del Banco Central Europeo. A lo que hay que sumar que el año pasado las subidas de los precios de la vivienda y de los servicios públicos, el transporte y los alimentos básicos fueron de tres a cuatro veces superiores a las alzas salariales. La inflación total en la Unión Europea fue de 9.2 por ciento, mientras el aumento medio de los salarios fue sólo de 4.4 por ciento, según datos de Eurostat.
Pero hay otra cuestión que tiene preocupados a los sindicatos europeos: la paulatina y constante bajada de las afiliaciones a las fuerzas sindicales, en gran medida motivadas por su falta de efectividad a la hora de negociar con las empresas un contrato colectivo que garantice que la inflación no merme aún más el poder adquisitivo del trabajador.
En el informe Un futuro sombrío: Estudio de la afiliación sindical en Europa desde 2000, el coordinador de la investigación y experto en la materia Kurt Vandaele sostiene que esta tendencia va a más y parece imparable. Según datos de las propias fuerzas sindicales, la afiliación total en los 32 países europeos analizados era de 45.7 millones en 2000, cifra que retrocedió a 43.4 millones en 2016. La pérdida de afiliación es cercana a 10 por ciento en Alemania (-10.6 por ciento), motivada en parte por “la permanente erosión del sistema dual de relaciones laborales alemán, con la constante reducción de la cobertura que ofrecen la negociación colectiva y los comités de empresa”, según el informe.
Los sindicatos han experimentado, como media, un retroceso en la afiliación de entre 10 y 20 por ciento en el periodo 2010-2017 en seis países: Polonia (-13.3 por ciento), Chipre (-13.4), Países Bajos (-14.8), Irlanda (-15.8), Portugal (-16.5) y Grecia (-17.4). Pero es peor en otras naciones, como Croacia (-22), Turquía (-24.9), Lituania (-25.4) y Bulgaria (-26.4), donde se ha producido una caída severa. Y empeora aún más, con un desplome masivo, en República Checa (-32.1), Letonia (-32.8), Eslovenia (-35.2), Rumania (-37.0), Hungría (-39.6), Estonia (-43) y Eslovaquia (-43.7).
Francia, a la vanguardia
Ante esta situación, las fuerzas sindicales europeas miran el camino que están marcando desde principios de año las movilizaciones de los trabajadores franceses contra el plan de reforma del sistema público de pensiones impulsado por el presidente Macron. Lo que ha despertado la “cólera” de la clase trabajadora y de la juventud más combativa, que ha logrado paralizar al país con hasta 12 huelgas generales en sólo cuatro meses.
Esto a pesar de que el sindicalismo francés vive una especie de transición, en principio porque por primera vez la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT) superó en afiliados al tradicional sindicato mayoritario, la Confederación General del Trabajo (CGT). Y, en segundo lugar, porque se ha producido un cambio de liderazgo en ambas agrupaciones: el dirigente de la CFDT, Laurent Berger, en el cargo desde 2012, será relevado por su número dos, Marylise Léon.
Desde la CES y demás agrupaciones sindicales minoritarias se mira con interés la evolución de las movilizaciones francesas. Y a partir ahí se definirán estrategias para lo que la mayoría de las fuerzas sindicales agrupadas en esa central ven como el “inevitable otoño caliente” que se aproxima, ante el malestar creciente en la clase trabajadora por la constante pérdida de poder adquisitivo.