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Cultura

Oslo se convierte en la capital nórdica con la mayor oferta cultural de la región

Por: Mónica Mateos-Vega / La Jornada

Oslo, 26 de julio.- Con la apertura de su nuevo Museo Nacional (Nasjonalmuseet), Oslo se consolida como la capital nórdica con la oferta cultural más extensa de la región.

Inaugurado el 11 de junio, el Nasjonalmuseet ya rompió un récord al presentar en un solo espacio más de 6 mil 500 piezas, una prolija colección que abarca desde arquitectura y diseño hasta lo mejor del mundo del arte desde la antigüedad hasta nuestros días. También alberga la biblioteca y el archivo especializado más grande del norte de Europa.

La pieza estrella es la primera versión del óleo El grito, de Edvard Munch (1863-1944), que se considera el segundo cuadro más famoso del mundo, después de la Mona Lisa, y un emblema de la capital noruega. Tiene una enorme sala propia a la que el público ingresa casi con devoción.

Acompañan a El Grito (realizado en 1893, en noruego Skrik) otras primeras versiones de un autor que con maestría captó el ánimo sombrío europeo de los años 30. Ahí están su Madonna (1894-1895), Las chicas en el muelle (1991), El baile de la vida (1899-1900) y La niña enferma (1885-1886).

Pero también los visitantes gozan el descubrir varias obras de Pablo Picasso, Henri Matisse, Claude Monet, Vincent Van Gogh, bustos romanos, tapices de mil años de antigüedad, porcelanas chinas imperiales, trajes usados por la realeza noruega, así como arte contemporáneo que entusiasma el espíritu lúdico de chicos y grandes. Es apenas una probadita del inventario de 400 mil piezas que resguarda el recinto.

De la colección permanente, son los artistas noruegos del siglo XIX y principios del XX los que deslumbran al más experto en arte. Ahí están nombres que deberían conocerse de una manera más profunda en otras latitudes: Johan Christian Dahl, Kitty Kielland, Harriet Backer, Theodor Kittelsen, Hannah Ryggen, Karen Holtsmark, Bendik Riis, John Savio, Irma Salo Jæger, Kjartan Slettemark, Inghild Karlsen, Bjørn Carlsen, Torbjørn Rødland, Matias Faldbakken, Ida Ekblad, maestros del paisaje y la luz, o mujeres pioneras de la composición y la perspectiva, del textil y, por supuesto, los fundadores de la ilustración de cuentos de hadas y leyendas nórdicas, así como el enorme escultor Gustav Vigeland.

El Museo Nacional reunió las colecciones que se presentaban en cinco centros culturales de Oslo para trasladarlas al nuevo edificio diseñado por el despacho alemán Kleihues + Schuwerk Gesellschaft von Architekten, que tuvo un costo de 610 millones de euros y que no agrada del todo a los oslenses, más acostumbrados a los paisajes tradicionales del paseo marítimo de la ciudad, donde se ubica el Centro Nobel de la Paz.

El recinto, cuya construcción tardó ocho años, asemeja una simple caja blanca, de mármol y vidrio, concebida por los arquitectos para “destacar la dignidad y la longevidad del edificio original sobre la arquitectura sensacionalista”, y para que sea un inmueble “sólido y duradero, que encaje en el entorno y los monumentos que ya existen en la zona, como la fortaleza de Akershus o el Ayuntamiento de Oslo”.

De una superficie de 54 mil 600 metros cuadrados, 13 mil están dedicados a las exposiciones. El Nasjonalmuseet es más grande, por ejemplo, que el museo Guggenheim de Bilbao, España, o el Rijksmuseum de Amsterdam, Holanda.

Las obras, que cubren un lapso histórico de cerca de 3 mil años, están desplegadas en dos pisos, en 86 salas conectadas entre sí donde además el público agradece los espacios interactivos que los niños usan para jugar mientras sus padres aprecian las obras, o que sirven de respiro a los adultos para continuar la travesía por las obras maestras de todos los tiempos.

Son 32 mesas de actividades libres que también cuentan con material para invidentes, a los que se suman dos estaciones de dibujo con lápices para que cualquier persona eche a volar su imaginación, y un pequeño taller de escultura.

Sala de la Luz

En la parte superior del museo hay un espectacular espacio de exposición de 2 mil metros cuadrados, conocido como la Sala de la Luz, dedicado este verano a la muestra temporal I Call it Art, “que toma el pulso del arte contemporáneo en Noruega con obras de casi 150 artistas y grupos de artistas de una manera personal y desafiante”, dice la presentación en la sala.

Los autores presentes, con los que se pretende atraer a un público veinteañero, fueron seleccionados de más de mil propuestas que se recibieron en una convocatoria abierta en todo el país. Las piezas abordan temas como la identidad, la pertenencia, la nacionalidad o la democracia, y ante ellas el espectador “puede estar sorprendido, feliz, enojado o conmovido. O ninguno de los anteriores”.

Lo cierto es que, desde la inauguración, este apartado provocó polémica no sólo por el retrato parodia de la familia real noruega realizado por la joven pintora Lena Trydal, que muestra al rey Harald V sentado en el trono en camiseta sin mangas, pantalón corto y chanclas, y a la reina Sonia hablando por celular, en pants, luego de correr.

La prensa local reportó que uno de los arquitectos del despacho Kleihues dijo que esa muestra más bien parecía “un mercado de pulgas”, sin embargo, la directora del museo, Karin Hindsbø, aplaudió el debate.

Oslo, donde el turista esnob es capaz de pagar 300 coronas (unos 620 pesos) por comer un pedacito de carne de ballena (vaya usted a saber si congelada desde hace cuántos meses), en verano, con sus agradables 20 grados y su aroma a mar y bosque fresco, se luce con este museo que, con su amplia terraza desde donde se disfrutan las vistas al fiordo y el muelle de Aker Brygge, ya envidian propios y extraños precisamente porque “es accesible para todos, además de que refleja a la sociedad y los tiempos que vivimos”, reiteró la directora Hindsbø en la inauguración.

Para 2024, el Nasjonalmuseet ya anunció que una de sus muestras temporales estelares será dedicada a la mexicana Frida Kahlo, de quien ese año se conmemorará su 70 aniversario luctuoso.

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