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Opinión

Análisis a fondo | Dos jesuitas más 50 migrantes

Por: Francisco Gómez Maza

  • La muerte de los prietos ¿no vale el grito de condena del Papa?
  • Empleado, pero muy mal pagado el 96.7 por ciento de la PEA

Es justo y equitativo que los miembros de la Compañía de Jesús, encabezados por sus superiores y su general, comenzando por el Papa Francisco, miembro de esa orden religiosa, así como la sociedad y los fieles católicos, estén justamente indignados, enojados, por el asesinato de los padres Joaquín Mora Salazar y Javier Campos Morales, misioneros en la Sierra Tarahumara.

Duele hondo a los creyentes conscientes la muerte violenta de los ministros religiosos, que dedicaban su vida al acompañamiento de los indígenas rarámuris, en su pobreza y en su exclusión, decretadas por la sociedad occidental cristiana.

Los sacerdotes jesuitas, y otros muchos ministros católicos, y protestantes, optaron por los pobres, en seguimiento de las ordenanzas del Concilio Vaticano II y la verdadera doctrina emanada de los libros sagrados del cristianismo de Jesucristo.

Sin embargo, los obispos en su gran mayoría, como jerarquía dominante en lo doctrinal, no se destacan por ser sinceros seguidores del Evangelio de Jesús y no comulgan con los clérigos que abandonan la vida que les ofrece la sociedad de consumo, y optan por los cambios que debe de haber para crear igualdad de oportunidades para todos en lo material y lo espiritual.

Los obispos son autoridad, que generalmente opta por los poderosos económicamente, por estar al servicio de las clases dominantes. No es necesario profundizar. No son parte de los cristianos católicos que optan por el servicio a los pobres.

Espantoso que México haya caído, desde tiempos inmemorables, en el mercado de las drogas alucinógenas. Y que muchos jóvenes se adhieran a las empresas operadas por la llamada delincuencia organizada porque, en otros campos de la economía no tienen cabida y son rehenes de múltiples carencias, principalmente por la pobreza, generalmente extrema, en la que nacen y se desenvuelven, y sin ninguna esperanza de progreso.

En ese contexto, muchos jovencitos e incluso adolescentes se adhieren – generalmente son cooptados- a grupos de delincuentes organizados, y atacan y asesinan a la sociedad, porque la odian. Sólo en las empresas del crimen tienen cabida, y se convierten en sicarios que asesinan sin miramientos. Arrasan todo lo que se les pone enfrente. Tienen el apoyo de las enormes ganancias que les produce el abasto de estupefacientes, sobre todo, a la demanda estadounidense, ante la cual no sabe qué hacer la Casa Blanca.

De esta materia estudian, hablan y escriben los expertos. Los expertos dedicados a análisis profundo del fenómeno delincuencial.

Pero el hecho es que la indignación por el crimen en Cerocahui ha cimbrado a la sociedad mexicana. Hay que vengar el crimen de lesa sacramentalidad.

El padre general de la Compañía de Jesús, los obispos mexicanos sindicados en la Conferencia Episcopal Mexicana, el Sumo Pontífice han clamado venganza y le exigen al gobierno federal el fin de la violencia, un cambio radical de la política de seguridad pública. “No más abrazos a cambio de balazos”, claman. Y muchos inclusive aseguran que el presidente López Obrador es cómplice de la delincuencia organizada…

Por otro lado, y no en México, sino el Estados Unidos, este lunes, 27 de junio, en la ciudad de San Antonio, en el estado de Texas, fue descubierto en un enorme tractocamión o tráiler, en el cual había encerrados 50 cadáveres de migrantes, entre ellos una veintena de mexicanos, virtualmente asesinados por la delincuencia dedicada a traficar con seres humanos, que necesitan llegar a territorio estadounidense en busca de una opción para salir de la pobreza y la miseria en las que sobreviven en sus lugares de origen, donde la riqueza está absolutamente concentrada en muy pocas manos.

El hecho ocurre en Estados Unidos, donde la política de seguridad pública responde a la ley de ojo por ojo y diente por diente. Allá no hay abrazos. Sólo balazos que matan, inclusive a niños escolapios. Y no pasa nada.

Desgarra el alma la muerte prematura, por un balazo, de los dos misioneros jesuitas. La ira y la condena del crimen es justa y equitativa.

La muerte por asesinato de 50 pobres, que buscaban el sueño americano, no causa el desgarramiento de vestiduras, ni la condena al presidente del país vecino. 50 pobres, indios prietos, no valen el grito de angustia, de condena, ni del generalato de la Sociedad de Jesús, ni el farisaico reclamo de los obispos, ni mucho menos el de los políticos del PAN.

A DESFONDO: En mayo, la Población Económicamente Activa (PEA) fue de 59.1 millones de personas, lo que implicó una Tasa de Participación de 59.6 por ciento. Dicha población es superior en 1.9 millones a la de mayo de 2021. La Población No Económicamente Activa (PNEA) fue de 40 millones de personas, 206 mil menos que en mayo de 2021. A su interior, la PNEA disponible descendió en 496 mil… De la PEA, 57.1 millones de personas (96.7 %) estuvieron ocupadas, 2.2 millones más que en mayo de 2021. A su interior, las personas subocupadas, es decir las que declararon tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas, fueron 4.8 millones (8.5 % de la población ocupada), una reducción de 2.2 millones de personas con relación a mayo de 2021… La población desocupada fue de 1.9 millones de personas y la Tasa de Desocupación (TD) de 3.3 % de la PEA. Respecto a mayo de 2021, la población desocupada descendió en 352 mil personas y la TD fue menor en 0.7 puntos porcentuales… La Tasa de Desocupación creció 0.3 puntos porcentuales, al ubicarse en 3.4 por ciento. La Tasa de Subocupación disminuyó 0.4 puntos, al situarse en 8.4 % en el mismo periodo. [Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, Nueva Edición (ENOEN)]

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