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Opinión

Debanhi, ¿otra verdad histórica?

Por: Abraham Nuncio

Las tres muertes de Maricela Escobedo, documental sobre el feminicidio de la madre de Rubí, su hija asesinada, por empeñarse en que se hiciera justicia respecto de su asesino, o La historia de un crimen, cinta que recrea la desaparición y muerte de la pequeña Paulette o la novela Las memorias de Andrea (base de la serie La prepago). Quienes las hayan visto o leído podrán tener un acercamiento aceptable a la desaparición y muerte de Debanhi, y de muchas mujeres que han muerto en condiciones semejantes y en su mayoría rodeadas de impunidad.

De esas desdichadas mujeres, Debanhi atrajo el mayor interés y una difusión global. ¿Por qué? La mala foto tomada por el taxista que la dejó a la orilla de la carretera a Laredo fue suficiente. El aviso de su desaparición, su figura grácil vista de espaldas en uno de esos páramos del Monterrey metropolitano y contra la oscuridad de la madrugada del día en que desapareció pudieron remitir al quiebre secreto de un destino violentamente truncado. En otros videos y fotografías se la ve expansiva y melancólica, vital y apagada, plena y escasa. Nada sorprendente. Por lo general los adolescentes son así, pero no todos lo expresan igual. Los rasgos hermosos de Debanhi fueron el subrayado del interés en saber de su paradero.

La búsqueda, sobre todo en el ánimo de cibernautas y otros espontáneos fue vehemente. Algunos aportaron datos que la procuración de justicia desechó por negligencia o bien por razones políticas.

Contexto. Colectivos se manifestaron en la primera decena de abril para protestar por esos atentados que de pronto se convierten en feminicidios. Cuatro de las manifestantes fueron detenidas y golpeadas por policías en el Palacio de Gobierno. Se quejaron formalmente y fueron citadas en este lugar donde recibieron una disculpa del gobernador, Samuel García. Miles más se han manifestado pidiendo justicia para las desaparecidas o asesinadas: Debanhi, Yolanda, María Fernanda y una larga nómina: más de 300 desparecidas en el estado entre enero y abril.

Hechos. A Debanhi la grabaron las cámaras del motel Nueva Castilla el 9 de abril y fue hallada muerta 13 días después en una cisterna de esta empresa cuyo cateo nunca fue ordenado. Sus prendas aparecieron en dos fosas diferentes; entre otras, sus botines tipo tenis donde ella yacía, en una, y su celular y su bolso, donde encontraron su sostén, en una diferente a una muy amplia distancia.

En el lapso que permaneció sin saberse su paradero renunció la titular de la Secretaría de la Mujer, cuyo motivo para ello, dijo, fue situaciones en que no había “coincidencias”. Y a causa de demasiadas inconsistencias en torno al caso fueron removidos de sus puestos el Fiscal Especializado en Personas Desaparecidas y el Fiscal Antisecuestros. “Falla humana masiva”, dijo el titular de Seguridad.

En la búsqueda y aclaración de la muerte de Debanhi las autoridades fueron perdiendo credibilidad. Su hipótesis inicial fue “accidente”; luego la cambiaron por “crimen”, y más tarde la volvieron a “accidente”. Murió, según el forense, de una contusión profunda en el cráneo. Mario Escobar, padre de Debanhi le vio marcas de violencia en ojos y garganta y contrató otra autopsia. Sus resultados, afirma, difieren de los de la oficial.

Medios y redes sociales. En el anudado contexto informativo de Nuevo León apareció un periodista en la modalidad de desparpajo y lengua suelta, Mafián. Mostró espacios donde se movió la víctima e información de aquellos a quienes entrevistó. A su padre lo grabó reclamando estentóreamente a las autoridades por el “hallazgo” de su hija en la tal cisterna, cuando ya habían investigado en su perímetro cuatro veces (sólo fue una, afirmó la fiscalía estatal). Mafián también se hizo una pregunta elemental: ¿Debanhi tenía novio? Y luego identificó a un personaje con el mote de El Jaguar, de nombre Gustavo Soto, pariente del dueño de la empresa Alcosa, a quien Debanhi dice temerle en una presunta conversación de celular con una de sus amigas. Soto niega ser El Jaguar, a pesar de que usó el mote algún tiempo en Instagram.

Como Mafián, periodistas similares desbordaron a las autoridades y a las empresas informativas tradicionales. Grabaciones difundidas, desde dentro y fuera el ámbito policial, hilvanaron parte de la trayectoria de Debanhi. Se la ve huyendo perseguida por un sujeto cuando ella sale de la casa donde había una fiesta a la cual acudió con sus amigas Ivonne y Sarahí. Se la ve deambular ante la empresa Alcosa e ingresar (corriendo) al motel.

Su personal dijo primero no haberse percatado de ello y carecer de grabaciones sobre los movimientos de la joven. Empero, una más reciente la toma caminando hacia la cisterna donde su cadáver fue hallado. La hipótesis multánime fue de que allí se le “sembró”.

Ante sus errores, reconocidos por las autoridades sobre la muerte de Debanhi, la mirada pública ha volteado a ver la información que cuestiona las versiones oficiales. Esa información tiene una lógica interna –no por ello necesariamente objetiva– que abona a su confiabilidad. Uno de sus extremos presenta una realidad siniestra: prostitución, proxenetismo, narcotráfico, ciertas amistades ligadas al gobernador y su esposa. Incluye la referencia a la habitación 124 del motel. Fotos que acompañan a éste y relatos similares los vuelve más verosímiles. Pero está la declaración de Alicia Leal, ex titular de la Secretaría de la Mujer, de que la casa de la fiesta donde estuvo Debanhi podría ser un lugar dedicado a la trata de personas.

La estrategia de la fiscalía estatal ha sido exigua en su pesquisa y en la forma de publicarla. Las veloces y arborescentes redes sociales le han ganado tiempo y piso. No sabremos pronto sus conclusiones. Las ronda, hasta ahora, el espectro de la verdad histórica.

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