Estamos hartos de bla, bla, bla: jóvenes
- Justicia climática ya, exigen
- La COP26, fracaso absoluto, dicen
- El encuentro se ha convertido en pasarela para las relaciones públicas
Glasgow. Miles de jóvenes, representantes de comunidades indígenas, activistas y ciudadanos llegados de todo el mundo se unieron en la capital de Escocia, Glasgow, para lanzar un mensaje directo y contundente: “La Cumbre de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) es un fracaso absoluto. Y nosotros estamos hartos de tanto bla, bla, bla…”
La activista sueca Greta Thunberg tomó la palabra al final de la protesta para dejar aún más claro el sentir de una juventud cada vez más decepcionada y furiosa: Los líderes mundiales no hacen nada, a lo único que se dedican es a crear fórmulas y espacios para su propio beneficio y seguir lucrando con un sistema nocivo y destructivo. La COP se ha convertido en una pasarela para las relaciones públicas.
Las calles del centro se llenaron de jóvenes, niños con sus padres enarbolando pancartas, indígenas, abuelos y gente madura conmovida al ver que el activismo y la lucha por construir un planeta más limpio y menos desigual está viva.
En la sede oficial de la COP26 había mucha menos gente que otros días, la mayoría de los observadores y muchos de los representantes de la comunidad científica y de la sociedad civil prefirieron emplear su tiempo de hoy en Glasgow acompañando a los jóvenes que habían sido convocados por la plataforma Friday for Future, que fundó, entre otras, la propia Thunberg y que es un movimiento que tiene como seña de identidad la de expresar su descontento público cada viernes en una plaza pública.
Ahora es un movimiento extendido a todo el mundo. Ni siquiera la idea de los responsables oficiales de la COP26 de dedicar la jornada a los niños y a la juventud, como una manera de contrarrestar la masiva protesta, sirvió para reducir el malestar y las críticas.
Después de marchar durante dos horas y de escuchar a más de 30 personas de todo el mundo, finalmente tomó la palabra la activista sueca, Thunberg, quien fue aclamada como gran líder. A cada palabra afilada o a cada crítica sin filtros a la clase política, era aclamada con gritos, con aplausos, con palabras de ánimo. Lanzó dardos tanto a los organizadores de la COP26 como a los grandes líderes mundiales: “Han organizando más de veinte COP y en todo este tiempo los líderes llevan décadas de bla, bla, bla… ¿Cuánto tiempo tomará a los políticos despertar y darse cuenta de que la COP se ha convertido en un festival de dos semanas para lavar su conciencia mientras todo sigue igual? Las voces de las futuras generaciones están siendo ignoradas con sus falsas promesas”, afirmó.
Thunberg aseveró que la verdad más incómoda para las cumbres climáticas, en las que de ese tema ni se habla y si lo hacen, en ocasiones es de inmediato silenciado. Se refirió al colonialismo, que es finalmente la raíz de la crisis del cambio climático, pero como es una verdad tan incómoda a la gente dentro de la COP, no les gusta ni discutirlo.
La manifestación superó todas las expectativas, incluida la de la policía escocesa, que calculaba unas 8 mil personas, pero finalmente se superó con creces las 12 mil. En el recorrido, que partió del Kelvingrove Park hasta la George Square, los manifestantes fueron vitoreados y aplaudidos por mucha gente desde sus ventanas. Y en la que había sobre todo gente joven, muchos niños, que aseguraban estar luchando por su futuro. Y que gritaban sin cesar la misma consigna: ¿Qué queremos? Justicia climática. ¿Cuándo la queremos? Ahora.
Queremos justicia climática ahora
En la larga fila de la manifestación había también decenas de representantes de los pueblos indígenas, sobre todo de los parajes en donde se está librando, muchas veces con el costo de víctimas mortales, la lucha por la defensa de la tierra, como el Amazonas, el resto de Latinoamérica, Asia y África.
La protesta también sirvió para poner de manifiesto la inmensa distancia que separa a los líderes mundiales y a los funcionarios de la ONU y su oficialidad solemne con el sentir de la gente, del pueblo, que no sólo les advirtieron que ya no nos creemos sus mentiras, sino que también afirmaron enfáticos: no vamos a bajar la cabeza frente a los poderosos, vamos a luchar y nos vamos a defender.
En el largo e intenso desfile de activistas que contaron su lucha, casi siempre plagada de injusticias, ataques violentos, depredación de los recursos naturales, amenazas y hasta asesinatos, tomó la palabra una joven de Namibia, Ina Shikongo, que acusó a la COP26 y a la comunidad internacional de ignorar el genocidio que está sufriendo mi pueblo por la avaricia ciega que provoca el petróleo y el dinero. Pero les advirtió que ahora que estamos unidos y luchando, los jóvenes del mundo no vamos a parar. Tenemos la obligación de creer en que más allá de los poderosos, nosotros tenemos un futuro. Y lo tendremos, pero será luchando sin tregua.
Neocolonialismo depredador
También habló otra destacada activista de Friday for Future, la ugandesa Vanessa Nakate, quien preguntó: ¿cuántas COP más hacen falta para que sepan que su inacción no salvará el planeta?, o ¿por qué los africanos y las personas del sur global no están en la primera página de los periódicos ni en las conversaciones donde se decide la lucha contra el calentamiento? Y se respondió: porque vivimos en un neocolonialismo depredador, pero –advirtió– estamos aquí para denunciar la política genocida y para defender nuestros territorios con nuestra vida; nuestros hermanos, hermanas e hijos están muriendo.
Silvia Gutiérrez, de Colombia, explicó que su país se ha convertido en uno de los más peligrosos del mundo para ser un defensor de la Tierra, nos están matando y los jóvenes y niños estamos creciendo con miedo, sobre todo la gente que vive en las zonas más vulnerables. Pero estamos aquí para luchar por nuestro sueño, que es vivir en paz. Y recordó a los 65 líderes campesinos e indígenas que han sido asesinados en el último año por hacer frente a los terratenientes, al gobierno, al crimen organizado y a las multinacionales.
Nina, de Tucumán, Argentina, denunció la escasez de agua en su región y en muchas otras zonas del mundo, mientras en el mercado internacional se hace negocio con este bien esencial, al que todo ser humano debería tener derecho. Además, lamentó que a raíz del auge del monocultivo en sus territorios se está perdiendo biodiversidad y cultura ancestral, por eso estamos ya tan hartos de tanto bla, bla, bla y estamos convencidos de que la guerra es colectiva y la revolución es en las calles. Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro.
También tomaron la palabra dos activistas de Friday for Future que se dedican a trabajar y ayudar en zonas de riesgo y explicaron que la última gran crisis que han tenido que superar fue la de sacar de Afganistán a 65 defensores de la tierra, la mayoría mujeres y jóvenes amenazadas de muerte por el régimen talibán por intentar evitar que se siga explotando sin límite los recursos naturales. Y leyeron algunas de sus cartas, en las que contaban sus dramáticos testimonios. Vamos a luchar con fuerza porque hemos descubierto la solidaridad y estamos empeñados en no dejar a nadie atrás, afirmaron los activistas.
También tomaron la palabra varios representantes de la Amazonia de Ecuador y de Brasil, quienes coincidieron en denunciar la fragilidad y la soledad en que luchan sus comunidades por defender una de las grandes reservas naturales del mundo. Por eso reclamaron a la comunidad internacional que se reconozca ya la demarcación que les concederá autonomía jurídica en su territorio.
Acusaron al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y al de Ecuador, Guillermo Lasso, de mentir y de tener una política criminal con los recursos naturales y con los pueblos indígenas. Hemos venido a Glasgow porque es indignante escuchar el doble discurso de nuestros gobernantes. El futuro no se negocia, se defiende, advirtieron.
Y las miles de personas terminaron el acto con un mismo y fuerte grito: ¿Qué queremos? Justicia climática ¿Cuándo la queremos? Ahora.